DiócesisHomilías Visita pastoral a la parroquia de San Pedro Mártir de Verona (Genalguacil) Publicado: 09/02/2013: 4504 Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Visita pastoral a la parroquia de San Pedro Mártir de Verona celebrada en Genalguacil, el 9 de febrero de 2013. VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE SAN PEDRO MÁRTIR DE VERONA (Genalguacil, 9 febrero 2013) Lecturas: Hb 13, 15-17.20-21; Sal 22; Mc 6, 30-34. 1.- Estamos celebrando la Visita Pastoral y las lecturas de este sábado de la cuarta semana del Tiempo Ordinario, nos hablan de la figura del pastor. Puede haber muchos tipos pastores: los padres son pastores de sus hijos, los maestros, los políticos, la gente que tiene una tarea de gobierno o de dirección de la sociedad, los mayores respecto a los más jóvenes; y sobre todo los sacerdotes. Cada pastor intenta llevarnos por donde a él le parece mejor, pero no todos los pastores nos llevan por donde tenemos que ir. Puede haber maestros, profesores en la Universidad, puede haber personas con capacidad de dirección, puede haber políticos, gobernantes, u otras personas que, buscando sus propios intereses, animen a las personas a ir por un camino determinado e, incluso, por lugares o por sitios que no nos convienen. En la carta a los Hebreos se nos dice: «Obedeced y someteos a vuestros guías, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables» (Hb 13, 17ª). ¿A qué pastores se refiere? Estos son explícitamente los pastores de la Iglesia. ¿Quién vela por las almas? Los médicos pueden velar por nuestros cuerpos, por la salud física; otros pueden velar por el bienestar social; otros pueden velar por la cultura. ¿Quién vela por nuestras almas? Jesús y sus pastores. 2.- La Visita Pastoral del Obispo va en esta línea. Jesucristo instituyó a los Apóstoles para guiar al pueblo cristiano y les pidió que ellos, al mismo tiempo, nombrasen a otros pastores para que cuando ellos murieran pudiesen continuar esa tarea. Imagino que habréis podido comprobar cómo en nuestras ciudades, en nuestra nación, en España, se han dado algunos problemas. Ha habido temas en los que los obispos han hablado y han orientado en una línea; y después otro tipo de dirigentes han ido en otra línea. Aquí, por supuesto, tenemos que respetarnos todos, pero ¿a quién hay que seguir? En una sociedad plural puede haber leyes para todos los gustos. Puede haber algunas leyes que algunos las prefieran por su mentalidad, por su forma de pensar o su ideología, pero a otros puede que esas leyes no les vayan. Y los pastores de la Iglesia a ciertas cosas dicen sí, pero a otras cosas dicen que hay que tener cuidado, porque los católicos no podemos sostener, mantener o apoyar leyes que vayan en contra de la persona humana. 3.- Respetamos que existan esas leyes, lo que decimos es que esas leyes no están en sintonía con la enseñanza de Jesucristo, que nosotros profesamos. No obligamos a nadie -esa es una acusación falsa que se nos hace a la Iglesia-, no obligamos a nadie a vivir según la fe de Jesucristo, esto es algo libre y personal. Pero tampoco tienen por qué obligarnos a vivir en contra de esta fe. Si hay una ley que permite matar a un anciano porque es anciano, o matar a un niño en el seno materno porque es niño y débil, puedo decir que no me gusta esa ley y no estoy de acuerdo con ella. No vamos a obligar a nadie a que deje de cumplirla o no, pero deben respetar mi pensamiento de que esa ley no la queremos los católicos, porque va en contra de la persona humana, va en contra del más débil que no puede protestar, que no puede salir a la calle a gritar que no le maten. Tienen que haber voces que, en nombre de ese ser humano, griten “no me matéis”. Eso es auténtica libertad: permitir libremente que uno pueda ejercer su fe. Pongo otro ejemplo: no estamos de acuerdo en que esa misma ley pueda obligar a un profesional, llámese enfermera, llámese médico, a que haga un acto que él o ella consideran un asesinato. No se les puede obligar a eso. Debe haber una libertad real, no falaz, no falsa. No se puede obligar a ir en contra de la conciencia propia. Uno puede querer vivir de una manera determinada, pero no debe imponer a los demás su forma de pensar o de vivir. Y es que es necesario que las leyes vayan perfeccionándose hacia una mayor libertad de conciencia. Falta incluso una ley de libertad de conciencia, que sólo existió para el tema del servicio militar. Por eso, muchos que se negaron a hacer el servicio militar fueron a la cárcel en los años sesenta del siglo XX. Después vino la ley que admitía que no se podía obligar a las personas a ir en contra de su conciencia. 4.- Todo esto no son cosas lejanas, están en el pan de cada día de nuestra sociedad. Son cosas que las estamos viviendo cada día y que los medios de comunicación nos las ponen delante de los ojos. Y la Palabra de Dios ya hemos visto cómo se pronuncia en este tema: «Obedeced y someteos a vuestros guías, pues ellos se desvelan por vuestro bien, sabiéndose responsables» (Hb 13, 17ª). Obedezco a Jesucristo; quiero seguir a Jesucristo, porque me ayuda a vivir, porque da sentido a mi vida, porque me perdona los pecados, porque me ama, porque dio su vida por mí. ¿Cuántos han dado la vida por nosotros? Entonces, ¿a quién tenemos que seguir? Al Señor Jesús, el Pastor de la grey, de las ovejas de Cristo. En el Salmo hemos recitado: «el Señor es mi Pastor, nada me falta» (Sal 22). ¿Por qué? Porque es Él el que sostiene mi vida. ¿Por qué estamos ahora aquí reunidos? ¿Porque el médico nos ha regalado la salud? No, estamos aquí porque el Señor nos ha regalado la vida, ésta y la que viene detrás. Eso no lo regala nadie y no se compra en ningún sitio. Ya lo dice el Evangelio: “¿quién esforzándose mucho es capaz de añadir un dedo a su estatura o un minuto a su vida? Nadie” (cf. Mt 6,27). Luego, ¿de quién dependemos? De Dios que es nuestro Padre y nuestro Creador. A Él es a quién tenemos que seguir y hacerle caso. ¿Y cuando haya contradicción con las cosas de la sociedad? Hay que continuar siguiéndole a Él, obedeciéndole a Él. Por eso ha habido mártires y los sigue habiendo. Se trata de cristianos que han dado la vida porque se han encontrado en su sociedad, en su situación histórica, con unas leyes, que les ponían en el brete de elegir entre seguir a Dios o renegar de la fe. Ahora no estamos en una situación tan cruda, pero la nuestra es también hoy una situación espiritualmente difícil y complicada. 5.- Por eso, tenemos que pedir la ayuda del Señor. Como dice la carta a los Hebreos, que ese Dios de la Paz, el gran Pastor de las ovejas, Nuestro Señor Jesucristo, «os confirme en todo bien para que cumpláis su voluntad» (Hb 13, 21ª). Con esa esperanza le vamos a pedir al Señor que nos ayude a vivir como Él desea que vivamos, siguiendo sus enseñanzas, su ejemplo, correspondiendo a su amor, pero en plena libertad. Aquí a nadie se le obliga, ni a venir a Misa, ni celebrar la fe. Esto es libre totalmente. El mismo autor de la carta a los Hebreos dice también que aquellos que vivan con docilidad a su pastor, a Cristo, “lo harán con alegría y sin lamentarse porque saldrán ganando” (cf. Hb 13, 17b). Cuando se sigue a Jesús uno sale ganando. Os animo a seguir viviendo la fe. La recibisteis de vuestros mayores, a los que hemos ido a visitar en el cementerio. Agradecemos que ellos nos trasmitieran el amor a Dios y al prójimo, el conocimiento de Dios y del otro como hermano. 6.- Ahora os toca a vosotros como comunidad cristiana actual. En esta cadena sois el penúltimo eslabón, porque tenéis la tarea de trasmitir esa fe a esta generación más joven que viene detrás. Os animo a que asumáis las tareas de la comunidad cristiana porque el párroco no lo puede hacer todo y menos teniendo cuatro pueblos que atender. Por tanto, educar en la fe, trasmitir la fe en la familia, hacer catequesis en la parroquia, cuidar -como lo estáis haciendo ya- el templo parroquial, dar testimonio de fe, visitar enfermos, leer y empaparse de la Palabra de Dios que renueva y que ilumina la vida, todo eso lo puede hacer la comunidad cristiana. Deseo que cada uno asumáis vuestra tarea. Si en casa no se habla de Dios, los hijos difícilmente van a ser creyentes. Y peor aún si se habla mal de Dios, de la Iglesia o de Jesucristo. ¡Cuántas veces hemos escuchado a gente que dice que cree en Dios, pero no cree en la Iglesia! ¡Y otros que dicen que creen en Jesucristo, pero no en los curas! Eso es como si un enamorado le dice a su enamorada, o viceversa: “Yo te quiero a ti, pero solamente quiero tu cabeza; el resto no me importa”. Con esa actitud de algún modo decapita a la persona amada, pues solo quiere su cabeza. De manera similar, si uno dice que sólo cree en Jesucristo que es la cabeza y no quiere nada de su cuerpo, que es la Iglesia, habrá decapitado su fe. Jesucristo es la cabeza, pero el resto del cuerpo somos la Iglesia. Hay que querer al dedo meñique, al dedo del pie, al corazón, a los oídos, a los ojos… a todos los miembros. No se puede separar el objeto de la fe porque la Iglesia es una con Cristo, es su cuerpo. Es más, debemos dar gracias a Dios porque nos ha trasmitido la fe a través de la Iglesia. ¿Cómo hemos conocido a Dios? A través de la Iglesia. ¿Cómo conocemos a Jesús? A través de la Iglesia. Que seamos nosotros también trasmisores de esa fe a los demás. 7.- Quiero felicitaros por el templo que tenéis. Ya os he dicho que la iglesia la había visto hace ya un tiempo, un par de años. Cuando la vi me gustó y me impresionó porque no esperaba ver una iglesia así. La tenéis bien remozada y restaurada. ¡Enhorabuena! Pues lo mismo que restaurasteis la iglesia, la comunidad vital cristiana que somos las personas, también tiene que renovarse y restaurarse. Eso se restaura celebrando los sacramentos. Cuando se celebra un bautismo, un miembro nuevo entra en la Iglesia. Cuando pedimos perdón en el sacramento de la penitencia, el Señor nos limpia, porque nos hace falta limpiarnos, como nos hace falta lavarnos diariamente. Cuando nos alimentamos del cuerpo y de la sangre de Cristo en la Eucaristía nos renovamos, nos alimentamos. Que os renovéis continuamente a través de la vida sacramental, de la oración y de la escucha de la Palabra. Vamos pedirle a la Virgen que nos ayude, pues Ella es la madre de la familia. La figura de la madre es clave, es importante en una familia, no puede faltar. Que no falte en nuestra casa, en nuestra comunidad parroquial, la devoción y el amor filial a la Virgen. No son cuentos, forma parte esencial de la fe cristiana. La Virgen es una figura esencial en la fe de la Iglesia. Como la madre es una figura esencial en una familia, ya que sin madre no hay hijos. Pues, le pedimos a Ella que nos acompañe y que nos siga ayudando a renovarnos por dentro. Que así sea. Más artículos de: Homilías Visita pastoral a la parroquia de San Francisco de Asís (Jubrique) Concesión de la Medalla de Oro de la Agrupación de Cofradías de la Semana Santa de Málaga a D. Rafael Recio Romero (iglesia de San Julián-Málaga) Compartir artículo Twitter Facebook Whatsapp Enviar Imprimir