Por tanto, si el porcentaje total de católicos españoles votasen a un mismo partido el resultado de las urnas delataría la adscripción política de quienes conforman la comunidad católica en nuestro país.  Sabríamos si la Iglesia Católica es de derechas, izquierdas, centro o hacia qué extremo de la balanza política se inclina. Digamos que se evidenciaría de qué parte está.  Sin embargo, la realidad es bien distinta.  La fragmentación del voto delata que los católicos españoles en el ejercicio de su libertad de conciencia votan a quien valoran oportuno.   Y no votan a una única formación política.

Luego quien  defiende que la Iglesia es de derecha equivocan su postulado.  Y quienes piensan que Cristo y sus seguidores son de izquierda, también yerran.  Paradójicamente los cristianos que esperaban con la llegada del Partido Popular que se derogara una serie de leyes se han visto decepcionados a tenor de lo que constata el paso del tiempo. Quienes esperaban que las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia Católica mejorasen sustancialmente han visto como se han mantenido.  En general bien. Aunque con algunos gestos significativos, por cierto, algunos nada elegantes.  El presidente Rajoy no ha llegado a recibir en tres años al presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Rouco. 

La doctrina social de la Iglesia Católica contempla que el bautizado puede votar en conciencia a una tendencia política u otra.  Lo que sorprende es que los políticos católicos no siempre actúen en sus partidos como tales en materias tan sensibles como el aborto o la atención a los más necesitados.   Éstos desde la fidelidad a los principios del Evangelio sí están impulsados a encuadernar en piel humana la buena noticia de Jesucristo.  Tanto en materia económica, educativa como social.
El clero no debe meterse en política.  Como también es necesaria mantener la actual separación entre el Estado y las distintas confesiones de fe.  Vivimos en un Estado aconfesional.

Sin embargo, lo que sí urge es que los católicos y más concretamente los políticos católicos actúen como creyentes  en los partidos donde militan.  Evitando de esta forma reducir al ámbito meramente privado la fe.  Así se  evidenciará que las cosas no son tan sencillas como algunos pretenden.  Ni tan rotundas como otros defienden.