NoticiaEntrevistas José Emilio Cabra: «La vida cristiana necesita ser acompañada» José Emilio Cabra, junto a sus padres, tras defender su tesis doctoral Publicado: 13/12/2016: 24424 “Configurados con Jesús, Buen Pastor. Los sacerdotes y el acompañamiento espiritual” es el tema elegido por el sacerdote José Emilio Cabra (párroco del Puerto de la Torre y director espiritual del Seminario) para la tesis doctoral que defendió el pasado 15 de noviembre, en la sede de Cantoblanco de la Universidad Pontificia Comillas (Madrid). «El camino de la fe es personal y requiere un acompañamiento» Una tesis doctoral que comenzó en Roma y ha concluido en Madrid. En 2012 me envió D. Jesús Catalá a estudiar a Roma. Allí cursé la licenciatura en Teología Espiritual que concluí con un trabajo sobre el acompañamiento espiritual en las parroquias, es decir, cómo la parroquia puede acompañar, uno a uno, el proceso de cada creyente. Después continué los estudios de doctorado en la Universidad Comillas de Madrid. Mantuvimos el tema del acompañamiento, pero derivándolo a la espiritualidad del sacerdote, a su ministerio. Y ha sido un trabajo muy interesante. Muy en la línea de “Amoris laetitia” y “Evangelii gaudium”, en los que el acompañamiento es una de las palabras clave. Eso es, el Papa insiste en el acompañamiento de los procesos personales. Yo creo que es una necesidad de nuestra Iglesia. Quizás hemos valorado mucho el trabajo de grupo, la pastoral de grupos y los grandes encuentros, que son fundamentales, pero no podemos olvidar que, al final, el camino de la fe es personal y requiere un acompañamiento de persona a persona. En esta sociedad tan de relaciones virtuales, en la Iglesia siempre ha sido un valor el acompañamiento. Y eso hay que que cuidarlo y mantenerlo. En su tesis doctoral, lo ha concretado en el acompañamiento sacerdotal, ¿por qué? La tesis parte de la premisa de que la vida cristiana necesita ser acompañada y ese acompañamiento lo pueden ejercer tanto sacerdotes como seglares y religiosos. No es exclusivo de sacerdotes, pero quería fijarme un poco en el papel del cura –por la parte que me toca– tanto a la hora de acompañar como de ser acompañado. El papel que tiene como pastor y a la vez la necesidad de que otro hermano sacerdote lo acompañe también en la fe. Además, cuando un cura acompaña y cuando él es acompañado, no ejerce una tarea más de su ministerio, no es una cosa más de las mil que hacemos, sino que eso lo configura con el Buen Pastor. ¿Os dejáis acompañar los sacerdotes? De todo hay (se ríe). Yo creo que también los sacerdotes nos encontramos muchas veces solos, perplejos en un tiempo que cambia rápido, ante situaciones muy movedizas… Es cierto que los sacerdotes trabajamos en equipo, estamos cerca unos de otros… pero, al final existe una necesidad de abrir tu mundo interior, compartirlo con hermanos en la fe, para no engañarnos en situaciones en las que uno no tiene la lucidez necesaria para discernir y necesita que otro le ayude a interpretar qué es lo que nos está pidiendo el Señor a cada uno. Es importante no buscar un acompañamiento solo cuando vayan mal las cosas, sino siempre. El texto de los discípulos de Emaús es uno de los más completos sobre acompañamiento. De hecho, la tesina de licencia partía de ese texto: “y se puso a caminar con ellos”, tomado de la escena de Emaús. Es una imagen preciosa del acompañamiento espiritual: dedicar tiempo a lo que, aparentemente no luce, pero que es lo que construye a un cristiano, el proceso personal, que después se vivirá en un grupo o comunidad. Ha llegado a conclusiones prácticas? Partía de una idea muy concreta: que cuando un cura acompaña y cuando él es acompañado, no hace una tarea más de su ministerio, no es una cosa más de las 1000 que hacemos, sino que eso lo configura con el Buen Pastor. En el título de la tesis hay una cita de Juan Pablo II que es configurados con Jesús, Buen Pastor. El acompañar a otros te va forjando como discípulo del Buen Pastor y el ser acompañado te une a ese modelo que es Jesús. Ésa es la idea de fondo: la importancia de este ministerio o servicio que se presta y la necesidad a la vez de hacerlo nosotros. El acompañamiento que hace un cura del de una religiosa o un laico tienen rasgos distintos, pero lo importante es enraizarlo en el ministerio, que no es una cosa más, sino algo importante. De entre los muchos organigramas y programaciones que hacemos, ¿qué es lo importante? Yo creo que esa atención uno a uno, que es cuidado de la fe del pueblo que se nos ha dado y cuidado del propio ministro y del propio cura, es esencial y más importante que otras cosas. ¿Qué significa para usted ser doctor? Pues déjame que piense (se ríe), porque yo me noto igual. Lo que sí creo es que ha sido una experiencia muy rica la de este tiempo. Al día siguiente de la tesis eres el mismo que el día antes. Al principio me costó trabajo irme a estudiar porque eso suponía dejar la vida pastoral, ahora uno mira atrás y ve que ha habido un esfuerzo y una inversión grande de tiempo, de estudio, de reflexión, de lectura… y que, al final es un servicio que se presta a la Diócesis. Uno no es doctor ni párroco ni nada por sí mismo, sino porque el Señor quiere y para la gente. A mí siempre me ha animado, en estos años de estudio, pensar que era un servicio para la Diócesis y para el pueblo de Dios. Y así lo planteo. Si es útil pues eso es lo único que yo espero. Al regreso de Madrid, ha retomado dos tareas pastorales muy diversas. Así es. Nada más regresar de Madrid, antes de la defensa de la tesis, el Sr. Obispo me comunicó que sería el nuevo párroco de Ntra. de los Dolores, en el Puerto de la Torre, y el director espiritual del Seminario. Dos tareas muy distintas pero complementarias. Puerto de la Torre es una parroquia grande con mucha población y una organización grande. Ha sido una gozada entrar en ella, en la que he encontrado una comunidad en marcha y muy acogedora. El trabajo en el Seminario tiene mucho que ver con el acompañamiento. Son dos tareas muy bonitas: yo siempre he sido párroco y me encanta; y la tarea en el Seminario está siendo un descubrimiento precioso. Yo siempre le pido al Señor que me ayude a no estropearlos.