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La riqueza de la inmigración

Publicado: 20/04/2010: 345

Entrevista a D. José Sánchez, obispo de Sigüenza-Guadalajara y responsable de la Comision Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española.

Mons. José Sánchez presidirá el VI Congreso de la Comisión de Migración del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa. Él mismo reconoce que se eligió celebrarlo en Málaga por su belleza, sus excelentes posibilidades de comunicaciones y sus infraestructuras. Durante cinco días, representantes de las comunidades locales de toda Europa analizarán las claves del fenómeno migratorio y su repercusión en la labor de la Iglesia.

– ¿Qué objetivos persigue este Congreso y a quiénes va a reunir?

– El objetivo de este congreso es reflexionar sobre algunos aspectos del fenómeno migratorio y ofrecer conclusiones y recomendaciones a las personas e instituciones, principalmente en el ámbito de la Iglesia y de la pastoral, a fin de dar la respuesta adecuada a la interpelación que para la Iglesia y para la sociedad suponen las migraciones en general, pero más concretamente en Europa, en el momento actual.

– ¿Cuáles son los tres retos que la migración plantea a la Iglesia? 

– Es difícil escoger tres. Me atrevo a señalar éstos: sensibilizar a la población del país de acogida, muy especialmente a los cristianos, para que vean en los inmigrantes siempre personas con la misma dignidad y derechos fundamentales que los nativos. Otro reto es cómo responder con un trato diferenciado a cada uno de los inmigrantes en su diversidad de cultura, clase social, religión, momento del proceso de su incorporación a la sociedad o a la comunidad de fe. Otro reto es cómo encontrar el equilibrio y la interacción entre los dones y servicios que ha de  prestar la Iglesia a los inmigrantes y los dones y servicios que puede recibir de los mismos en un proceso recíproco de dar y recibir.

– ¿Y en nuestro país? 

– Se pueden señalar, entre otros, la actual situación de crisis económica, que repercute en mayor proporción y gravedad en los inmigrantes. Otro aspecto es el de la cordial acogida, que conduce a la convivencia fraterna como camino hacia una nueva sociedad, como la única familia de los diferentes. En muchos casos se da un verdadero choque cultural a causa de la diversidad de las costumbres, de los ritmos en el trabajo, de la diferente manera de concebir y manifestar la fe y la religiosidad. Para este VI Congreso hemos escogido los tres aspectos de familia, comunidad cristiana y sociedad.

– ¿Dará luz este congreso a las comunidades locales en su trabajo diario?

– Dependerá del acierto que tengamos en destacar y hacer interesantes las conclusiones y recomendaciones que se elaboren en el Congreso y de la atención que presten las personas e instituciones a las que irán dirigidas. Por otra parte, ya hay una doctrina muy antigua en relación con los forasteros y los emigrantes, que puede verse en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, en toda la tradición de la Iglesia en la misión y en la hospitalidad, en la rica Doctrina Social de la Iglesia y en los documentos específicos de Pastoral de las Migraciones de los últimos siglos.

– ¿Es la integración del extranjero una asignatura pendiente?

– Lo es, aun en el caso de que se haga un esfuerzo y una labor constante en esa dirección. Es una tarea paciente, en la que han de prevalecer, por una parte, el respeto a la diversidad y a los legítimos derechos de los emigrantes a mantener su identidad, sus expresiones y sus legítimas formas de manifestarse, de celebrar, etc. Hay que evitar la “absorción”. Por otra, ha de mantenerse una línea de trabajo personal, social, educativo, pastoral… siempre orientado a crear una sola comunidad, como una familia de hermanos diferentes, pero iguales en lo fundamental. Han de evitarse la “segregación” y el “gueto”.

– ¿Plantean otras religiones un plus de dificultad?

 – Toda diferencia, también la de religión,  es una dificultad añadida en la ya difícil tarea de la integración. Pero, al mismo tiempo, la diversidad constituye un factor de enriquecimiento para el conjunto de la sociedad o de la comunidad de fe, pues todas las religiones tienen valores propios, que puestos al servicio del bien común, contribuyen a que la comunidad sea más rica y pueda ejercitarse en el trabajo ecuménico, en el diálogo interreligioso, y siempre en el dialogo de la vida y en la colaboración en el servicio al bien común.  

(Entrevista de Ana María Medina publicada en la revista "Diócesis")

Autor: diocesismalaga.es

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