10 de julio. Comienzan la jornada en El Aaiún, «con el rezo de laudes, un tiempo de oración personal y la celebración de la Eucaristía. Después del desayuno partimos hacia el norte para dirigirnos a un campamento donde pasaríamos un día de retiro. El lugar no podía ser mejor para retirarse en oración: en medio del desierto, justo donde empiezan las dunas de arena», explica José Francisco. 

×

No iban solos en esta aventura, los acompañaba el misionero oblato Mario León Dorado, OMI,  prefecto apostólico del Sáhara, «quien nos dio algunas claves para la oración, inspiradas en la espiritualidad de Carlos de Foucauld y en las palabras del papa Francisco en su reciente viaje a Marruecos», añade José Francisco.

×

La jornada de oración los llevó hasta el rezo de vísperas, a la tarde. «Después de compartir la experiencia impactante y poner en común lo vivido en la oración, algunos amigos de los misioneros oblatos nos guiaron, antes de la puesta del sol, para que pudiéramos admirar las impresionantes dunas del desierto; hasta pudimos ver un rebaño de camellos acompañado por sus pastores», expresa José Francisco. 

«Terminamos la tarde compartiendo todos el té, casi un ritual aquí. Cuando te sirven el té, lo hacen por 3 veces, convirtiéndose en una sentada que se prolonga en el tiempo y se acompaña de una buena conversación», concluye. 

×

×

×