NoticiaCáritas

«Una fe sin obras es como un árbol sin frutos»

Publicado: 25/03/2013: 4564

La Cuaresma es tiempo de introspección, de oración y de conversión. Esta Cuaresma, enmarcada en el Año de la fe, nos invita a reflexionar sobre la relación directa entre fe y caridad. Una relación que ha sido puesta de relieve por Benedicto XVI, un papa en el que ha primado la preocupación por la caridad, como muestra en su encíclica “Dios es Caridad” y en otros numerosos escritos.

La caridad es la mayor virtud de las llamadas teologales (fe, esperanza y caridad) pues, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, es la energía que anima a las demás y las llena de vida divina. Es la virtud por la que nosotros, que hemos sido amados primero por Dios, nos podemos entregar a Dios para unirnos a él y podemos aceptar a los demás, por amor a Dios, tan incondicional y cordialmente como nos aceptamos a nosotros mismos. Jesús coloca la caridad por encima de todas las leyes, sin abolirlas por ello. Con razón, por tanto, dice San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. Lo que no es tan fácil como parece. (Youcat)

Mensaje de Cuaresma de Benedicto XVI 

En su mensaje de Cuaresma de este año, Benedicto XVI ahonda en la relación entre fe y caridad y señala que “Una fe sin obras es como un árbol sin frutos: estas dos virtudes se necesitan recíprocamente. La cuaresma, con las tradicionales indicaciones para la vida cristiana, nos invita precisamente a alimentar la fe a través de una escucha más atenta y prolongada de la Palabra de Dios y la participación en los sacramentos y, al mismo tiempo, a crecer en la caridad, en el amor a Dios y al prójimo, también a través de las indicaciones concretas del ayuno, de la penitencia y de la limosna”. 

En el tiempo cuaresmal se nos invita a tres acciones: oración, ayuno y limosna. En estos tiempos sobra decirlo, pero no está de más recordar que al hablar de limosna no se habla del acto puntual de dar dinero al que pide, dar limosna es realizar obras de misericordia, obras que son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. El amor a los pobres debe ser en todos los tiempos el distintivo de los cristianos, por eso a los pobres no les debemos sólo la limosna, sino que tienen derecho a la justicia. Los cristianos tienen un deber especial de compartir los bienes. Cristo es un ejemplo en el amor a los pobres. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40) 

La pobreza evangélica implica la opción por los pobres

La pobreza evangélica implica la opción por los pobres. Cuando toda una vida se finaliza en los pobres, reconocidos como hijos de Dios y hermanos nuestros, la vida se convierte en amor, que lleva a identificarnos con los pobres y lucha a favor de su liberación total, la humana y la sobrenatural. El seguimiento de Cristo nos lleva a amar a los pobres, a compartir nuestros bienes y a servirles. La limosna es expresión de un estilo de vida evangélico, de estar al servicio de la Palabra. 

Benedicto XVI, en su mensaje para la cuaresma de este año, nos previene de un riesgo: “A veces, de hecho, se tiene la tendencia a reducir el término «caridad» a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. En cambio, es importante recordar que la mayor obra de caridad es precisamente la evangelización, es decir, el «servicio de la Palabra». Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana”.

La caridad está en el centro de la vida humana

Y es que la caridad está en el centro de la vida humana. La ausencia de caridad conlleva la ausencia de justicia y la ausencia de justicia lleva a las desigualdades, la pobreza, la guerra… o lo que es lo mismo, la falta de caridad en el mundo nos conduce al pecado. La Doctrina Social de la Iglesia señala en este sentido que la paz no es simplemente la ausencia de guerra, sino que se fundamenta sobre una correcta concepción de la persona humana y requiere la edificación de un orden según la justicia y la caridad. 

Por eso es importante aprovechar el tiempo de Cuaresma para reflexionar sobre el sentido de la caridad, para redescubrir que el destinatario de nuestro compromiso caritativo es el prójimo, y que las obras de caridad hay que hacerlas para ser vistas por Dios y no por los hombres, nunca para nuestra vanagloria. “Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 2-4)

Las obras de misericordia son acciones caritativas 

Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Entre estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de justicia que agrada a Dios: “El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo” (Lc 3,11). 

“Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice «id en paz, abrigaos y saciaos», pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?” (St 2, 15-16) (Catecismo, 2447) 

Así pues, la caridad es vida en la fe. Con la fe se entra en la amistad con el Señor; con la caridad se vive y se cultiva esta amistad (cf. Ef 4,15). La Iglesia hace visible esta unión entre fe y caridad a través de sus instituciones socio-caritativas, especialmente de Cáritas, que no es más que la propia Iglesia Católica sirviendo a los pobres. 

“El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de caridad, justicia, paz y desarrollo, forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo que nos ama, le interesa todo el hombre” (Benedicto XVI, Caritas in veritate, 15)

Autor: Cáritas Diocesana de Málaga

Más noticias de: Cáritas