Ser santo es responder de una manera ejemplar a la llamada a la santidad que todo cristiano tiene por su bautismo.  En el caso de D. Manuel, sevillano de nacimiento, estamos ante un hombre de gran amor a Dios y confianza en su providencia.  González García fue nombrado obispo auxiliar de Málaga en 1916 y desde 1920 fue obispo residencial. Fue trasladado a Palencia en 1935. Por tanto, estuvo en nuestra diócesis un puñado de años.

Saber que las calles de Málaga las pisó un santo es bonito.  Sus intuiciones y proyectos materializados de manera bella, por ejemplo en el Seminario de Málaga, en el amor a la eucaristía o en la atención a los más pobres, supone un aldabonazo a todos aquellos que buscan hacer la voluntad de Dios. Especialmente a su familia nazarena.

En Manuel González y otros tantos santos con sello malagueño se evidencia que la vida cristiana puede vivirse de manera ejemplar. Y aunque la Iglesia no explicite en el santoral católico a todos y cada uno de los cristianos ejemplares, existe la certeza de que es posible vivir el cielo en la tierra.