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Presentación de la Carta Pastoral \"Buscar el rostro de Dios Padre\"

Publicado: 08/09/1998: 640

Presentación de la Carta Pastoral "BUSCAR EL ROSTRO DE DIOS PADRE"

1. La propuesta del Santo Padre.

Consciente de que "toda la vida cristiana es como una gran peregrinación hacia la casa del Padre, del cual se descubre cada día su amor incondicionado por toda criatura humana, y el particular por el 'hijo pródigo'" (TMA 49), el Papa Juan Pablo II nos ha exhortado a todo el Pueblo de Dios a dedicar "el 1999, tercer y último año preparatorio para el Gran Jubileo 2000" a la visión del Padre celestial, por quien fue enviado y a quien ha retornado Jesucristo.

En consonancia con la contemplación amorosa de Dios, Padre misericordioso, nos alienta a redescubrir y a celebrar el sacramento de la penitencia. Y como fruto de nuestro conocimiento vivo de Dios y nuestro regreso arrepentido al hogar trinitario, a resaltar en nuestra vida personal y comunitaria la virtud teologal de la caridad, ya que "Dios es amor". "En este amplio programa, dice también el Papa, María Santísima, hija predilecta del Padre, se presenta ante la mirada de los creyentes como ejemplo perfecto de amor, tanto a Dios como al prójimo" (TMA 54).

La Carta Pastoral que hoy os presento y que lleva por título BUSCAR EL ROSTRO DE DIOS PADRE, ha nacido de mi compromiso por dar respuesta a este deseo del Santo Padre, como Obispo de Málaga. Pretende ser un instrumento que ayude también a llevar a la práctica la Tercera Etapa de nuestro Plan Pastoral.


2. Dios es la gran cuestión del cristiano actual.

La importancia de que los cristianos nos adentremos por el camino de la búsqueda de Dios se echa de ver en otras palabras del mismo Juan Pablo II, cuando nos dice que el "centro del drama vivido por el hombre contemporáneo" es el eclipse de Dios y la pérdida del sentido del hombre (cf EV 21). Es decir, Dios es la gran cuestión que tenemos que abordar los cristianos de hoy. Sin Dios, la Iglesia se queda en una institución humana más o menos aceptable; Jesucristo, con su talla excepcional, en un mártir más del pasado; los diversos movimientos apostólicos, en Organizacio-nes No Gubernamentales; y nuestras parroquias, en algo así como la "casa del pueblo" o el centro cívico del barrio.

Y lo más grave es que Dios ha dejado de interesar al hombre de hoy, que no habla con Dios ni habla de Dios. Inserto en el ritmo alucinante de la ciudad secular, ni se pregunta por Dios ni por el sentido de la vida. De esta manera, el olvido de Dios ha llevado a una profunda desorientación sobre el sentido del hombre y sobre los valores que deben guiar su conducta.

Dicen los expertos que existe un renacer del interés por lo religioso, pero ese mismo interés por lo religioso resulta problemático. Se buscan experiencias de encuentro con el Misterio y con lo trascendente, pero dejando al margen toda propuesta doctrinal y toda Iglesia. El influjo de la filosofía oriental lleva a muchos a sustituir al Dios personal de Jesucristo, que se ha implicado en la historia de los hombres, por la vaguedad de "lo divino", que alimenta la emotividad de la persona pero no la impulsa a vivir y encarnar su fe en nuestra historia concreta. Tales son las inquietudes que guían toda la Carta Pastoral que os entrego. De ellas hablo en la Introducción.

3. Una busqueda que es también camino de conversión.

El título de la Carta habla de buscar, pues nunca aca-bamos de conocer a Dios del todo. Como dice el Papa, la vida cristiana es como una peregrinación hacia la casa del Padre, "del cual se descubre cada día su amor incondicionado por toda criatu-ra humana" (TMA 49). Y por eso hay que seguir buscando.

Esta búsqueda abarca tres dimensiones que no se deben separar, y que son todas igualmente necesarias. En primer lugar, una dimensión afectiva, que es el sustrato más profundo de eso que llamamos experiencia de Dios. Con palabras de san Anselmo: "que te busque, Señor, deseándote; que te desee buscándote; que te halle amándote" (Proslogion, 1). Es la búsqueda que camina por la senda de la conversión y de la oración sosegada, pues lo que nos propone el Papa es "un camino de auténtica conversión" (TMA 50).

Pero es igualmente necesaria la búsqueda intelectual, que nos permita vislumbrar algo del rostro de Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo. Cometen un grave error quienes tratan de presentar la fe quedándose en el Nuevo Testamento y olvidando los veinte siglos de vida de la Iglesia: su reflexión teológica y su Magisterio. Es una de las tentaciones más graves que tenemos los cristianos de hoy.

Y en tercer lugar, la vida de caridad teologal, en su doble faceta de amor a Dios y al hombre, que tiene su fuente y su meta en Dios. La práctica de la caridad traducida en obras no sólo verifica o desmiente la autenticidad de nuestra búsqueda, sino que nos permite descubrir la entraña misma de Dios, su in-finita misericordia manifestada también en su amor salvador y liberador al hombre; especialmente a los pobres, como nos dice Jesucristo. De todo ello hablo en el segundo apartado.

4. Sólo unas pinceladas sobre Dios.

En el tercer apartado me fijo en algunos rasgos del rostro de Dios de Jesucristo. Empiezo con una alabanza a la Santa Trinidad, pues es la forma en que solemos iniciar y terminar siempre nuestra oración los cristianos. Pienso que debe ser el pórtico de toda nuestra reflexión sobre Dios y de nuestra vida

de fe, ya que es el núcleo central del Credo: creo en el Padre, creo en el Hijo, creo en el Espíritu Santo. Y desde este pórtico trinitario, voy presentando algunos rasgos de Dios Padre. He elegido aquellos que, además de su importancia intrínseca, pueden ayudarnos a iluminar alguno de los principales problemas que tenemos los cristianos de hoy. Pero no se trata de instrumentali-zar a Dios, sino de dejarnos iluminar por su presencia amorosa.

En primer lugar, la santidad de Dios. Frente a cierto prurito de algunos científicos por mostrarnos un Dios casi de laboratorio, y frente a la pérdida del sentido de la alabanza por parte de algunos cristianos que reducen el Evangelio a una ética, creo que urge subrayar que Dios es "siempre mayor", trascendente, desconcertante, otro, digno de toda gloria y alabanza. Dios es el Misterio personal que nos alumbra y nos deslumbra al mismo tiempo.

El tema de la creación puede ayudarnos a vivir de forma nueva y creyente tanto la secularización como la providencia, sin separar la creación de la Alianza. También podemos encontrar en él alguna inspiración para la ecología, que tanto preocupa a los hombres de hoy. No olvidemos que Dios ha constituido al hombre su lugarteniente en el mundo, encargado de poner orden en el caos desde amor y el respeto a lo creado.

Al presentar a Dios como Señor de la historia, que se ha encarnado en su Hijo Jesucristo y que nos ha dado su Espíritu, deseo invitar a todos a asumir sus compromisos en el ambiente en que viven, a descubrir los nuevos valores y mantenerse atentos a los signos de los tiempos.

Uno de los calificativos divinos con más solera bíblica es el que nos presenta a Dios como el Dios vivo, el Dios de la vida, que ha vencido la misma muerte mediante la resurrección de Jesucristo. Pienso que esta dimensión tiene mucho que decirnos a quienes vivimos en una cultura de muerte, según la expresión del Papa. Basta con pensar en los terribles exterminios de estos últimos años en Ruanda y en los Balcanes; o en la epidemia del aborto, o en los proyectos de eutanasia. El hombre actual de los países ricos vive sin más horizonte que los breves años de nuestra inmanencia.

He querido detenerme algo más al hablar de "el Dios de la misericordia entrañable", para que recuperemos el sentido del perdón e insistamos en la necesidad del acercarnos al sacramento de la penitencia. Sin la experiencia viva del perdón, terminamos por olvidar la dimensión más profunda de Jesucristo.

Otro de los rasgos que conviene seguir resaltando es el de Dios como salvador y liberador de los pobres. La situación de injusticia en que vive el hemisferio Sur y las nuevas pobrezas que segrega la sociedad del bienestar exigen que sigamos poniendo un énfasis particular en este tema, que corre el riesgo de perder capacidad de provocarnos.

Termino estos rasgos con el tema bíblico de que Dios va siempre delante de su pueblo, abriendo caminos nuevos. Es una manera de avisar que el Espíritu Santo sigue activamente presente en nuestro mundo, como ha recalcado el Santo Padre recientemente en una catequesis. Y es que sólo podremos ayudar al hombre de hoy si somos suficientemente lúcidos para aceptar con gratitud los nuevos valores y descubrir la presencia de Dios también en la novedad.

5. Anunciar a Dios hoy y aquí.

En el cuarto apartado ofrezco algunas sugerencias que considero muy importantes para la tarea evangelizadora. Básicamente son estas cinco: la primera, que Dios es la mejor aportación que los cristianos podemos hacer a la cultura actual, y para ello hay que hablar más de Dios y hay que hablar más con Dios.

La segunda, que sólo se puede hablar de Dios con autoridad desde una honda experiencia de Dios, y que el hombre moderno escucha con más atención a los testigos que a los maestros, como dijo K. Rahner.

La tercera, que la hondura de nuestro amor a Dios se ha de medir por nuestro amor afectivo y eficaz al hombre, especialmente a los más pobres. El pueblo, que es sabio, suele decir que obras son amores.

La cuarta, que necesitamos recuperar la familia como ámbito privilegiado de la vida de fe (como iglesia doméstica) y de la transmisión del Evangelio. Todavía hay numerosos hogares que conservan el rescoldo cristiano, y necesitamos dedicarles lo mejor de nuestros esfuerzos para reavivar esas brasas. Cada hogar será luego un verdadero foco de catequesis.

Finalmente, es necesario que nos abramos al Espíritu para que proclamemos el Evangelio desde la alegría de saber que Dios nos ama y desde la esperanza en el futuro del hombre y de la historia humana. Especiamente ahora, cuando se habla tanto de la muerte de las utopías y parece adueñarse de la misma juventud una especie de pesimismo histórico.

6. De la mano de María.

Buscar el rostro de Dios es una tarea apasionante. Es como hundir las raíces en la tierra nutricia de nuestra humanidad, donde abundan las corrientes de agua viva. Y os invito a hacerlo de la mano de la Santísima Virgen. Ella nos dará a Jesucristo, en quien resplandece el rostro amigo de Dios; un rostro que se nos revela cada día si nos mantenemos en actitud de admiración y abiertos a todas las sorpresas.

                                            + Antonio Dorado,
                                              Obispo de Málaga.

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