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El Seminario de Málaga gana el Jubileo en Roma

Publicado: 20/10/2016: 15938

Manuel Jesús Otero Plaza, seminarista de 4º curso del Seminario de Málaga nos ofrece la siguiente crónica sobre la celebración del Jubileo de la Misericordia en Roma tras participar en la ceremonia de canonización de San Manuel González

Este pasado 16 de octubre, que pasará a la historia de nuestro seminario, la alegría fue doble. El Señor nos regaló muchísimo ese día. Por la mañana, tuvimos el privilegio de acudir en primera persona a la canonización de nuestro querido obispo D. Manuel, quien tanto hizo por nuestro seminario, su seminario y que tanto sigue haciendo con su intercesión, pidiendo constantemente al  Señor buenos pastores para nuestra diócesis.

Esa tarde, nuestra comunidad del seminario, acudía de nuevo a la Basílica de San Pedro para alcanzar el jubileo de la misericordia.

Comenzamos la peregrinación en el Castillo de Sant´Angelo. El salmo 122, «!Qué alegría cuando me dijeron: “vamos a la casa del Señor”», nos abría el corazón a Dios para participar con gozo y gratitud y acudir a su encuentro. Durante el recorrido por la vía de la Conciliación, hicimos un alto para rezar una Salve a María ante la iglesia de “Santa María in Traspontina”.

Cuando llegamos a la Plaza de san Pedro, la imponente columnata nos recibía con los brazos abiertos como una madre que espera a su hijo, igual que hace la Iglesia con todo hombre. En la fachada de la Basílica estaban los grandes tapices, de los siete modelos de cristianos, inscritos en el libro de los santos aquella mañana. Ellos nos gritaban desde el silencio, en el especial San Manuel que Dios quiere para cada uno de nosotros una entrega radical a Dios y a todos los hombres, un camino en el que no valen las medias tintas, sino que ha de ser vivido con toda la intensidad que exige el Evangelio.

Entramos por la puerta santa con gran emoción en aquella gran Basílica, signo de que todos los hombres de todo el mundo están llamados a habitar en la casa del Padre. Allí saludamos a Jesús en el Sagrario y por último rezamos ante la tumba del primer Papa por toda la Iglesia y por el Papa Francisco.
Durante toda la peregrinación, entre oraciones, paradas y cantos, María nos acompañó en el rezo del rosario y haciendo nuestra la petición de San Manuel González: “Madre Inmaculada, que no nos cansemos”.

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