Tras el tiempo pascual, la liturgia católica celebra este domingo la fiesta de la Santísima Trinidad.

Jesús nos reveló que Dios es amor. Tres personas que son un solo Dios, pues el Padre es amor, el Hijo es amor y el Espíritu es amor. Dios es todo amor y sólo amor, amor purísimo, infinito y eterno. No vive en una espléndida soledad. Es fuente inagotable de vida que incesantemente se entrega y comunica.

Lo podemos intuir en cierto sentido al observar la tierra, los planetas o las estrellas; las células, los átomos o las partículas elementales. En todo lo que existe se encuentra, en cierto sentido, impreso el nombre de la Santísima Trinidad. Todo el ser, hasta las últimas partículas, es ser en relación. Y de este modo se trasluce el Dios-relación, se trasluce en última instancia el amor creador. Todo procede del amor, tiende al amor y se mueve empujado por el amor. Eso sí, según diferentes niveles de consciencia y de libertad. La prueba más fuerte de que estamos hechos a imagen de la Trinidad es ésta: sólo el amor nos hace felices. Vivimos para amar y para ser amados. Y eso demuestra a la luz de la fe que el ser humano contiene la huella profunda de Dios Trinidad.

En todo lo que existe se encuentra impreso el nombre de la Santísima Trinidad