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Encuentro con la Asociación Fe y Cultura (Málaga)

Publicado: 19/12/2015: 639

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el encuentro con la Asociación Fe y Cultura (Málaga) celebrado el 19 de diciembre de 2015.

ENCUENTRO CON LA ASOCIACIÓN “FE Y CULTURA”

(Málaga, 19 diciembre 2015)

 

Lecturas: Mi 5, 1-4a; Sal 79, 1-3.15-19; Hb 10, 5-10; Lc 1, 39-45.

(Domingo Adviento IV-C)

1.- En este IV domingo de Adviento, muy próximo ya a las fiestas de la Navidad, las lecturas nos presentan un contraste. La profecía de Miqueas se refiere a Belén Efratá que el profeta la describe la menor de la familia de Judá, como el pueblo más pequeño. «Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel» (Mi 5, 1).

Contraste subrayado entre lo “pequeño” y lo “grande”. De Belén, la pequeña, saldrá el Grande, el que dominará Israel. Aunque el Evangelio es la segunda parte de la Visitación de María a su prima nos presenta la misma idea. De María, la sencilla, la humilde, la pequeña nace el Grande, el Hijo de Dios.

Y ésta es la teología de Dios, el estilo de Dios. Ensalza al pequeño que se reconozca como tal. En el canto del Magnífica: a los orgullosos, a los potentados, a los soberbios los derriba del trono, los manda fuera. Al que realmente acepta la verdad de su ser, y la criatura es más que criatura, el Señor ensalza. Al sencillo, al humilde, a María, la pequeña, la sierva, la esclava; a Belén, la pequeña.

2.- Y ahora podemos aplicarlo a cada uno de nosotros. Si realmente nos consideramos, porque lo somos, pequeños, el Señor hará maravillas en nosotros. Pero si nos presentamos como grandes, que no lo somos, el Señor nos desechará.

La virtud de la humidad y de la sencillez están en relación con la verdad. La verdad es aceptar lo que uno es. Tampoco vale que si uno tiene unas dotes, unos dones, unas facultades, una gracia que el Señor le ha dado… no vale decir que no lo tiene y no lo cultiva. Verdad va con humildad y sencillez.

En este caso Belén es la pequeña, María es pequeña y se considera la pequeña. Nosotros somos realmente criaturas del Señor. Él hará maravillas en nosotros y también a través de nosotros. El Señor hizo maravillas en María, la hizo Madre, Inmaculada, Santa, Hermosa; pero a través de Ella ofreció una gran fecundidad para la humanidad. Primero el Señor acepta la verdad de su sencillez como criatura, después la llena de su gracia y luego la hace Mediadora de otras gracias, de otros dones, del anuncio de la Buena Nueva.

3.- En la segunda lectura, la de la carta a los Hebreos, el gran tratado sobre el sacerdocio de Cristo, en la que se habla de la excelencia de este sacerdocio respecto al sacerdocio de la Antigua Alianza, los sacerdotes que tenían que hacer sacrificios de animales de la naturaleza, víctimas expiatoria, siempre renovándolas. Y al final, ese holocausto no salva, quiere en cierto sentido hacerse con la amistad de Dios.

En todo caso es un sacrificio para el perdón de los pecados, como el bautismo de Juan. Pero al venir el Nuevo Testamento, al venir Jesucristo se cambia el tipo de sacrificio y cambia el fruto de ese sacrificio. Jesús ya no es un matarife que se dedica a matar animales para ofrecerlos como sacrificio a Dios. Jesús no es un sacerdote de la Antigua Alianza. Jesús es el Nuevo Sacerdote, inaugura un nuevo sacerdocio: «Por eso, al entrar él en el mundo dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo» (Hb 10, 5). Jesús se ofrece a sí mismo y hace siempre la voluntad de su Padre: «Entonces yo dije: He aquí que vengo –pues así está escrito en mi libro– para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad» (Hb 10, 7).

            Jesús no viene a hacer sacrificios, viene a hacerse sacrificio. El Verbo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, baja, nace entre nosotros, se hace hombre; ese es el primer gran sacrificio. Y luego ya en la Tierra, como hombre, llega al sacrificio de su vida. Se realiza un único sacrificio, no hace muchos. «Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre» (Hb 10, 10).

4.- Ahora apliquémonos esto. ¿Nosotros qué hacemos? ¿Muchas cositas, muchos sacrificios sin ofrecerme? O, ¿esas pequeñas cosas y esos pequeños sacrificios son en realidad expresión de mi ofrenda a Dios? Sacrificios y ofrendas no quiere Dios, sino que hagamos su voluntad. El gran sacrificio de Jesús ha sido obedecer al Padre en todo.

¿Qué nos pide el Señor en estas Navidades, en este año de la Misericordia? No está reñido el hacer cosas, el hacer pequeños sacrificios entendidos como tema espiritual que se nos ha dicho tantas veces. Lo importante es que eso sea expresión de mi ofrenda.

5.- Muchas de vosotras tenéis experiencia en el campo educativo y sabéis las veces que los hijos han echado en cara a sus padres que le han dado muchas cosas: colegio, educación, dinero, vida llena de satisfacción de caprichos… Y más de un hijo le ha tenido que decir a su padre: “mira me das muchas cosas, pero nunca has estado conmigo. Quiero estar contigo, quiero hablar contigo. Me mandas cosas, me envías regalos, me das dinero, pero lo que más aprecio es tu presencia y tu cariño. Y eso no me lo das.” Esto lo he oído y seguro que más de una lo habéis oído.

            Esta es la queja que el Señor también podría echar nos en cara, porque Él quiere que estemos con Él. Lo que estáis haciendo hoy en un día de retiro.

Hay ocasión de hacer muchas cosas, pero Dios os quería hoy con Él, dedicando vuestro tiempo a Él, a estar con Él, a contemplarlo, a adorarlo, a darle gracias, a pedirle perdón… Eso es lo que Él quería y eso es lo que quiere y espera de nosotros.

6.- En el Evangelio, aparece la Virgen ya encinta de Jesús poniéndose en camino con presteza: «En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá» (Lc 1, 39). María tenía muchas excusas para quedarse en casa, en Nazaret, acaba de quedarse embarazada, podía haber pedido que le cuidaran; y, sin embargo, sale con presteza a ayudar a otra mujer que también está encinta, más avanzada que ella.

Es bonito que Lucas describa que María se va con prontitud, no se mece ni pospone su misión. Ésta es una primera actitud que resaltar en María.

7.- Y una segunda actitud: cuando María se encuentra con Isabel, las dos encinta, la Virgen con Jesús en su seno e Isabel con Juan, sin que medie palabra entre ellas, la sola presencia de Jesús alegra a Juan que salta de gozo en el seno de Isabel y a Isabel que queda llena del Espíritu Santo. La presencia de Jesús llena de alegría, de gozo y de gracia: «Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo» (Lc 1, 41).

            También el Señor nos pide a nosotros esa doble actitud de María. Primero la prontitud sin excusas de que me cuiden a mí. La prontitud de ver la necesidad del otro para tenderle una mano, prescindiendo a veces de cómo me encuentre yo. Y la segunda, si vivimos la presencia de Jesús, esa presencia se hace presente a los que conviven con nosotros, a aquellos con los que nos encontremos les llenará de alegría, se regocijarán de la presencia de Cristo.

8.- ¿Quién es el cristiano? El portador de Cristo, el Cristóforo. El cristiano es el que personifica a Cristo. «No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí» (Gál 2, 20b). Es Cristo que estando dentro de ti te hace pensar, vivir como Él, tener las mismas actitudes. Es una presencia de Cristo, una manera más de estar presente. Él está presente de muchas maneras: en su Palabra, en el Santísimo Sacramento, como presencia especialísima, y a través de los cristianos.

Ahora en Navidad podemos ser presencia de Cristo en nuestra sociedad. Sin que medien palabras. Aún no habían hablado la Virgen e Isabel y el niño ya saltaba de gozo. No hace falta decir que uno es cristiano. Basta con llevar a Cristo y su presencia se hace manifiesta.

9.- Ahora vamos a pedirle al Señor por todo esto que es lo que nos ha dicho en las lecturas de hoy.

Resumimos. En lo pequeño, texto de Miqueas, en Belén Efratá, en María la pequeña, en nosotros las almas pequeñas, el Señor puede hacer maravillas. En segundo lugar, el tema del sacrificio. El mejor sacrificio es la obediencia a Dios, como Jesús obedeció a su Padre ofreciéndose en oblación. La obediencia lleva a la oblación. Y, en tercer lugar, las actitudes de María de la prontitud y de anuncio de la presencia de Cristo.

            Se lo pedimos a la Virgen, que tan bien supo hacerlo, como Maestra y Madre que nos enseñe a nosotros también. Amén.

 
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