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La Verdad está “ahí arriba”

Publicado: 01/12/2009: 224

•   El belén abandona el altillo para situarse en el centro de la casa

Llevan un año esperando. Envueltas en el mismo papel de regalo que pocos días antes había adornado los obsequios de los Reyes Magos, las figuras del Belén han asistido desde altillos y trasteros al discurrir de la familia, a sus alegrías y a sus penas.

Las buenas notas de Marta, la varicela de Antonio y el primer diente de Cristina. Todo ello lo han tenido presente los pastores, la lavandera y el panadero para ofrecérselo, aunque estaban en otra caja, al Niño Dios.

María también lo ha escuchado todo, y como estaba muy cerquita de Jesús, se lo contaba: –“Mira, que la abuelita se ha puesto mala; mira, que papá se ha quedado en paro; ¡qué alegría, Hijo, que la pequeña ya anda!”

Jesús sí que ha estado pendiente de cuanto ocurría y es el que más ganas tenía de que llegara el Adviento. Y no sólo porque lo habían puesto justo encima del buey y se le estaba clavando todo el tiempo un cuerno en la espalda, sino porque quiere volver a anunciar a toda la familia, a los pequeños sobre todo, que Él ha venido a traernos el mejor de los regalos: la salvación.

El ángel, a lo suyo:

–“¡Aleluya!”, “¡Gloria!”

–“¡Silencio!”, –chista San José– “¡Que ya vienen!”

Estamos en el puente de la Inmaculada y, como es tradicional, la familia va a aprovechar para armar el Belén.

Los niños ayudan a desembalar y los más pequeños comienzan a reconocer cada una de las figuras.

Los padres les presentan cada personaje. Todos los que se acercan al portal son personas sencillas, gente del pueblo, porque para ellos ha venido especialmente el Señor. Herodes y los romanos están en otra cosa: con sus luchas de poder, buscando meterse al pueblo (y su dinero) en el bolsillo y matando a bebés inocentes. Los magos se acercan desde Oriente, porque gracias a la ciencia han llegado a reconocer a Dios. Pero aún les faltan unos días por llegar. ¡Paciencia, niños!

Todos los personajes tienen su sentido, su historia, su mensaje y los niños, con los ojos como platos, pueden asistir estos días, si los padres se lo proponen, a uno de los mayores espectáculos de la historia. Pueden viajar en la máquina del tiempo a Belén, año I de nuestra era. ¡Qué mejor oportunidad para transmitir nuestra fe!

Llega la Navidad, saquémosla a relucir. Aunque la verdad es que nunca se había ido del todo. Estaba (está) ahí, en el altillo de nuestro corazón.

Autor: Revista Diócesis

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