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«Hay quien debe elegir entre morir de Covid-19 o hambre»

María Antonia Moreno, primera arriba a la derecha, en Guayaquil
Publicado: 03/04/2020: 15808

La situación que ha provocado el coronavirus en Guayaquil ha dado la vuelta al mundo en los medios de comunicación. Una religiosa nazarena que fue superiora en la comunidad de Málaga, María Antonia Moreno, enviada a Ecuador lo cuenta en primera persona.

María Antonia Moreno, Religiosa de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, se encuentra, desde hace algunos años, en Guayaquil, Ecuador, donde la pandemia del Covid-19 está provocando situaciones dramáticas, especialmente entre los descartados.

Como cuenta esta religiosa, «ya desde el 15 de marzo se comunicó desde la Conferencia Episcopal que las Misas se celebraran a puerta cerrada, y se pueden seguir por internet, donde los sacerdotes están llevando a cabo una importante tarea de difusión de ejercicios de oración y acompañamiento espiritual. Es precioso ver cómo la gente busca a Dios y a través de ellos, se siente el clamor del pueblo».

A la semana siguiente, el gobierno de Ecuador decretó el toque de queda, desde las 7 de la tarde hasta las 5 de la mañana del día siguiente, pero ha resultado una medida complicada. «Muchas de las familias aquí viven hacinadas en espacios muy precarios, por lo que era totalmente inviable», explica Moreno.

«Nosotras estamos bien, las mayores más reservadas, y teniendo todas mucho cuidado. Pero no hay víveres. No hay pan, no se consigue lo que se quisiera, sino lo que se puede, y vamos apañando con lo que tenemos», confiesa.

Como cuentan las noticias que recorren el mundo estos días, el virus se va extendiendo y las noticias son escalofriantes. Se cifran ya en 1.900 diagnosticados, pero son muchísimos más. «En los barrios, la gente no quiere ir al hospital por miedo a no ser atendidos y morir allí. Van intentando tratarlo con remedios caseros y muchos no la superan -explica María Antonia-. Es cierto que hay cadáveres sin retirar. Ya que el protocolo es muy complejo en este momento, lo que provoca casos como los que hemos podido conocer de familias pidiendo a gritos que se lleven a sus familiares fallecidos porque empiezan a descomponerse en las casas». Entre los vecinos de la comunidad de María Antonia hay quienes se ganan la vida como vendedores ambulantes. «Ahora están impedidos de trabajar y no pueden apenas subsistir, por lo que tienen que elegir entre morir de coronavirus o morir de hambre por falta de ingresos. Es muy duro. Las ayudas del Ayuntamiento no son suficientes. Nosotras acompañamos como podemos, con todos los medios posibles. Vivimos al pie de un cerro de hacinamiento, y cada mañana bajan las familias, contándonos los fallecidos del último día», relata.

Sin embargo, esta religiosa supone, junto a su comunidad, una semilla de esperanza para el lugar de misión en que se encuentra. «Suplicamos la misericordia de Dios y esperamos que esto pase y los gobiernos ayuden a paliar esta situación».

Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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