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«2012» o el arca de Noé laica

Publicado: 18/11/2009: 755

•   Crítica a la película de Rafael J. Pérez Pallarés

El nuevo trabajo del alemán Roland Emmerich ya ha llegado a las pantallas malagueñas. Analizamos su propuesta cinematográfica que nos habla de un espectacular fin del mundo.

El viernes 13 llegó a las pantallas de los cines españoles una película que está cosechando gran éxito de público: 2012. Es un film que está publicitado de la siguiente manera: “Nunca antes en la historia una fecha es tan importante para tantas culturas, tantas religiones, científicos y gobiernos: 2012. Es una aventura épica acerca de un cataclismo global que pone fin al mundo.”

Pues bien, esta aventura épica, dirigida por el alemán Roland Emmerich, tiene unas claves que penetran en el espectador de una forma ágil gracias a los excelentes efectos especiales y a un ritmo que hace que más de dos horas y media pasen muy rápidas. Es una película, que bien, podíamos llamar: 2012 o el arca de Noé laica. Y te cuento por qué.

El hombre y la tecnología gestionan la crisis desencadenada ante la inminencia del fin del mundo. Y eso, que en principio no es censurable, Dios nos ha regalado la razón e inteligencia para hacer frente a la vida, sí tiene algo que llama la atención: Dios no aparece prácticamente por ningún sitio. La referencia a Dios sólo la encontramos en quienes mueren. Muchos de los que perecen mueren rezando. Incluidos católicos junto al Papa. La oración se erige como un recurso in extremis sin resultado alguno.

Hay otro aspecto destacable: la caída de las instituciones religiosas representadas, sin ir muy lejos, en el impresionante derrumbe de la cúpula de S. Pedro del Vaticano. Por cierto, no se derrumba ninguna mezquita. Desconozco si es por una cuestión estratégica. Así se evitaría levantar suspicacias que afecten a las taquillas de Egipto, de Qatar, de Jordania o de los Emiratos Árabes, donde la película también se proyecta coincidiendo con el estreno europeo.

Por último China, el gigante emergente, se erige como salvador del mundo. Quizá en un guiño a las relaciones político-económicas entre USA y el país asiático. Por su parte, el continente africano emerge de las aguas como el lugar donde se posarán las arcas. Éste desde la tutela de los países más poderosos, será el lugar donde la vida continuará: el mundo no se acaba, una pincelada de esperanza matizada para un devastador film. En fin, claves para reflexionar sobre una propuesta fílmica, aparentemente inocua, que dibuja una forma muy concreta de entender el mundo: sin referencia a Dios y en el que el hombre, de la mano del budismo, que sí sube al arca de la mano de una familia, es el protagonista de su destino.

Rafael J. Pérez Pallarés

Autor: Revista Diócesis

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