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Visita Pastoral a la parroquia de Nuestra Señora de Fátima (Málaga)

Visita Pastoral del Sr. Obispo a la parroquia de Nuestra Señora de Fátima
Publicado: 02/12/2021: 524

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, durante la Eucaristía celebrada en la Visita Pastoral a la parroquia de Nuestra Señora de Fátima en Málaga

VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA

(Málaga, 2 diciembre 2021)

Lecturas: Is 26, 1-6; Sal 117, 1.8-9.19-21.25-27a; Mt 7, 21.24-27.

1.- Confiar en el Señor.

Las lecturas de hoy nos invitan a una triple actitud. En primer lugar, tal y como nos ha dicho el profeta Isaías y también el Salmo, se nos invita a confiar en el Señor.

Dice Isaías: «Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua» (Is 26, 4). Muchas veces confiamos más en nosotros, en nuestras fuerzas o en nuestros proyectos, que en el Señor. Parece que nos fiemos poco de Dios porque, a veces, cuando pedimos en el Padrenuestro el «hágase tu voluntad», después le pedimos otras cosas.

Nos falta en muchas ocasiones fiarnos, ponernos en las manos del Padre bueno que no puede hacernos daño. Él nunca nos hace daño, aunque pasemos por momentos difíciles, consecuencia más bien de nuestros pecados.

Con el Salmo hemos rezado: «Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres» (Sal117, 8); y el profeta Isaías nos ha dicho que el pueblo que confía en el Señor: «su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti» (Is 26, 3).

Esta es una confianza filial de hijos a padre. No es una confianza de amigos o de camaradas o de compañeros. Es una confianza que va de hijos a padre. En este caso de hijos de Dios al Padre bueno, de la mano del Hijo, del único Hijo, Jesucristo.

2.- Hacer la voluntad de Dios.

Si nos fiamos, la consecuencia, como dice el evangelio de Mateo que hemos leído, es hacer la voluntad de Dios.

«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7, 21). 

Hacer la voluntad es obedecer. En distintas ocasiones me gusta desentrañar el término. ¿Sabéis cuál es el significado filológico de la palabra obediencia? Ob-audiencia, obedecer; ob-audire, escucha y haz caso a lo que te dice el Señor. Obedecer es escuchar y actuar en consecuencia.

Jesús nos ha dicho en el evangelio de hoy que «el que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca» (Mt 7, 24).

Es decir, el que obedece a Dios sale ganando. «Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca» (Mt7, 25). Esa persona está edificada sobre Cristo que es la Roca.

Sin embargo, «el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena» (Mt 7, 26). Su casa es una ruina.

Aquí hay muchas consecuencias, porque: ¿A quién escuchamos? Y, ¿a quién obedecemos? Es decir, ¿de quién nos fiamos? Hay muchas palabras, muchas ideas en la sociedad, muchos reclamos, muchos estímulos que nos llaman la atención para que los sigamos y que, en muchas ocasiones, son tentaciones. Sin darnos cuenta los seguimos porque nos fiamos pensando que es eso lo que me dará la felicidad. Terminamos haciendo lo que nos piden esos estímulos.

Hay que confiar en el Señor y hacer su voluntad; ahí está la gracia y el don; de esa manera nuestra casa, nuestra persona, no se derrumbará.

3.- Vivir en ciudad fortificada.

Como consecuencia de las dos actitudes anteriores: confiar en el Señor y hacer su voluntad; así vivimos en una ciudad fortificada.

El profeta Isaías nos ha dicho: «Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes. Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad» (Is 26, 1-2).

El que se fía del Señor y lo obedece vive en una fortaleza inexpugnable. El pueblo de Israel vivió en una ciudad fortificada.

El cristiano vive en una ciudad fortificada y defendida por Dios. ¿Cuál es esta ciudad fortificada? La Iglesia. Vivimos en la Iglesia que es la familia de los hijos de Dios; según esta imagen de Isaías, vivimos en una ciudad fortificada. Vivimos en una fortaleza porque contra ella no puede ningún poder de este mundo. Eso mismo se lo prometió Jesús a Simón Pedro: «Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» (Mt 16, 18).

La imagen de la edificación sobre roca, Cristo, que vence todos los vendavales, lluvias y torrentes, y se mantiene firme, va unida a esa imagen según la cual la Iglesia de Cristo está edificada sobre Él, que es la Roca, y nadie la derrotará.

Los hijos de Dios, los hijos de la Iglesia, han sido siempre atacados y perseguidos. Desde los primeros apóstoles, en tiempos inmediatos, comenzaron las primeras persecuciones en Judea, en Israel, en Roma y en otros lugares. La Iglesia siempre ha sido perseguida, pero ahí se mantiene como ciudad inexpugnable. El que está dentro no debe temer. El que sale fuera puede perder.

Si nosotros somos ciudadanos de esta ciudad fortificada no debemos temer lo que venga, porque Cristo está con nosotros, porque nos ha regalado su Espíritu.

4.- La Visita pastoral.

La Visita pastoral quiere ser una revisión de cómo vivimos la fe: ¿La vivimos tal y como nos dicen hoy las lecturas, confiando en el Señor, haciendo su voluntad y viviendo como familia de hijos de Dios? ¿Vivimos la fe celebrándola con gozo en la liturgia, alimentándonos con la Palabra y con la Eucaristía para, después, poder dar testimonio cuando salimos del templo? Cuando salimos de la ciudad fortificada, salimos al valle y nos encontramos con las personas, con amigos y enemigos, con quienes nos comprenden y con quienes nos odian, ¿damos testimonio de Dios? Pues la fuerza la llevamos dentro, porque Jesucristo nos ha regalado su Espíritu y contra ese Espíritu no puede ninguna fuerza del mal.

En la asamblea que celebraremos al terminar la Eucaristía, dialogaremos sobre cómo vivimos la fe, cómo podemos vivirla mejor y cómo podemos ser mejores testigos de esa fe. 

Vamos a pedir a la Virgen, en esta parroquia naturalmente bajo la advocación de Nuestra Señora de Fátima, que nos ayude a vivir con gozo, alegría y sin miedos la fe; y que nos ayude a saber confiar como Ella se fio, –por eso dijo «fiat», hágase–, a confiarnos en el Señor, a hacer su voluntad, –«hágase en mí según tu Palabra»–, y a vivir en esta Iglesia que Cristo nos ha regalado. Que así sea.

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