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«Recibimos a quien no tiene dónde enterrar»

Celebración en la parroquia de San Miguel de Miramar
Publicado: 04/04/2015: 5923

Dar sepultura a los difuntos y acompañar a los familiares es una misión que llevan a cabo sacerdotes y laicos en cementerios y parroquias de la Diócesis. Son los “José de Arimatea” de Málaga y viven con agradecimiento este servicio

La muerte, aun con la certeza creyente de la resurrección, siempre supone una pérdida terrena. Acompañar a los que pierden a un familiar o amigo en los difíciles momentos del adiós es una responsabilidad. En la parroquia de San Miguel, en el Miramar, tres seglares ayudan a los sacerdotes paúles en esta misión. José A. Medinaes uno de ellos, y nos explica que el templo cuenta con una capilla subterránea con 760 columbarios. «En un principio se pusieron para los feligreses, pero actualmente están abiertos a personas de fuera del barrio». Los columbarios suelen ser adquiridos por familias que, a cambio, ofrecen un donativo a la parroquia según sus posibilidades. Asimismo, existe un columbario que acoge las cenizas de personas de distinta procedencia. «Hemos recibido casos de familias humildes que no tienen un lugar donde enterrar a sus familias, y a los que se ha facilitado su sepultura en este columbario» afirma José Antonio.

EL RITO

El rito es presidido por un sacerdote. Él es quien reza el responso por el descanso del difunto y rocía con agua bendita la urna, en recuerdo de su bautismo. En el altar se encienden dos velas y se procede a la inhumación. «Los familiares lo consideran como un entierro pequeñito, asisten con mucha devoción y se realizan cantos». Desde el primer momento, en que llegan a solicitar el enterramiento, hasta el último, hay que tener con las familias una actitud de recogimiento. Así lo expresa Medina: «van con una pena y un dolor muy grandes y más si el fallecido es joven. Hemos recibido a familias que acuden para dar sepultura a chicos de 20 años y se te parte el corazón. Entonces, debemos acompañarles en un silencio orante».

Tanto él como Federico Rebolloso y César Sebastián, los otros dos voluntarios, realizan esta tarea de forma desinteresada y con una gran entrega. José Antonio Medina confiesa: «lo que me movió a apuntarme a este servicio dentro de la parroquia fue que me parecía muy bonito poder acompañar en esas horas difíciles de la ausencia. Todo surgió cuando enfermó el que lo llevaba antes, Rogelio, y me pidió que me comprometiera, a lo que le contesté que sí. Para mí, este servicio es como estar junto a la Virgen María y los discípulos en el pasaje evangélico, ante el sepulcro de Jesús».

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