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Ciencia y fe, dos medios compatibles para buscar respuestas

Publicado: 14/04/2010: 894

Nunca como en los últimos años, el conocimiento del hombre ha experimentado un desarrollo tan rápido. Los avances científicos y tecnológicos se suceden a tal velocidad que en muchas ocasiones se antepone el afán por conseguir el logro a la reflexión sobre si esta nueva hazaña es positiva para la sociedad. La experimentación con embriones humanos con fines terapéuticos, la discriminación de los individuos que deben nacer en función de su perfil genético o el uso de la energía nuclear para fines armamentísticos son una prueba de que no siempre la ciencia viene en ayuda del hombre.

Hemos preguntado a uno de los científicos malagueños más reconocidos, el jesuita P. Ignacio Núñez de Castro, catedrático jubilado de Bioquímica y Biología Molecular, sobre lo humano y lo divino en el mundo científico. Una entrevista de Antonio Moreno para la revista "Diócesis"

–Frente a la deshumanización de la ciencia, muchos cristianos pueden caer en la trampa de demonizar los avances científicos. ¿Qué opina?

–La ciencia, sin duda alguna, y la técnica nacida de la ciencia son, junto con la religión, las fuerzas más poderosas del mundo, según E. O. Wilson. Ciertamente la tecno-ciencia tiene el peligro de dominar al hombre y de quitarle libertad. Sin embargo, el cristiano no puede olvidarse del mandato primordial del Génesis: “Creced, multiplicaos, llenad la Tierra y sometedla” (Gn 1, 28). Por tanto, no hay que demonizar la ciencia, ni la técnica, sino dominarlas, ser dueño de ellas, como dice el libro de la Sabiduría, con “santidad y justicia” (Sab 9, 3).

–¿Es cierto que hay un movimiento importante, en la comunidad científica, que reclama  volver a los valores?

–A mí personalmente me gusta conjugar estas tres palabras que siempre deben ir juntas en el quehacer científico: ciencia, conciencia y paciencia. La ciencia no puede dar espalda a los valores. La ciencia es un trabajo humano y los científicos deben estar atentos a los valores en la práctica de la ciencia, y también deben estar atentos a las consecuencias que puedan derivarse de sus descubrimientos; es decir, tener sensibilidad para captar los problemas actuales concretos. La reflexión sobre estos problemas está llevando a parte de la comunidad científica a preguntarse con seriedad al servicio de qué valores está su trabajo diario y a tener una conciencia despierta en la práctica de la ciencia. Por otra parte, hemos querido avanzar demasiado deprisa, cuando aún tenemos “los pies de barro”, es decir nos falta conjugar el tercer término: paciencia. Así que resumo: ciencia con conciencia y paciencia.

– ¿Siguen siendo los científicos buscadores de la verdad o se anteponen otros intereses? 

–El verdadero científico es un buscador de la verdad, su pequeña verdad y cada día más pequeña por aquello de la especialización; pero debe estar abierto a la Verdad, la única Verdad de la que derivan todas nuestras pequeñas verdades. Esa única Verdad es la Verdad Transcendente, en definitiva es Dios. Para el cristiano, nos lo ha recordado el papa Benedicto XVI: “Dios es amor”, pero Dios es también Logos; es decir, es la última razón, la última Verdad de todas las cosas. El científico, si es verdadero científico, suele ser bastante austero y poco pretencioso. A veces, sí  puede mezclarse el deseo humano de alcanzar un prestigio social, pero, en general, el científico cabal suele ser un hombre sencillo. Sin embargo, detrás de la ciencia, -no podemos olvidarlo-, están los poderes fácticos, pues muchas de las aplicaciones de los descubrimientos científicos son fuente de poder y de dinero. También el científico debe precaverse de no caer en la tentación de adorar los poderes de este mundo.

–Frente al empeño del pensamiento único de presentar a los creyentes como crédulos e incultos, ¿qué actitud debemos tomar los cristianos?

Juan Pablo II decía que ”la ciencia puede purificar a la religión de sus errores y supersticiones; y la religión puede purificar a la ciencia de sus idolatrías y falsos absolutos”. Esta sencilla frase del Papa, que ha tenido un gran eco, supone para mí un verdadero programa de investigación para muchos años. Creo que es quehacer de los teólogos volver a pensar la Teología desde los presupuestos de la ciencia actual, como hicieron en su día los grandes teólogos medievales, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Duns Scoto y Raimundo Lulio entre otros muchos, y purificarla. Por su parte, es quehacer de los científicos purificar la ciencia de las idolatrías del cientificismo, naturalismo y positivismo decimonónico.

–¿Encontrarán a Dios los científicos que tratan de reproducir en laboratorio el “big bang”?          

Siempre nos quedaremos en un experimento, impresionante si se quiere, por la magnitud, por el coste y por la complicación de la técnica, pero siempre en un experimento. Dios no puede ser nunca el final de un experimento del limitado conocimiento humano. A Dios  lo encontramos en la experiencia religiosa, vivida desde la fe, y eso no se puede medir. Hay muchas dimensiones humanas que no se pueden medir y que no pertenecen al mundo de la ciencia. El conocimiento científico es muy limitado. Confinar la realidad humana en la ciencia es quedarnos sin la gran riqueza humana de donde nace la belleza, el arte, el pensamiento, la literatura, el amor.

 

Autor: diocesismalaga.es

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