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Diario de una adicta (XXXIV). Otra vez en el hospital

Habitación de un hospital. FOTO: EL MUNDO
Publicado: 11/11/2016: 3098

Desperté en el hospital con la cara vendada, me faltaba la respiración y cualquier movimiento me producía un intenso dolor. Tenía todo el cuerpo magullado y cubierto de moratones y cardenales.

Me habían encontrado inconsciente en una calle y sin documentación, y estaban intentando identificarme. Yo no sabía dónde me encontraba.

La enfermera al verme abrir los ojos, me preguntó mi nombre, pero yo no me orientaba y me costaba trabajo pronunciar las palabras; después supe que los labios los tenía muy hinchados y unos cuantos dientes rotos. Mi estado de turbación era profundo.

La cara de la enfermera, sonriente y amistosa, me dio ánimos para intentar decir algo pero no sabía qué decir, aunque de manera gradual iba tomando contacto con lo que me rodeaba. Por señas y con mi brazo izquierdo le pedí un teléfono, ella me sugirió que le dijera el número y me lo marcaría. Con  verdadero esfuerzo de memoria y casi de manera instintiva, con los dedos le fui señalando los números del móvil de mi madre, aunque no estaba seguro de algunos de ellos. Me puso el teléfono al lado del oído y cuando reconocí su voz, me eché a llorar y no pude decir nada. La enfermera me pidió el teléfono, salió de la habitación y estuvo hablando con ella explicándole mi situación.

No pasó mucho tiempo cuando aparecieron mis padres y mi hermano. Al verme, se quedaron impresionados y se pusieron a llorar, al igual que yo. Mi madre no sabía como abrazarme, y mi padre y hermano, a los pies de la cama, sólo hacían llorar. No sé el tiempo que pasó, pero yo ya me sentía más tranquila con su presencia. Mi hermano era el que parecía más entero, y es que la procesión, él siempre la desarrollaba por dentro.

Mi declaración a la policía, días más tarde, fue rotunda y clara, porque el miedo no se separaba de mi persona.

- Unos tíos me cogieron para robarme el bolso y como me negué y me enfrenté a ellos, se pusieron a pegarme y yo ya no me acuerdo de nada más, sólo que eran tres y muy jóvenes

 

José Rosado Ruiz

Médico acreditado en adicciones

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