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El papa de la periferia

Publicado: 03/04/2013: 4009

En varias ocasiones el papa argentino nos ha hablado de la necesidad de ir a la periferia, para encontrarnos con el dolor y las lágrimas de la humanidad sufriente.

En la misa crismal se lo decía a los curas de Roma: No seáis meros ejecutores, meros funcionarios. Salid en busca de los que sufren en la periferia de vuestras parroquias. A ellos hemos de ungir con el óleo de la esperanza y del consuelo. Damos gracias a Dios porque este papa nos está recordando algo que se nos había olvidado. Porque está siendo un papa desconcertante. Así lo fue Jesús, cuyas imágenes vamos a venerar en estos días por las calles de nuestros pueblos. Jesús  desconcertó no solo a las autoridades religiosas, sino también a sus propios seguidores. Estamos en vilo  con el papa Francisco. Desde que fue elegido, todo son novedades, sorpresas, gestos evangélicos y humildes que nos hablan  de ruptura y de renovación. Alguien ha dicho que el día en que el Vaticano abra sus puertas a todos los que sufren, ese día la Iglesia habrá encontrado el papa que necesitamos. Porque, aunque la reforma de la Iglesia no vendrá por los papas sino por los miles y miles de creyentes que se saben Iglesia de Jesús y que están dando sus vidas y su corazón por humanizar nuestro planeta, el que un papa quiera que nuestra Iglesia sea una Iglesia pobre y para los pobres, es fundamental.

Hasta ahora viene cumpliendo el encargo que el cardenal de Brasil le dio al ser elegido papa: “No te olvides de los pobres”.  El  Jueves Santo, Francisco  ha celebrado la misa en el Instituto Penal de menores  Casal del Marmo. Allí se ha  encontrado con  tantos jóvenes victimas  de nuestra barbarie civilizada. Con su presencia ha expresado de nuevo la fuerza transformadora de la bondad, la compasión y  la ternura.

El momento de la bendición, desde el balcón central de la basílica de san Pedro  fue impresionante, al pedirle al pueblo que lo bendiga a él, dejando  entrever que para él la centralidad de la Iglesia está en el pueblo de Dios. Todo han sido gestos de sencillez y de que quiere comenzar otro estilo de papado. Renunciar a la limosina, viajar en bus y en el coche de los municipales, pagar él mismo la factura en la casa donde estuvo hospedado, pedir a los obispos y a sus diocesanos de Buenos Aires que no vengan a la entronización, que lo que se vayan a gastar en el viaje  lo den a los pobres.

La expresión “Iglesia  de los pobres” que ya ha usado varias veces el papa Francisco, fue muy querida por el papa Juan  XXIII. Parece que fue acuñada por él. Sin duda que él hubiese deseado que entrara en la definición de Iglesia en los documentos  del Concilio, pero no pudo ser debido a su fallecimiento. Hubo, eso sí,  un buen número de obispos, casi todos del tercer mundo, que  propusieron varias veces el que la expresión fuera asumida por los padres conciliares, pero no abstuvo  los votos suficientes. No obstante,  cerca de cien obispos tuvieron una reunión en  la catacumba de santa Domitila de Roma y allí firmaron el llamado “Pacto de las catacumbas”,  por el que se comprometían  a  trabajar por una Iglesia pobre y de los pobres.   Aquellos obispos han fallecido, pero sus intuiciones siguen vivas.  Es necesario señalar que aunque el concilio no  acuñó la expresión   “Iglesia de los pobres”, en diferentes documentos del mismo   se  habla  de la solidaridad con los pobres como signo  de la Iglesia de Cristo. Recordemos tres textos emblemáticos:  Constitución sobre la Iglesia: “Así como Cristo fue enviado a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos,  de manera semejante la Iglesia abraza a todos los afligidos por la  debilidad humana, reconoce en ellos a su fundador y se esfuerza en aliviar sus necesidades y en servir en ellos a Cristo”   (n. 8). El comienzo de la Constitución sobre la Iglesia en el mundo de hoy  afirma: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de las personas, sobre todo de los pobres y de  los que sufren, son gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”. Finalmente,  el Decreto de la dimensión  misionera  de la Iglesia  dice: “Lo mismo que Cristo fue enviado a  evangelizar a los pobres, la Iglesia, impulsada por el Espíritu, debe seguir el mismo sendero: el  de la pobreza, el servicio y la inmolación propia”.

¡Bienvenido sea el papa Francisco, el papa de las sorpresas, el que ha llegado rompiendo moldes, el papa desconcertante, el papa de la periferia! Sin duda va a  dinamizar la marcha de la Iglesia, asumiendo, sin miedo y con coraje, los aspectos más renovadores del Vaticano II que se estaban quedando en una oportunidad perdida o en un futuro sin esperanza.

          José Sánchez Luque es sacerdote diocesano

Autor: diocesismalaga.es

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