DiócesisHomilías

Celebración ecuménica por la Unidad de los Cristianos (Catedral-Málaga)

Publicado: 20/01/2013: 6463

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la celebración ecuménica por la Unidad de los Cristianos celebrada en la Catedral de Málaga el 20 de enero de 2013.

CELEBRACIÓN ECUMÉNICA

POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

(Catedral-Málaga, 20 enero 2013)

 

Lecturas: Miq 6, 6-8; Sal 86, 11-16; Gal 3, 26-18; Lc 24, 13-35.

 

¿Qué exige Dios de nosotros?

 
1.- Espiritualidad india “dalit”

Los textos para las celebraciones de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de este año han sido preparados con la colaboración del Movimiento Estudiantil Cristiano de la India (SCMI). Por ello se tiene en cuenta la realidad dalit y ofrecen una oportunidad de compartir su espiritualidad. En esa línea, nos ha narrado la Pastora Metelh, de Noruega, la historia de una cristiana dalit, Sara.

Los rasgos de esta espiritualidad dalit son la búsqueda de la justicia, la amabilidad y el caminar con dignidad ante Dios (cf. Miq 6, 6-8): «Se te ha hecho conocer lo que está bien, lo que el Señor exige de ti, ser mortal: tan sólo respetar el derecho, practicar con amor la misericordia y caminar humildemente con tu Dios» (Miq 6, 8). Esto podría responder al lema de la Semana de Oración por la Unidad y que dice: “¿Qué exige Dios de nosotros?”. ¿Qué exige Dios de cada uno de nosotros de cara a la unidad, de cara a la relación con Dios y con los demás hermanos creyentes en Jesucristo? A lo largo de toda la Semana de Oración, los cristianos en todo el mundo exploran en comunión ecuménica lo que significa amar la justicia, practicar la misericordia y caminar humildemente con Dios. Eso es lo que nos corresponde también esta tarde a nosotros.

La celebración de hoy contiene un signo de comunión, que es común a todas las comunidades dalits: compartir unas semillas como símbolo de nuestra vocación a la esperanza y a la transformación.

En este año celebramos el 40 Aniversario de la fundación Lux Mundi, creada por el P. Delius, s.j. Damos gracias a Dios por el regalo de esta Fundación y por los frutos que se han ido produciendo por su mediación. Agradecemos a los Padres Jesuitas su dedicación y aportación, así como la colaboración prestada por tantos voluntarios a los centros de Fuengirola y de Torre del Mar.

2.- Caminar juntos

El tema se desarrolla a lo largo de los ocho días a través de la metáfora del caminar. Para las comunidades dalits, el camino hacia la liberación es inseparable del camino hacia la unidad. Nuestro caminar con los dalits esta semana, y con todos los que ansían la justicia, es una parte integral de la oración por la unidad de los cristianos.

Caminar humildemente con Dios significa caminar como personas que hablan unos con otros y con el Señor, estando siempre atentos a lo que oímos. Eso es lo que les ocurrió, según el texto de Lucas que hemos escuchado, a los dos discípulos de Emaús: «ese mismo día dos de los discípulos se dirigían a una aldea llamada Emaús, distante unos once kilometros de Jerusalén. Mientras iban hablando de los recientes acontecimientos, conversando y discutiendo entre ellos, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar a su lado» (Lc 24, 13-15).

Vamos a pedirle al Señor que camine con nosotros, a nuestro lado, en este camino ecuménico hacia la Unidad. Porque no iríamos por el buen camino si fuésemos solos. Necesitamos caminar con Él, con Cristo.

3.- Conversación ecuménica

En todo camino hay una conversación, se habla de lo que acontece. Los discípulos han hablado de los recientes acontecimientos en Jerusalén: Jesús había sido condenado, clavado en la cruz.

La conversación ha sido algo primordial para el movimiento ecuménico, al abrir espacios para que aprendamos unos de otros, compartiendo lo que tenemos en común y haciendo que nuestras diferencias salgan a la luz y sean abordadas. Esta es la forma en que se desarrolla el entendimiento mutuo.

La búsqueda de la unidad mediante la práctica de una verdadera conversación, más allá de las diferencias que nos separan, es parte de nuestra vocación fundamental de responder a lo que Dios exige de nosotros: a través de la conversación verdadera se hace justicia y aprendemos la amabilidad.

Os animo a levantar la mirada y a que alcemos nuestro horizonte orientando nuestra conversación hacia la vida nueva, que trae esperanza de resurrección; evitando una conversación que tenga como fin la mera consecución de nuestros objetivos humanos.

4.- Pérdida de esperanza

Los discípulos de Emaús tenían una experiencia negativa, habían perdido la esperanza. Venían como fracasados. Cristo había muerto. Jesús, su maestro, había muerto, no había resucitado aún.

La experiencia tiene lugar en un viaje que hacen juntos, pero con poca esperanza. Jesús les preguntó «¿pues qué ha pasado? Le dijeron: Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y palabra delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de nuestros sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. Nosotros teníamos la esperannza de que él iba a ser el libertador de Israel, pero ya han pasado tres días desde que sucedió todo esto» (Lc 24, 19-21).

Como Iglesias vivimos con diferentes niveles de unión o de desunión, y puede apoderarse de nosotros también la desesperanza, podemos tener prejuicios, podemos tener incluso miedos; pero todo eso el Señor lo puede iluminar, lo puede sanar, lo puede curar.

5.- Presencia de Jesucristo resucitado

La presencia de Jesucristo resucitado es importantísima, es necesaria en este camino en el que sus fieles creyentes vamos juntos.

Jesús, como con los discípulos de Emaús, elige unirse a la conversación, quiere unirse en nuestro diálogo ecuménico y en nuestro caminar.

En este relato de resurrección son importantes dos cosas: el deseo de Jesús de tomar parte en nuestra conversación y también nuestra respuesta de querer que se quede y que hable más con nosotros: «Quédate con nosotros» (Lc 24, 29).

Esta tarde le pedimos que se quede con nosotros: “Señor, Jesús, quédate con nosotros, no nos dejes solos, no nos dejes en la noche ni en la desesperanza. Queremos sentir tu presencia entre nosotros. Será la que nos haga avanzar y caminar en este andar ecuménico hacia la unidad, que es, en definitiva, andar contigo y hacia Ti”.

Todos los cristianos saben lo que significa este encuentro con Jesús, y el poder de su palabra. Los discípulos de Emaús decían: «¿No nos ardía ya el corazón cuando conversábamos con él por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc 24, 32). Esta experiencia de Cristo resucitado nos llama a todos a una unidad más profunda en Cristo.

La conversación constante entre nosotros y con Jesús es la que nos mantiene caminando juntos hacia la unidad.

6.- Testigos del encuentro con Cristo

Esos mismos discípulos de Emaús cuando experimentaron la presencia de Cristo Resucitado salieron a dar testimonio de esa experiencia: «En el mismo instante, emprendieron el camino de regreso a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a todos los demás» (Lc 24, 33),

Los demás también habían experimentado a Cristo Resucitado, pues estaban diciendo cuando llegaron: «Es cierto que el Señor ha resucitado y que se ha aparecido a Simón. Y ellos, por su parte, contaron también lo que les había sucedido en el camino y cómo habían reconocido a Jesús cuando partía el pan» (Lc 24, 34-35).

En esta tarde queremos que Jesús se quede con nosotros también, que comparta su Palabra, converse con nosotros y nos ayude a experimentar su presencia de Resucitado. Esa misma experiencia nos llevará a dar testimonio y podremos salir diciendo: “Es verdad, Cristo ha estado con nosotros. Cristo ha resucitado, somos testigos de ello”. Eso, en primer lugar, nos unirá más fraternalmente y, en segundo lugar, llevará a otros a aceptar ese Cristo que quiere caminar con nosotros.

7.- Oración

Quiero terminar con la oración que propone la Comisión que ha preparado estas Jornadas y os animo a uniros mentalmente a esta oración:

“Jesucristo, confesamos con alegría nuestra identidad común en Ti y te damos gracias por invitarnos a un diálogo de amor contigo.

Abre nuestros corazones para que podamos compartir más plenamente tu oración al Padre de que seamos uno, y para que, mientras viajamos juntos, podamos unirnos cada vez más unos a otros.

Danos la valentía para que podamos dar testimonio juntos de la verdad y que nuestras conversaciones puedan abrazar a los que perpetúan la desunión.

Manda tu Espíritu que nos dé fuerza para combatir las situaciones en las que falta dignidad y compasión en nuestras sociedades, nuestras naciones y en el mundo.

Dios de la vida, condúcenos a la justicia y a la paz”. Amén.

 

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo