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Elizabeth Mwikali: «El mundo necesita de nuestra oración»

Publicado: 25/09/2020: 19312

Sor Elizabeth Mwikali Munyao ha profesado como clarisa en el Monasterio de Santa Clara de Antequera. Es natural de Kenia y tiene 34 años.

¿Cómo recibió la llamada a la vida religiosa?

Mi familia es muy cristiana, y de ahí viene todo. Cuando era muy pequeña, se rezaba el Rosario y los domingos íbamos a la Iglesia. Veía a las religiosas y al principio creía que aquello no era para mí, lo veía mucho sacrificio. Estudié en un colegio de monjas, y cuando nos preguntaban qué queríamos ser de mayor, yo respondía: "de todo menos hermana". 

¿Cómo cambió eso?

Cuando acabé los estudios no sabía qué hacer, pero está claro que el Señor tiene su momento y había en mi parroquia una chica que quería hacer una experiencia religiosa y me pidió que la acompañara. En esa ocasión me sentí llamada, aunque no del todo. Como a los tres meses volvimos, y ya iba yo con otra ilusión por haber discernido, y ese verano, en la parroquia de estas religiosas en Nairobi, que era una parroquia con una marcada espiritualidad carismática, empezamos a rezar y fue cuando sentí la llamada en mi corazón. Regresé a casa como otra persona.

¿Se lo notaron en casa?

Sí. Lo primero que hice fue entrar en mi habitación, arrodillarme y decirle al Señor entre lágrimas: "Señor, creo que esto es para mí. Si es así, dame la gracia". Eso fue en el mes de abril, y a finales de mes me llamó desde España una monja clarisa de un pueblo cercano al mío y se ofreció para ayudarme. Llegué aquí en noviembre de 2009. Desde entonces he estado en la diócesis de Sevilla, en Alhama de Granada y ahora llevo dos años en Málaga. 

¿Cómo vivió el día de su profesión?

Es el día que más he soñado desde que entré en el convento: hacer los votos perpetuos, y vivirlo bien, tranquila. Es lo que siempre he deseado. El día antes no lograba dormir, pero ese día me entró una paz que no comprendía. Lo viví plenamente, sin nervios ni tropiezos. Me sentí llamada, que el Señor había fijado sus ojos en mí, y preparada. 

¿Cuál fue el momento más bonito?

Cuando se rezaron las letanías y me postré en el suelo. Estaba rezando por todos (mi familia, mi comunidad, por mis inquietudes y todos los que me habían pedido oraciones) y dando gracias a Dios por acompañarme en toda esta andadura y sentir que nunca me ha abandonado. Sentí que Él me escuchó.

El Obispo le dirigió unas palabras preciosas en su homilía. ¿Qué le llegó especialmente?

Me llegó mucho cuando me dijo que el Señor me sacó del desierto de mi corazón para enamorarme de Él y que me ha seducido Él mismo.

¿Algún santo o santa a la que tenga especial devoción?

Santa Clara. En mis palabras de agradecimiento ese día cogí sus palabras: “Gracias Señor porque me creaste. También he estado acudiendo mucho a la Virgen, especialmente con la oración a la Virgen desatanudos, porque Ella siempre soluciona los problemas, por muy grandes que sean.

¿Qué consejo le han dado las hermanas para su vida religiosa?

Que tenga preparada el arma de la oración para cuando lleguen las crisis, que llegará, y tener siempre presente al Señor que es el que puede con todo.

La vida contemplativa, ¿para qué sirve? 

Muchos se lo preguntan. A cada uno Dios nos trae al mundo con una misión. A mí, dentro de la clausura, me llama a rezar por el mundo porque nos necesita y sobre todo en este tiempo tan delicado que vivimos. El mundo necesita de nuestra oración. Además, elaboramos dulces y cultivamos verduras que luego vendemos. 

El confinamiento, que algunos llevan tan mal, debe de ser para ustedes "pan comido"

Es que estamos separados del mundo, pero en el mundo. La clausura no quiere decir que nos desentendamos de los problemas de los demás. Estamos conectados con todos, sentimos el dolor y lo acompañamos. 

¿Cómo es la relación con las otras clarisas de su comunidad?

Entre las hermanas nos llevamos muy bien. Yo soy muy cariñosa y ellas me apoyan en todo. Aunque la vida no es un jardín de flores, cuando nos equivocamos nos disculpamos y la vida sigue.

¿Cómo celebraron su profesión?

Después de la Eucaristía tuvimos un convite y la tarta. Fue muy bonito. 

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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