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Semblanza de Rufino González Barjacoba

Publicado: 04/10/2006: 4201

 

El día 4 de Octubre del presente año, a las 21:50 horas el Padre Rufino moría en la Residencia "Paz y Bien" de la Ciudad de Tuy, rodeado de sus hermanos, sobrinos, religiosas Franciscanas Hospitalarias de la Inmaculada Concepción y dos sacerdotes. Estuvo consciente hasta el último momento, orando con los que le rodeaban, y al termino de las oraciones levantó su mano, con un saludo de despedida y pronunciando varias veces estas palabras: "gracias a todos". Y cerró sus ojos

Antes de las 22 horas de esa noche, me lo comunicaron, e inmediatamente se lo hice saber a nuestro Sr. Obispo. Mi desplazamiento al funeral y entierro del Padre Rufino ha sido una experiencia difícil de olvidar. Presidí la Eucaristía concelebrando con todos los sacerdotes de Tuy y uno venido de Ciudad Rodrigo.

Rufino nació en Mones-Petin, provincia de Orense, el 13 de febrero de 1928.

Su infancia y juventud se centra en la escuela del pueblo y en ayudar en el campo a sus padres. A los 14 años marcha a Madrid con una hermana mayor y comienza su andadura en el mundo del trabajo. Realizó su servicio militar en el ejército del Aire y posteriormente entró a trabajar en el aeropuerto de Madrid.

A los 24 años marcha a Argentina como cooperador de los Operarios Diocesanos y centra su actividad, a lo largo de 17 años de permanencia en aquellas tierras, en trabajar entre los niños, jóvenes y pobres. Y, algo que quizás os va a sorprender: presentaba unos programas en T.V. ¡Ahora comprendo cuando él me decía: "es fácil salir en pantalla, pero cuántas horas de trabajo hay detrás de cada uno de los minutos”!

Cuando llega a Málaga, viene acompañado por dos compañeros procedentes del Monasterio Benedictino del Paular, pues quieren hacer una experiencia de vida contemplativa dentro de la dinámica de la vida pastoral en una parroquia.

Termina la Teología en, el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de nuestra Diócesis de Málaga, y el 23 de Junio de 1979, Mons. Don Ramón Buxarrais Ventura lo ordena sacerdote en la Parroquia de San Antonio María Claret de Málaga.

Hasta el 16 de Octubre de 2003, la Iglesia Local de Málaga le encomendó diversas parroquias para presidir, servir y santificar en nombre del Sr. Obispo. De esa manera el P. Rufino, inició su ministerio sacerdotal en Cortes de la Frontera y Estación de Cortes. Cuatro años más tarde es enviado de Párroco al Valle de Abdalajís y la Joya, donde vuelca su corazón con una gran delicadeza y servicio a los mayores y enfermos.

Sin dejar estas parroquias, se le encarga de la Estación de Cártama, y Aljaima.

Es el 1 de octubre de 1987 cuando se incorpora a nuestro Arciprestazgo como Párroco de Santo Domingo de Guzmán, en Benalmádena-Pueblo, al tiempo que Vicario Parroquial de Nuestra Señora del Carmen de Fuengirola. Y es en Septiembre de 1989 cuando Rufino es destinado a la Parroquia de Ntra. Sra. del Carmen, de nuestro pueblo de Fuengirola, hasta el 15 de Octubre de 2003, que, como él decía: "el bichito estaba empezando a comer", Y marcha, para preparar su encuentro con Dios nuestro Padre, rodeado de los suyos y respirando el aire de su infancia: el aire gallego.

¿Cómo resumir la vida del Padre Rufino y su paso entre nosotros? He encontrado en el Libro de los Hechos de los Apóstoles la respuesta. El Apóstol Pedro, cuando presenta la figura del Señor Resucitado, hace de Él un resumen genial, sencillo y con un mensaje impresionante que debe cautivar a todo creyente: Pedro dice: “Pasó haciendo el bien". Y esto, creo, se lo podemos aplicar al P. Rufino. Pero yo, ante su cadáver, me preguntaba dónde estaba la raíz, el fundamento de saber pasar por la vida "haciendo el bien". Analizando un poco su vida, encontré estas raíces:

  1. Rufino era un hombre de oración. Sabía escuchar a Dios. Era activo, pero sentarse ante el Sagrario, llenarse de Dios..., era lo prioritario de su vida. Y desde esa experiencia, hablaba de Dios a los demás con paz, alegría y esperanza.
  2. Rufino era un hombre que se sabía "expropiado por Dios para servir a la Iglesia, y a los hermanos". Pero sobre todo, a los pobres y a los enfermos. Cáritas parroquial, atender a los transeúntes y visitar a los enfermos, creo, eran sus prioridades pastorales. En estas actividades descubría la presencia del Cristo vivo y doliente.
  3. Rufino era un hombre que amaba a la Iglesia. Y la amaba como es. Nunca, de sus labios, salió una palabra de crítica o malestar. La Iglesia diocesana y parroquial llenaban su corazón, y su parroquia del Carmen era de las primeras en colaborar en las necesidades diocesanas.

Un hombre de oración, sabedor que es un servidor y amante de la Iglesia (nacida del corazón del Crucificado), es lógico, que fuera un hombre feliz, que transmitiera confianza y pasara haciendo el bien.

Con palabras de nuestro Sr. Obispo, en su carta que entregué a los familiares en el Funeral, tenemos esta afirmación: "Hemos perdido a un hombre de Dios profundamente bueno" y también afirmaba nuestro Sr. Obispo: "No hemos perdido a un sacerdote sino que hemos adquirido un intercesor más ante nuestro Padre Dios".

Para terminar, me vais a permitir contaros tres anécdotas que reflejan el alma y la talla de D. Rufino.

  1. A mí fue al primero que me comunicó el estado terminal de su salud, con la promesa de no decir nada a nadie. Claro que no la respeté y se la comuniqué al Sr. Obispo. A la mañana siguiente estábamos en el Obispado y nunca olvidaré el abrazo de D. Antonio y D. Rufino y la conversación de fe y esperanza cristiana que ambos mantuvieron. Diálogo de dos hombres de fe.
  2. Unos meses antes, en Mayo, cuando él ya sabía o intuía que las cosas iban mal, me pidió que le celebrara la Eucaristía en su Parroquia, pues tenía que hacer una gestión. Marchó a Tuy, sin visitar a sus familiares, fue a pedir acogida en la residencia “Paz y Bien"; pero no había ninguna habitación disponible. Le vieron tan cansado que quisieron las religiosas que descansara y tornara algo y él lo rechazó. Por su cara de humildad, (y su mala cara) las religiosas le pidieron el número de teléfono para cuando hubiera sitio. Al inicio de Octubre lo llaman, se despide de su parroquia y de todos nosotros y marcha para Tuy. Cuando llega a la Residencia, por la tarde, pide si puede celebrar la Eucaristía, con el asombro de las religiosas. Él no había dicho nunca que era sacerdote para no tener privilegios; y así, cualquier otro anciano que hubiera solicitado antes que él alojo, se pudiera quedar fuera.
  3. Y, por último, en los siete últimos días de vida, ya cansado y sin voz, no le pasaban llamadas. La razón que daba era que no quería que nadie sufriera por su estado al comprobar que casi no podía hablar. Sólo cogió el teléfono al Señor Obispo y habló con él. Al término de la conversación, las religiosas le dijeron: Padre Rufino, ¿de dónde ha sacado esa voz potente y ese humor?". Su respuesta fue genial: "Es mi Obispo y no quiero que sufra".

En mis conversaciones habituales con él, mientras estaba con nosotros, y posteriormente conversaciones semanales cuando partió, he aprendido mucho, y he gozado por tener la suerte de compartir sus últimos momentos de su presencia física entre nosotros.

"El que cree en Mi, aunque haya muerto, vivirá". Estas palabras del Señor Jesús se han hecho realidad, ciertamente, en Rufino. Él, ahora, vive en la casa del Padre como intercesor. Él ya sabe lo que tanto oró con el Prefacio de la Misa de Difuntos: "la vida no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo".

Rufino, descanse en paz.

José María Ramos Villalobos

Autor: diocesismalaga.es

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