NoticiaCoronavirus Evangelio para tiempos de virus Publicado: 20/03/2020: 21324 CRISIS CORONAVIRUS En estos días de coronavirus queremos seguir más de cerca al Señor. Queremos ser mejores discípulos suyos. El discípulo es el que escucha al Maestro, el que trata de seguir sus pasos, el que encuentra su alegría en oír y en practicar su palabra. "La Sagrada Escritura es la carta que Dios ha escrito para toda la humanidad, para ti y para mí. No pases de ella" La palabra de Dios es el alimento que da plenitud a nuestra vida. El verdadero discípulo sacia en ella su hambre, y se llena de gozo y de vitalidad. Dios se nos da a conocer comunicándose, dándose. Nosotros somos los oyentes de la palabra (la mejor definición del creyente). Nuestro oído nos posibilita la relación con él. La Sagrada Escritura es la carta que Dios ha escrito para toda la humanidad, para ti y para mí. No pases de ella. En ella, sobre todo en el Nuevo Testamento, descubrimos cual es el proyecto de Dios para la Iglesia, para el mundo, para tu familia, para ti mismo. Hay que saber escuchar, reflexionar, orar, contemplar sus palabras para descubrir sus llamadas. “Nos dice el Resucitado: Yo estoy a tu puerta y te llamo. Si alguno me escucha y me abre, entraré en su corazón y le daré mi amor” (Ap,3, 20). Propongo cuatro textos del Nuevo Testamento que nos pueden servir en estos momentos de tristeza y desazón: 1.- “Corramos con constancia en la carrera de la vida, fijos los ojos en Jesús, autor y perfeccionador de nuestra fe, el cual sin acobardarse soportó la cruz” (Hb. 12, 1-2). Miremos siempre a Jesús. Él nos atrae, nos exige y nos alienta. Él sigue siendo el autor y el que perfecciona nuestra fe. Con él lo podemos todo. Sin mí no podéis hacer nada. Que nuestros ojos en estos días estén siempre fijos en Jesús. De él podemos recibir mucho y aprender mucho. No dejes de mirarle con los ojos del corazón. Ante la cruz no nos acobardemos. Jesús nos llena de valor y de esperanza. Míralo a él. No olvides que él nos mantiene en la fe. Esa fe que a veces vacila, duda o se oscurece… Y una nota ecológica, para terminar: seamos como el girasol que de tanto mirar al sol se ha convertido en sol. Fijos los ojos en Jesús. Así podemos decir como Pablo: Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí… ¿A quién vamos a acudir? 2.- “Nos dice Jesús: Tengo que pasar por una muerte cruel y estoy angustiado hasta que se cumpla” (Lc 12, 50).- Jesús nos anuncia su pasión. Y se llena de angustia. La misma que nos relata la carta de los Hb. “con gritos y con lágrimas rogó a quien podía salvarle de la muerte”. Hay una angustia, un sufrimiento por el mal propio o por el de los demás que es santo y es cristiano. Pero siempre que ese dolor no nos lleve a la desesperación, al abandono, a la increencia. Como Jesús, sufrimos, nos angustiamos ante el dolor del mundo, pero como Jesús, desde lo hondo de nuestro corazón decimos: Padre, pongo mi vida en tus manos. Y esto me llena de paz y de una esperanza más fuerte que la misma muerte. En estos días repito muchas veces mi humilde mantra: Señor Jesús, estoy en tus manos. 3.- “Nos dice Jesús: Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt. 11, 28).- Hermosa invitación del Maestro. Acercaos todos. Nadie debe quedar fuera. Todos y todas estamos llamados y a todos nos consuela, a todos nos fortalece. No deja a nadie en la estacada. O en la cuneta. Todos somos objeto de su amor y de su ternura de hermano. Es el pastor bueno que nos alienta y estimula. Yo os aliviaré. Notad que no nos dice que nos va a quitar el agobio y la fatiga, eso es lo que tenemos que hacer nosotros con nuestro esfuerzo y nuestra lucha cotidiana por transformar esta historia que estamos construyendo. Con su ayuda podemos hacer mucho por el cambio que nuestro mundo necesita. Jesús nos alivia. Hace más llevadera nuestra cruz. Recordamos aquella frase del místico T. de Chardin: “Dios tiene dos manos, con una nos acaricia y con la otra nos sostiene. Cuando crees que deja de acariciarte es que está sosteniéndote con sus dos manos”. En estos tiempos de virus el Padre y su Hijo nos están sosteniendo con sus manos para que nuestra fe no decaiga, para que nuestra esperanza se acreciente. Déjate aliviar por el Señor. Deja que te acoja, que te acaricie, que te llene de paz y de ternura. 4.- “ Como Cristo pasó por la prueba del dolor, ahora puede auxiliar a los que hoy pasan por la misma prueba” (Hb 2, 18). Frase espléndida que debería estar puesta en la capilla de todos los hospitales del mundo. Es mirando a la cruz como nuestra vida recobra sentido, como nuestro dolor se hace más llevadero. Porque nos alivia. Porque Jesús sigue siendo el cirineo bueno que nos ayuda a llevar las cruces de la vida. Acudamos a él en esto días y siempre. La cruz lo llena todo, aseguraba Martín Lutero. Sí, amigos, la cruz nos llena de paz, de esperanza, de consuelo. Tengamos los ojos fijos en ella. José Sánchez Luque Consiliario de la HOAC en Málaga