NoticiaColaboración Inspiración del Cristo de Velázquez Publicado: 30/03/2014: 16036 Este famoso cuadro forma parte de un grupo de obras de tema religioso que Velázquez pinta en Madrid, debido a un encargo de Felipe IV para el convento de monjas benedictinas de San Plácido. Se trata de un cuadro sereno, con un Cristo apolíneo, en el que apenas se advierten otras huellas de la Pasión que la llaga del costado y los clavos. Precisamente son cuatro los clavos con que Cristo está unido al madero de acuerdo con la iconografía imperante en Sevilla a comienzos del siglo XVII. Nos presenta una imagen ideal, humana, que siguiendo conceptos tenebristas muy transformados, destaca a la figura sobre fondo negro, con la diferencia de que en lugar de recibir la luz parece que la irradia. ¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?/¿Por qué ese velo de cerrada noche de tu abundosa cabellera negra / de nazareno cae sobre tu frente? Miras dentro de Ti, donde está el reino / de Dios; dentro de Ti, donde alborea el sol eterno de las almas vivas. / Blanco tu cuerpo está como el espejo del padre de la luz, del sol vivífico; / blanco tu cuerpo al modo de la luna que muerta ronda en torno de su madre / nuestra cansada vagabunda tierra; blanco tu cuerpo está como la hostia / del cielo de la noche soberana, de ese cielo tan negro como el velo / de tu abundosa cabellera negra de nazareno. (“El Cristo de Velázquez", Miguel de Unamuno, 1864-1936). EL CUADRO Este famoso cuadro forma parte de un grupo de obras de tema religioso que Velázquez pinta en Madrid, debido a un encargo de Felipe IV para el convento de monjas benedictinas de San Plácido. Se trata de un cuadro sereno, con un Cristo apolíneo, en el que apenas se advierten otras huellas de la Pasión que la llaga del costado y los clavos. Precisamente son cuatro los clavos con que Cristo está unido al madero de acuerdo con la iconografía imperante en Sevilla a comienzos del siglo XVII. Nos presenta una imagen ideal, humana, que siguiendo conceptos tenebristas muy transformados, destaca a la figura sobre fondo negro, con la diferencia de que en lugar de recibir la luz parece que la irradia. EL POEMA Entre la numerosa y variada creación literaria que ha inspirado la contemplación del Cristo crucificado de Velázquez, se encuentra el extenso poema, en endecasílabos blancos, titulado “El Cristo de Velázquez” de Don Miguel de Unamuno. En este fragmento del citado poema, una serena y honda emoción religiosa sustituye al desasosiego y a la violencia de otros momentos. A lo largo de estos versos, la palabra de Unamuno dibuja, colorea, realza, destaca -como el pincel de Velázquez- la “Cabeza”, la “Melena”, la “Frente”, el “Rostro”, el “Cuerpo”, etc. El espíritu trasciende de cada parte, de cada miembro, en esta descripción mística –pero realísima, humanísima- del cuerpo de Dios-Hombre. Como afirma Concha Zardoya en su libro Poesía española del siglo XX, este cuerpo “revela que el cuerpo es alma. Y el cuerpo divino y humanado trasluce blancura, refleja luz de Dios. En su pecho muestra la blanca eternidad que espera a los hombres. Unamuno siente que este blanco cuerpo es manto lúcido de la divina oscuridad inmensa”. Autor: Julio Morales Folguera, diácono