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Misa Crismal (Catedral-Málaga)

Misa Crismal en la Catedral, Miércoles Santo de 2017 · Autor: M. Zamora
Publicado: 12/04/2017: 6181

MISA CRISMAL

(Catedral-Málaga, 12 abril 2017)

Lecturas: Is 61,1-3.6-9; Sal 88,21-27; Ap 1,5-8; Lc 4,16-21).

Renovar nuestro ministerio sacerdotal

1.- En el presente curso pastoral hemos tenido la alegría de celebrar la canonización de Don Manuel González, pastor bueno que fue de esta diócesis, quien dejó una profunda huella, especialmente a través del Seminario, de la promoción de la adoración eucarística, de su preocupación por los pobres y de las instituciones apostólicas por él fundadas. Damos gracias a Dios por este gran regalo.

Su “lema pastoral, inscrito en la cruz del frontis del altar del Seminario, dice en latín: «Pastor Bueno, haznos buenos pastores, dispuestos a dar la vida por las ovejas». San Manuel estuvo muy cerca de la gente, ayudando, educando, evangelizando. Como “pastor bueno” fue un gran sacerdote, enamorado de la Eucaristía, y un gran catequista; y publicó varios escritos eucarísticos, sacerdotales y catequísticos. Todo ello formaba parte de su tarea de pastor, que Dios le encargó” (J. Catalá, Homilía de acción de gracias por la canonización, 1; Catedral-Málaga, 29.X.2016).

Queridos sacerdotes, tenemos un santo a quien imitar; tenemos un pastor, que amó a su grey; tenemos un maestro que nos indica cómo ejercer nuestro ministerio; tenemos un gran catequista, que supo educar bien en la fe; tenemos un intercesor, que vela por nosotros y por nuestra Diócesis.

Pido al Señor que seamos adoradores de la Eucaristía, como él lo fue; que amemos nuestro Seminario como él lo amó; que sirvamos a los pobres con el afecto y amor con él los sirvió; que lo que tantas veces decimos de palabra sobre sus enseñanzas y su figura, lo llevemos a la práctica; que trabajemos en la pastoral vocacional como él lo hizo. Este año la tenemos como prioridad pastoral. Los candidatos al sacerdocio llegan cuando los sacerdotes vivimos con alegría, generosidad y fidelidad nuestro ministerio.

2.- El papa Francisco nos advierte de la “tentación de la supervivencia”, que puede hacer estéril nuestra vida consagrada: “Un mal que puede instalarse poco a poco en nuestro interior, en el seno de nuestras comunidades. La actitud de supervivencia nos vuelve reaccionarios, miedosos, nos va encerrando lenta y silenciosamente en nuestras casas y en nuestros esquemas. Nos proyecta hacia atrás, hacia las gestas gloriosas –pero pasadas– que, lejos de despertar la creatividad profética, nacida de los sueños de nuestros fundadores, busca atajos para evadir los desafíos que hoy golpean nuestras puertas” (Homilía en la Jornada mundial de la vida consagrada; Vaticano, 2.02.2017).

Esto lo dijo a personas de especial consagración. Aplicado a nuestro ministerio, queridos sacerdotes, la actitud de la supervivencia sustrae fuerza a nuestra misión, porque intenta domesticarla, hacerla accesible y fácil, pero la priva de la fuerza creativa; “nos hace querer proteger espacios, edificios o estructuras, más que posibilitar nuevos procesos. La tentación de supervivencia nos hace olvidar la gracia, nos convierte en profesionales de lo sagrado, pero no padres, madres o hermanos de la esperanza que hemos sido llamados a profetizar. (…) la tentación de la supervivencia transforma en peligro, en amenaza, en tragedia, lo que el Señor nos presenta como una oportunidad para la misión” (Ibid.).

3.- El Señor nos invita a decir como él mismo dijo en la sinagoga de Nazaret: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva» (Lc 4, 18). Ésta es la hermosa misión que Cristo nos ha confiado, queridos presbíteros y diáconos.

En fidelidad al hombre de cada época y de cada momento histórico, la Iglesia debe “actualizar” su manera de afrontar los retos antiguos y nuevos, que se le presentan. Es necesario revisar los criterios pastorales, adaptarlos, modificarlos, re-estructurarlos. Los cambios pastorales no responden a caprichos del obispo y de los responsables de cada momento; más bien son una respuesta ajustada a las necesidades de la comunidad cristiana. “Ecclesia semper reformanda”, dice el proverbio latino. Se trata de ser fieles a la conversión pastoral pedida por el papa Francisco (cf. Evangelii gaudium, 25-33).

Hacer cambios, que respondan con fidelidad al mandato del Señor, no significa que lo realizado anteriormente estuviera mal hecho; ni tampoco supone una crítica negativa de los pastores precedentes.

Cabría citar muchos ejemplos de criterios pastorales, que han ido cambiando en la Iglesia y en nuestra diócesis a lo largo de las últimas décadas, que tuvieron en su momento inicial una oposición a sus promotores; pero después se han ido aceptando poco a poco y han dado resultados muy positivos. Por ejemplo: la institución y revitalización de los arciprestazgos hace ya varias décadas, la pastoral juvenil más recientemente, la catequesis de infancia, la preparación al matrimonio y otros.

4.- Un nuevo reto pastoral que tenemos ahora es la celebración litúrgica con la nueva traducción y adaptación de la tercera edición del Misal Romano. Agradezco vuestro interés por conocer y llevar a cabo las posibilidades que nos ofrece. Recordad que somos servidores de la liturgia; no los dueños ni los creadores de la misma. Os animo a realizar el esfuerzo por celebrar mejor cada día la Santa Liturgia.

Quiero dar gracias a Dios por todos vosotros, queridos sacerdotes y diáconos; por vuestra dedicación fiel e incansable, por vuestra generosidad y por vuestra ilusión sacerdotal. Y pido a los fieles cristianos que os acojan, os apoyen, os amen y recen por vosotros.

Tenemos muy presentes también a los sacerdotes enfermos e impedidos, que no pueden estar físicamente ahora entre nosotros, pero se unen espiritualmente a esta celebración y hacen la renovación de sus promesas sacerdotales.

También damos gracias por tantos hermanos de nuestro presbiterio, que nos precedieron, de modo especial los que el Señor se llevó junto a sí en este curso pastoral; por su magnánima entrega en el ministerio y por su ejemplo de fidelidad al Señor.

Pedimos a Santa María de la Victoria, Patrona de nuestra Diócesis, que nos acompañe siempre en nuestra misión sacerdotal y diaconal. Amén.

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