DiócesisOtros escritos Mons. Dorado Presentación de los balances económicos de 1996 Publicado: 00/06/1996: 682 Financiarnos desde la solidaridad En los Hechos de los Apóstoles, S. Lucas traza un cuadro de la comunidad cristiana primitiva digno de admiración: "La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos" (Act. 4,32; cf. 2,44-45). Este texto nos narra la vida ejemplar de la primera comunidad, que es inmediatamente matizada con una situación de pecado, que narra la triste historia de Ananías y Safira (Act. 5,1-11). Este segundo episodio nos muestra el abismo entre el ideal y la realidad. Por supuesto, el ideal siempre es la meta a conseguir. Pero teniendo en cuenta las limitaciones humanas. En las cartas de San Pablo, por otra parte, tenemos acceso directo a la vida real del apóstol. Pablo es un evangelizador con los pies en la tierra, que se ocupa también de las cosas cotidianas como el tema de la economía. Lo podemos comprobar desde la lectura de un pasaje emblemático: La solicitud de ayuda de la Iglesia de Jerusalén a Pablo, para lo que organiza el apóstol una colecta (se relata en el c. 2 de la carta a los Gálatas). La conciencia de Iglesia Diocesana, que va calando profundamente en nuestra Iglesia de Málaga, va empujando en el terreno administrativo dos grandes principios: es necesario administrar bien lo que la Providencia ha puesto en nuestras manos: exigencia de transparencia. Y es necesario hacerlo con un talante evangélico: exigencia de solidaridad. Las "cuentas de la Administración Diocesana" caminan desde la búsqueda de la mayor claridad y transparencia posible hacia la meta evangélica que nos marca la Primera Comunidad cristia-na: la caridad hecha solidaridad concreta. Para ello, es necesario poner al servicio de las virtudes cristianas, los medios técnicos necesarios. Las cuentas que tienes en tus manos nos muestran unos logros: cada día, son más las personas e instituciones que se sienten implicadas en el "arte de una buena administración". Cada día, vamos comprendiendo mejor que la pobreza no es "el descuido de lo material", sino la mejor administración de lo poco que tenemos para ponerlo al servicio de todos. Cada día, sabemos repartir con la mano izquierda lo que ha recaudado nuestra derecha, haciendo balance de generosidad en lo íntimo del corazón. También, vamos descubriendo que la Diócesis es una, implantada en parroquias, movimientos, asociaciones, cofradías... Porque "una sola es la fe, el Bautismo y el Señor de todos". Damos gracias a Dios por el avance logrado. Pero no nos detenemos en el gusto de lo ya hecho: el camino es aún largo. Nuestra transparencia y solidaridad pueden ser "virtudes evangelizadoras" que se conviertan en testimonio que llame la atención. Lo contrario, puede ser motivo de "escándalo", un pecado especialmente denunciado por Jesucristo en su Evangelio. En el camino que vamos haciendo podríamos marcarnos dos objetivos para el próximo curso: 1º La necesidad de recaudar nuevos fondos para ser más solidarios. Hay que salir de los cauces tradicionales: no se puede pedir siempre y únicamente a los mismos. Necesitamos más dinero, y lo decimos sin pudor: "no vamos a engordar nuestras cuentas", sino a poner más recursos al servicio de la solidaridad: nuevos templos y salones en los barrios, arreglo de tejados en las iglesias más pobres, medios técnicos al servicio de la nueva evangelización, compartir fraterno con las obras sociales de la Iglesia, etc. Como dicen los Criterios Diocesanos sobre el Ordenamiento Económico (pág. 43): "Todo lo que hagamos en el campo de nuestra organización económica debe ser pensado, entendido y vivido en unas actitudes verdaderamente evangélicas y sacerdota¬les. Quienes tenemos responsabili-dades diocesanas nos sentimos obligados a administrar lo mejor posible los recursos comunes sin ninguna proyección personal, como un servicio hecho con amor y fidelidad en favor de nuestros hermanos sacerdotes y de la Iglesia local entera". 2º La necesidad de dar pasos en la organización para ser más corresponsables: impulsar los «Consejos de Economía Parroquiales». Como expresa el ESTATUTO BASE del Consejo Parroquial de Asuntos Económicos, en el Artículo 1: "El Consejo Parroquial de Asuntos Económicos (C.P.A.E.) es un órgano eclesial parroquial, que presta su ayuda al párroco en la administración de los bienes de la Parroquia". Así lo expresa el Código de Derecho Canónico (C.I.C. 537) y los Criterios Diocesanos sobre el Ordenamiento Económico. Nuestro Proyecto Pastoral Diocesano, que conduce los pasos de la Iglesia de Málaga hacia el Tercer Milenio, tiene como segundo objetivo "promover la comunión y la corresponsabilidad". Los diversos consejos pastorales, tanto parroquiales como arciprestales y diocesano, son un signo de esta dimensión eclesial. El desafío lo ponemos este curso en el ámbito parroquial. Podemos concluir esta reflexión introductoria con unas palabras de nuestros Criterios Diocesanos sobre el Ordenamiento Económico (pág. 45): "Tenemos delante un fuerte desafío que nos obliga a adoptar actitudes seriamente evangélicas, con claridad, responsabilidad y generosidad. Debemos poner también en esto el mayor rigor y la mejor técnica profesional que estén a nuestro alcance. Los fieles seglares prestarán gustosamente sus capacidades profesionales, tanto en los Consejos parroquiales de economía como en el necesario asesora-miento a la Administración Diocesana. Cuanto podamos lograr en este camino servirá para fortalecer la vida de nuestra Iglesia, desarrollar entre nosotros lazos efectivos de fraternidad y clarificar nuestro testimonio de unidad y generosidad". + Antonio Dorado, Obispo de Málaga. Diócesis Málaga @DiocesisMalaga Más artículos de: Otros escritos Mons. 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