Freelance

Publicado: 07/11/2012: 3093

«Enseñar no es sólo una forma de ganarse la vida; es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros». Emilio Lledó.

Siete leyes en cuarenta años, bah. La LOMCE, la última de todas éstas, es otro claro ejemplo de las atrevidas propuestas de las que hacen gala nuestros partidos políticos, intentando transformar nuestro sistema educativo actual a golpe de ‘decretazo’, en un último y desesperado intento por encontrar una solución definitiva al delicado estado de salud que padece la educación en nuestra país.

“La escuela no cambia por decreto”, afirma con indiscutible acierto el Doctor en Ciencias de la Educación de Málaga, Miguel Ángel Santos Guerra. Una nueva normativa puede paliar determinadas carencias, realizar pequeños ajustes en la estructura general de nuestro sistema educativo, adecentar el currículum básico, todos ellos sin embargo, aspectos insignificantes en el cómputo global de un maltratado sistema de enseñanza que demanda de una vez por todas, un pacto real y definitivo para la educación en España. La formación permanente del profesorado, el análisis y puesta en práctica de nuevas estrategias metodológicas, el establecimiento de certeros instrumentos para la evaluación… no pueden seguir a merced de los caprichos ideológicos del partido de turno. No tiene ningún sentido el seguir confiando la educación de nuestros hijos a los caprichosos designios establecidos por nuestra clase política.

“Enseñar no es sólo una forma de ganarse la vida; es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros”. Las escuelas deben ser el reino de lo afectivo. No se trata de crear fieles reproductores de conocimiento, se trata de sembrar en nuestros alumnos el amor por aprender. Una maestra en la provincia de Mendoza (Argentina) relataba en una carta enviada al diario ‘Los Andes’ cómo la situación actual había conseguido debilitar su vocación como docente. “Pensé jubilarme a los sesenta años. Hoy con cincuenta y siete quiero dejar la escuela, con los bolsillos vacíos y el alma echa pedazos, quiero irme”. ¿Cómo? ¿Por qué? No lo sé. Lo que sí es evidente, que a día de hoy la única solución a todos estos problemas se encuentra en nosotros mismos. Ha llegado el momento de ejercer nuestra profesión de manera autónoma. No dejemos que nada ni nadie mutile nuestras ilusiones. Si Dios está conmigo ¿quién podrá estar contra mi?
 

Autor: Pedro Jerez Palomo

Más noticias de: