NoticiaClero Ha fallecido el sacerdote Luis Ramírez Benéytez Publicado: 10/06/2016: 15005 Ha fallecido el sacerdote Luis Ramírez Benéytez. El funeral ha tenido lugar este sábado 11 de junio, en la parroquia de la Encarnación, en Alhaurín el Grande. A sus 88 años de vida, ha fallecido el sacerdote diocesano Luis Ramírez Benéytez. Recibió la ordenación sacerdotal en 1960 y, desde entonces, ha servido en las parroquias de Montecorto, Fuengirola, Santa Amalia-El Romeral y Alhaurín el Grande. Estuvo encargado de las Escuelas Rurales, fue miembro del equipo de Pastoral Universitaria y de la Delegación Diocesana de Medios de Comunicación Social. Su sensibilidad periodística le ha llevado a publicar, durante años, artículos de opinión y colaboraciones en el Diario Sur. Reproducimos el último de ellos, escrito justo hace un mes, el 10 de mayo de 2016, en el que nos invitaba a reflexionar sobre las elecciones que se avecinan. Cómo elegir a los mejores. En aquellos años, que muchos de los jóvenes que ahora actúan no conocieron, años de dictadura sin libertad para la libre expresión (que así se decía y seguramente era verdad), en aquellos tiempos, el ideal remoto que todo lo iba a arreglar cuando llegase la libertad eran unas elecciones libres, con libertad de elegir, en plena libertad de expresión. Bien, pues llegó esa libertad, tanto la libertad de hablar, como la de elegir en elecciones libres. Pero… ¿cómo es que, a pesar de haberse conseguido esa libertad, no seamos capaces ni de ponernos de acuerdo para tener un gobierno elegido por mayoría. Pues… es que no hay una mayoría que pueda ofrecer seguridad, en la mucha tarea que tenemos para gobernar y ser gobernados realmente bien. Distingamos tres planos; sí, tres planos, en este problema realmente serio de gobernar y ser gobernados. Lo primero, diríamos que no ofrece duda, es que el gobernar ha de servir (ser servidor, exactamente) para que el objetivo final de todo gobierno sano y limpio sea la felicidad de los ciudadanos. Una organización de la sociedad que se concrete en eso que llaman “el bienestar” para todos los ciudadanos. En este primer plano, o último y definitivo, seguro que no se ve conflicto teórico, porque todos, electores y elegidos, proclaman que lo que se busca es el bien de todos, el “bien-estar” de todos. En este plano no cabe conflicto de intenciones. Pero aparece un segundo plano o, si se quiere, una etapa en el camino hacia el bienestar, en que pueden aparecer divergencias, tal vez pequeñas, pero puede que enormes y conflictivas. Veamos. ¿Bienestar para todos? Teóricamente sí. Pero, ¿y si la extensión del bienestar toca o roza el disfrute de los que piensan que el bienestar es cosa debido a ellos, por su propiedad, por su talento, por su trabajo valioso?... ¿Estarán dispuestos a perder algo para que otros al menos ganen algo más? Aquí, en esta etapa, nos puede aparecer el resabio de lo que solemos llamar “la lucha de clases”. Conflicto. ¿Cabe que nos podamos entender para solucionarlo? En muchas actitudes extremas se adivina una herencia marxistoide-leninista que a estas alturas resulta ridícula. Reconozcamos el enorme avance que en la conciencia social y en las legislaciones consecuentes, la lucha de clases se ha ido dominando en lo que llamamos el mundo desarrollado. Pero sigue el conflicto, latente o patente, y eso repercute en las preferencias o rechazos que tienen las elecciones libres; si son libres, claro. Aquí el acuerdo tiene que venir de exigencias superiores, de una conciencia colectiva superior a la simple elección de unos u otros políticos. En este plano, que decíamos segundo, aparece otro aspecto: la diversidad de elegir unos u otros medios técnicos para lograr el objetivo del bienestar de todos. Diríamos que en esta etapa, si no está contaminada por el tufo a lucha de clases, cabe el ponerse de acuerdo en algo que podríamos llamar, convergencia de técnicas, con resultados prácticos. Aquí, en la elección de las técnicas para el bien común, es decisivo y posible el acuerdo entre sabios experimentados, que conociendo la materia en cuestión, y la experiencia histórica de los resultados de emplear unas técnicas u otras – sabiduría teórica y sabiduría experimentada – deben terminar en acuerdo social. Esto es importante, la sabiduría técnica y la experiencia histórica deben conducir al ideal de bienestar que los electores han elegido, aunque sean grupos diferentes, buscando encontrar un camino de acuerdo para tener un gobierno que elabore el bien generalizado, el “bien-estar”. Cabe, entre elegidos sanos, el acuerdo positivo y un previsible gobierno de bienestar. Pero… ¿cómo tener, o encontrar, o crear personas con esa talla técnica y moral? Seguro que recuerda usted aquel capítulo VII de “La Rebelión de las masas” de don José Ortega, en que distingue entre “vida noble” y “vida vulgar”, que viene a concretar en “Esfuerzo” o “Inercia”: los que se esfuerzan y los del disfruto inerte. En los políticos elegidos por votación, podemos haber elegido lo que él llama el hombre selecto o excelente, que se exige a sí mismo para crear unas normas trascendentes superiores a él, y a cuyo servicio de alto ideal se entrega. El noble se exige a sí mismo. En cambio, el vulgar no se exige nada y sólo está aguardando la ocasión de aprovecharse. Diremos, siempre con la base de Ortega, que la nobleza se define por la exigencia propia sobre uno mismo, por responder a la obligación de perfección, no por reclamar ni conseguir derechos… Recuerda aquel dicho de Goethe, que empezamos a oir tal vez en clases de ética, incluso en la educación primaria: “Vivir según capricho es de plebeyos: el noble aspira a ordenación y a ley”. El elegido libremente por los ciudadanos, debe entregarse a la obligación, no al disfrute de derechos y menos a utilizar la situación lograda con la elección, para corromperse por dinero. Ser positivo: eso debe significar vivir una vida esforzada, siempre dispuesta a superarse a sí misma para que sea realidad el deber ser. Superar lo que ya se ha conseguido, para llegar a lo que debe ser, a lo que falta por conseguir. No se entienden nuestros políticos y así no se puede formar un gobierno decente, estable ¿No será porque las intenciones de los elegidos no poseen la nobleza de querer entenderse para llegar al bien de todos, y en cambio están discutiendo por sus ambiciones o sus rencores personales? Luís Ramírez Benéytez, SUR 10 de mayo de 2016