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Félix Urdiales Esteban, cura de los pobres

Publicado: 01/10/2015: 14090

Artículo de José Sánchez Luque en memoria del sacerdote recientemente fallecido

Pocas veces se ha visto tan abarrotada la capilla mayor del cementerio de san Gabriel de Málaga. Pocas veces se han visto entre los participantes en el funeral de Félix tanta gente humilde, sencilla, disminuidos físicos o psíquicos. Hasta el obispo miraba, un poco preocupado, cuando un sordomudo emitía un pequeño grito. Todos se reunieron para dar su último adiós a un cura que los quiso entrañablemente, rebosante de ternura y de compasión. ¡Cómo disfruté el verano pasado cuando Félix participó, como un acogido más, en la convivencia con los amigos y amigas del Hogar Pozos Dulces de Cáritas, celebrada en Casa de Paz! ¡Cuántos momentos de compresión y de servicio humilde!

Ha muerto, tras una rápida y cruel enfermedad, precisamente el día de Vicente de Paúl, el santo que dejó escrito: “Los pobres serán nuestros jueces. Solo podremos entrar en el cielo sobre los hombros de los pobres”. Cierto, Félix ha encontrado muchos hombros que lo han transportado a la casa del Padre, como dijo Antonio Collado en la iluminada semblanza que pronunció en su misa exequial. Pues también Félix ofreció muchas veces su hombro para que descansaran los débiles, los pequeños, los enfermos y marginados.

Félix fue siempre un cura del pueblo y de los pobres. Para él, como bellamente nos dice el papa Francisco, “el vivir en el corazón del pueblo no fue una parte de su vida o un adorno de quita y pon. Es algo que no podemos arrancar de nuestro ser si no queremos destruirnos…Estamos marcados a fuego, continua Francisco, para iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar… y el día que nos separemos de esta tarea dejamos de ser pueblo”. (La alegría del Evangelio 273).

Félix quiso ser siempre pueblo y lo logró con creces. Fue un cura que olía a oveja. Por eso trabajó siempre junto a la HOAC. Precisamente en este mes iba a comenzar su responsabilidad como consiliario de la HOAC de Andalucía. Para estar en el pueblo fue capaz de descender, de abajarse. Así define al Dios cristiano uno de los mejores teólogos del siglo XX Karl Rahner: “un Dios que se abaja”. Por eso Félix trabajó durante muchos años de cura obrero y en los puestos más bajos, como barrendero. Así lo hizo en Antequera acompañando a sus amigos de Adipa.

Félix fue un apasionado de Jesús, un seguidor del camino abierto por el Nazareno. En todas sus conversaciones hacía alguna alusión a Jesús. Decía santa Teresa, hablando de san Pablo que a éste nunca se le caía el nombre de Jesús de la boca, así fue nuestro entrañable amigo y compañero: un enamorado del Señor. Descanse en paz. Y que el Señor premie a todos los que le habéis asistido en su enfermedad, especialmente a su hermana Luisa y a los compañeros de la HOAC que todas las noches han velado junto a él, con un inmenso cariño, durante el mes que ha estado hospitalizado. Gracias, Félix, por la luz que nos has dejado. No te olvides de nosotros. Ayúdanos a vivir en el corazón del pueblo como tú has vivido.

José Sánchez Luque, sacerdote diocesano

Diócesis Málaga

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