NoticiaEntrevistas Mons. Adolfo González Montes: «Ciriaco y Paula soportaron el martirio por amor a Cristo» Mons. Adolfo González Montes Publicado: 06/06/2024: 3673 Mártires El II Ciclo de Conferencias sobre los Patronos de Málaga, los mártires Ciriaco y Paula, han traído a Málaga a Mons. Adolfo González Montes, obispo emérito de Almería y presidente de la Comisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española durante varios cuatrienios. La conferencia tuvo lugar el viernes 14 de junio a las 19.30 h. en el Centro de Estudios Teológicos (c/ Abadía de Santa Ana, 4, Málaga). «Fueron mártires por tener la justicia de Dios como criterio frente a los diversos tipos de corrupción que tientan a los hombres y los arrastran a la “apostasía de Dios y de Cristo”» Escucha la conferencia de Mons. Adolfo González Montes en el II Ciclo de los Patronos de Málaga: Conferencia de Mons. Adolfo González Montes en el II Ciclo de los Patronos de Málaga Como experto en temas de Ecumenismo y Relaciones Interconfesionales, es esta la perspectiva desde la que usted se acerca a los santos Ciriaco y Paula, quienes dieron testimonio de su fe en Málaga. ¿Qué le dicen, personalmente, estos jóvenes que la diócesis toma como ejemplo de seguimiento a Cristo? Me he procurado informar sobre estos jóvenes mártires que vivieron en el último tercio del siglo III y dieron su vida por Cristo a comienzos del siglo IV. Los mártires siempre me han impresionado por el arrojo con el que afrontaron el testimonio de Jesús. Los jóvenes son generosos y cuando es el amor el que los mueve por una causa justa afrontan peligros y son capaces de arriesgar su vida. En estos mártires se cumplen las palabras de Jesús que transmite el evangelio de san Juan: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» y ellos fueron, por eso, amigos fuertes de Cristo. Sigue habiendo mártires hoy. ¿Cuáles son hoy los principales motivos de persecución? Son los mismos de siempre: amar a Dios por encima de todas las cosas, por encima del poder y de la riqueza, del placer. Los mártires pusieron pasión en hallar la verdad y rechazaron vivir al margen de las exigencias de su conciencia. Fueron mártires por tener la justicia de Dios como criterio frente a los diversos tipos de corrupción que tientan a los hombres y los arrastran a la “apostasía de Dios y de Cristo”, como decía san Juan Pablo II. Los mártires no se avergonzaron de su fe cristiana y fueron testigos de Jesús en su propia circunstancia de vida. ¿Cómo hemos de contemplar el misterio del martirio para que dé frutos en nuestra vida de fe? Primero de todo, tratando de conocerlos más de cerca y luego siguiendo su ejemplo. El martirio no es una muerte buscada ni patológicamente querida. Un cristiano no se inmola matando. El martirio de los jóvenes Ciriaco y Paula fue soportado imitando el martirio de Jesús, crucificado por nuestro amor. Lo soportaron por amor a Cristo fieles al Evangelio que ya entonces había sido proclamado en las tierras meridionales de España. ¿Cómo ayuda su sangre a la reconciliación de las Iglesias, a unirnos los cristianos y a vencer aquello que nos separa? El martirio es la prueba mayor de amor a Dios, y la unidad de los cristianos es un don de Dios que esperamos alcanzar en la medida de nuestra configuración con Cristo redentor. Dios nos ha manifestado su amor en la pasión y en la cruz de Jesús, por eso los que dan su vida por Dios uniéndose al sacrificio de Cristo, derramando su sangre, como dice san Pablo, se asocian a la redención de Cristo, que es nuestra reconciliación y nuestra paz. ¿Podría destacar alguna realidad que ayude a ver ese ecumenismo de la sangre? El ecumenismo de la sangre es el ecumenismo de los mártires, que por amor de Cristo han experimentado el odio del mundo hasta la muerte y han superado en el martirio por Jesús las diferencias que los separaban. Dios quiere que los seres humanos se amen como hermanos y no se causen sufrimientos recíprocos. Nos acercaremos unos a los otros, si reconocemos en Dios al Padre común que en Cristo nos descubre que somos hermanos. Los cristianos no tenemos que tener miedo a anunciar el amor universal de Dios revelado en Cristo, como hicieron los mártires, para que un mundo sin Dios no alimente odios y desencuentros, guerras y destrucción que amenacen de muerte la vida de los hombres.