DiócesisHomilías Presentación del Señor-Jornada de la Vida Consagrada (Parroquia Stella Maris-Málaga) Iglesia Stella Maris, en Málaga Publicado: 02/02/2024: 2568 Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Misa celebrada en la parroquia de Stella Maris en la fiesta de la Presentación del Señor y Jornada de la Vida Consagrada. PRESENTACIÓN DEL SEÑOR. JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA (Parroquia Stella Maris - Málaga, 2 febrero 2024) Lecturas: Ml 3, 1-4; Sal 23, 7-10; Hb 2, 14-18; Lc 2, 22-40. Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad 1.- Celebramos la fiesta litúrgica de la Presentación del Señor en el Templo, en la que se inserta la Jornada de la Vida Consagrada. María y José llevaron a Jesús al templo «para ofrecerlo al Señor» (Lc 2, 22), siguiendo la prescripción legal: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor» (Lc 2, 23). Jesús acepta la ley, sin escapar de ella y sin buscar excepciones; esto ya es un ejemplo para nosotros, porque a veces buscamos la manera de hacer nuestros planes. En esta escena evangélica se revela el misterio de Jesús, el consagrado del Padre, que ha venido a este mundo para cumplir fielmente su voluntad (cf. Hb 10, 5-7). El tema de la voluntad es el eje del lema de año. El anciano Simeón lo toma en brazos y bendice a Dios, porque ese Niño es el Salvador del mundo (cf. Lc 2, 30) y es «luz para iluminar a las naciones» (Lc 2, 32). Además, va a ser bandera discutida y signo de contradicción (cf. Lc 2, 34). No existen rosas sin espinas, aunque deseamos que no haya espinas. Simeón preanuncia con palabra profética la suprema entrega de Jesús al Padre y su victoria final. 2.- La Presentación de Jesús en el templo constituye de esta manera un ejemplo elocuente de la donación total de la propia vida por quienes han sido llamados a reproducir en la Iglesia y en el mundo, mediante los consejos evangélicos, «los rasgos característicos de Jesús virgen, pobre y obediente» (Juan Pablo II, Vita consecrata, 1). Al igual que Jesús, las personas de especial consagración aceptan la voluntad de Dios en sus vidas, están llamadas a ser luz de las gentes (rosas) y serán también signo de contradicción (espinas). La vida de los consagrados tiene su afán cada día; el Señor nos invita a seguirle sin descanso: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga» (Lc 9, 23). Cada día trae su camino y su propio afán; y solo puede aventurarse y mantenerse en él quien lo afronta con la esperanza en Jesús resucitado. 3.- A la presentación de Cristo en el templo se asocia la Virgen María, que lleva a su Hijo para ofrecerlo al Padre. Ella es figura de la Iglesia, que continúa ofreciendo sus hijos a Dios, asociándolos a la oblación de Cristo. María es la mujer del fiat, y nos ayuda a comprender y a vivir como personas consagradas la plena disponibilidad para hacer la voluntad de Dios. Cristo y María realizan de manera plena la voluntad del Padre; nosotros, como hijos e hijas de la Iglesia y de María, estamos llamados a vivir de la misma manera. Ella recibe la profecía de la espada que le traspasará el alma (cf. Lc 2, 35). Y la Iglesia madre también sufre por sus hijos e hijas perseguidos por la fe. La celebración de la Jornada de la Vida Consagrada nos convoca para cantar con la Virgen María las maravillas que el Señor realiza en tantos hijas e hijos suyos que asumen voluntariamente los consejos evangélicos. Las personas de especial consagración sois un regalo del Señor para la Iglesia y para el mundo. En esta celebración en comunión con todo el Pueblo de Dios, agradecemos el don de la vida consagrada y manifestamos el compromiso de la llamada, la variedad y riqueza de los carismas de la vida consagrada y su presencia fecunda en la comunidad creyente. Los carismas son dones para la diócesis; por eso agradecemos vuestra presencia. No es tan importante lo que «hacéis», sino lo que «sois», porque representáis a Cristo pobre, obediente, casto, libre. 4.- El lema del presente año es: “Aquí estoy Señor, hágase tu voluntad". La entrega a Dios y a los hombres lleva a la persona consagrada a decir con plena conciencia y libertad: «¡Aquí estoy!», ofreciendo la propia vida en oblación. Y podemos decir también en plural «¡Aquí estamos!». Decid todos ahora «¡Aquí estamos, Señor!» (Los consagrados lo dicen). Porque formamos Iglesia sinodal y caminamos juntos haciendo la voluntad divina como comunidad y buscando nuevos caminos en esta sociedad compleja, herida y alejada de Dios. Cada persona consagrada recibe el amor y la llamada del Señor; y su respuesta de amor y disponibilidad es, a la vez, individual y comunitaria. Para la vida consagrada, como para María, el «sí» entregado y las ganas de vivir y anunciar la promesa de Dios han de ser más fuertes que las dudas y las dificultades, como nos piden los obispos de la Comisión episcopal para la Vida Consagrada (cf. XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada, 2024). 5.- La voluntad de Dios es siempre el horizonte de la entrega total al Señor, como decía Benedicto XVI: «Existe una voluntad de Dios con respecto a nosotros y para nosotros, una voluntad de Dios para nuestra vida, que se ha de convertir cada día más en la referencia de nuestro querer y de nuestro ser» (Benedicto XVI, La oración de Jesús en Getsemaní. 1.02.2012). La voluntad de Dios acrisola todos los ámbitos de vida de los consagrados, como sucedió con la oblación de Jesús para cumplir plenamente la voluntad del Padre. Desde Getsemaní se nos anima a seguir a Jesús hasta la cruz, como buenos discípulos. Él nos invita a vivir unidos a los hermanos en la oración y en la entrega de la propia vida para cumplir la voluntad de Dios hasta el final. 6.- En la oración preparada para esta Jornada se nos insta a vivir los votos de consagración como obediencia al Señor, sabiéndonos llamados por Dios; y podemos decirle de todo corazón y con todas nuestras fuerzas: “Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad”. (Los consagrados repiten esta frase). “Padre santo, como barro en tus manos, modela en cada uno de nosotros el deseo de servirte y anunciarte, de descubrir tu voluntad que nos recrea y transforma en vasijas nuevas, para reconfortar y humanizar, en tu Nombre, el mundo roto y convulso en el que vivimos y nos movemos”. Con María, la Virgen, repetimos todos: “Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad”. Amén. 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