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Publicado: 30/07/2013: 1289

•   Micro-relato de verano de Lorenzo Orellana, sacerdote

Para que el verso salga claro, ha hecho falta la constancia en la búsqueda. Ha hecho falta que la inspiración encuentre al poeta trabajando. Sin trabajo, no hay obra.

En un número atrasado del ABC Cultural, dedicado a José Luis Borges, encuentro la fotografía de una página manuscrita del poeta. En ella, Borges escribe y tacha. Escribe una palabra y la tacha, para volver a escribir otra nueva. A veces vuelve a tacharla hasta que, por fin, encuentra la luz del vocablo definitivo. Esa página me ha recordado aquello que escribió nuestro gran Lope de Vega: «¿Qué más da que la página esté obscura, si el verso sale claro?» Pero para que el verso salga claro, ha hecho falta la constancia en la búsqueda. Ha hecho falta que la inspiración encuentre al poeta trabajando. Sin trabajo, no hay obra. 

Sólo si admitimos esto tiene sentido lo que decía Teilhard de Chardin: «Dios, en lo que tiene de más vivo y de más encarnado, no está lejos de nosotros. Está, de algún modo, en la punta de mi pluma, de mi pico, de mi pincel, de mi aguja, de mi corazón, de mi pensamiento». Sí, ya lo dijo santa Teresa: «Entre los pucheros anda Dios», pero antes hay que poner los pucheros.

Autor: Lorenzo Orellana, sacerdote

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