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Juan Carlos Millán: «Dijeron a mis padres que no saldría del quirófano»

Publicado: 27/01/2014: 9689

Juan Carlos Millán ha sido ordenado como diácono ayer sábado en la parroquia de Los Mártires. Cumple un sueño que, debido a circunstancias muy difíciles, se ha retrasado. Pero esa espera no ha hecho más que aumentar sus ganas de ordenarse, ya que «lo que yo quiero es ser cura».

Juan Carlos estudió Educación Infantil en San José de la Montaña y entró en el Seminario Menor con 11 años, de donde guarda buenos recuerdos. Este muchacho cordial y afectuoso relata que «a día de hoy, uno de mis grandes amigos es de la época del Seminario Menor». Aunque reconoce que en el seminario era pequeño y «uno no va allí con la idea de ser cura, sino a pasarlo bien con los amigos o conocer gente».

«Pasar por la vida dejando un rastro de cariño y amistad» es fundamental para Juan Carlos. Por eso «los que eran mayores en la época de mi niñez, que hoy en día están casados y son padres, siguen estando en contacto conmigo y saben lo que hago. Eso te da alegría».

SU FE SALIÓ FORTALECIDA

Del Seminario Menor pasó al Seminario Mayor, siguiendo con la formación que lo iba a llevar al objetivo de su vida: ser cura. Tras los años preceptivos de estudio, Juan Carlos veía cercana la meta para la que se había estado preparando tanto tiempo; pasaría a ordenarse como diácono el 18 de octubre de 2013. Pero el infortunio llegó en el peor momento. En una operación de mandíbula «me fisuraron la carótida derecha y me cortaron el nervio óptico del lado derecho». La consecuencia fue una segunda operación en la que la carótida reventó por completo. «Le dijeron a mis padres que no se sabía si yo saldría del quirófano». Pero salió. En esas circunstancias tan adversas, notó el apoyo de los amigos y la familia, por eso comenta que «en el momento de la desgracia, la gente ha demostrado que estaba». La experiencia de la enfermedad y las noches de hospital han fortalecido la fe y la vocación de Juan Carlos. Así, «en el hospital, la gente me decía que no perdiera la confianza en Dios, pero no sabían lo que me estaba costando. En los momentos más duros yo miraba hacia arriba y pensaba que si podía superarlo era porque Él quería. Si no fuera por Él, yo no habría podido».

Juan Carlos va, poco a poco, recuperando la normalidad. Estuvo al borde de la muerte, perdió 15 kilos de peso, no podía masticar y se le cerró un ojo. Aún hoy día tiene visión doble, pero es optimista porque «compruebo que tengo la cara bien, puedo masticar correctamente y me ordeno diácono». El 25 de enero, en la iglesia de los Mártires, Juan Carlos ha acudido a una cita aplazada. Ha acudido a la ordenación teniendo en cuenta que el camino se ha alargado y ha sido duro, pero con la vocación intacta, haciendo suyas las palabras que le dijo el Sr. Obispo: «Ser diácono es una parte de servicio total». El párroco de la iglesia de los Mártires, Federico Cortés, ha puesto la parroquia a su disposición.

Además, «en esa iglesia está la Virgen de Remedios, y soy muy amigo de la gente de su cofradía y devoto de la imagen. Días antes de operarme me dieron un rosario de la Virgen y, junto a mi cruz del seminario, estuvieron conmigo durante toda mi estancia en el hospital», comenta Juan Carlos.

«Al final todo llega. No hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo aguante». Juan Carlos ha celebrado, por fin, su ordenación como diácono, y lo hace teniendo en cuenta la batalla que ganó y rodeado de los suyos. Al fin y al cabo, como dice Juan Carlos: «Aunque haya momentos de soledad extrema, Dios nunca te deja».

Autor: Francisco J. Pérez Jaén @fjjaen

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