NoticiaHemeroteca Homilía: La gran meditación de nuestra Misión: Mateo 10 Publicado: 01/07/2014: 7055 La gran meditación de nuestra Misión: Mt 10 1.- Volvemos a tomar la afirmación y la pregunta del Documento TDV, 27. Vamos a intentar encontrar la respuesta en el Evangelio; concretamente en Mateo 10: - Es un discurso dirigido solamente a los doce; no a todos los creyentes, sino a los responsables de las comunidades cristianas. Dicho más claramente: este discurso es para nosotros, los sacerdotes; y describe de manera impresionante cómo tiene que ser nuestro estilo de vida, nuestra manera de estar en la Iglesia y en el mundo. - Este texto se ha llamado el discurso de la Misión o el breviario del misionero, porque es una síntesis o compendio de la espiritualidad que han de tener los hombres a los que Jesús envía. (Como ya es sabido, el Vaticano II ha presentado la vida y el ministerio de los sacerdotes desde el punto de vista fundamental de la Misión. Así se dice expresamente en el título y en el planteamiento del cap. I de P.O.: “Los presbíteros en la misión de la Iglesia”). - En él se describe cómo debemos ser los servidores del Evangelio del Reino. Este texto, tomado al pie de la letra, hizo santo a Francisco de Asís: él se lo creyó y lo puso en práctica. 2. Punto de partida (primer principio): Toda la vida del servidor del Evangelio debe estar condicionada por la misión, que es la proclamación eficaz del Reino: Mt 10, 7-8, como hacía Jesús: Mt 9, 35-39. Por eso no es un ideal ascético en sí todo cuanto se dice después… Mi vida tiene sentido en tanto en cuanto es continuación de la misión de Jesús y prolongación de su misma vida. (La Iglesia existe para evangelizar: evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Esto es aplicable a nosotros, los sacerdotes). 3. Actitud fundamental o contenido fundamental: Hombres libres. Es una mística de la liberación absoluta para una disponibilidad absoluta al servicio de la Comunidad, del Evangelio y del Reino: Mt 10, 38-39 Aquí se sitúa la necesaria segregación (que no separación) del ministerio sacerdotal de la consagración religiosa. El ministerio sacerdotal es una vinculación especialísima a la Persona de Cristo y el Evangelio. Es una vinculación tal que el hombre se siente libre y liberado de todo lo demás. La razón fundamental: Mt 10, 24-25. El discípulo debe ser como el Maestro. 4. Los componentes de una vida inconcebible. a). Liberación de los bienes materiales: Mt 10, 9-10. Una vida despojada para anunciar el Evangelio. - No se trata de una especie de pobreza ascética, recomendable por sí misma; sino de crear una disponibilidad absoluta para el anuncio eficaz del Reino. - Pretende evitar a toda costa cuanto pueda significar una vida instalada: porque desde el momento en que el hombre se instala, el Evangelio deja de tener sentido. - Vivir en el más serio y consecuente desarraigo. - Pobreza evangélica (Cfr. Sacerdotes para evangelizar, nº 109). b). Una vida liberada, que es capaz de aguantar el sufrimiento, la incomprensión y la persecución: Mt 10, 17-23. Se trata de aceptar ser tratados como trataron a Jesús (II Cor 4, 7 ss; 6, 3, ss; 11, 23 ss). Los padecimientos de Pablo por el Evangelio: una vida perseguida. Se requieren hombres maduros, dispuestos a jugarse su seguridad, su comodidad, su honra y su vida. Participar en la pasión de Cristo: Vivir la Pascua con Jesús. - Mediocridad sacerdotal (Cfr. Sacerdotes para evangelizar, nn. 37-38). c). Una vida liberada del miedo: Mat 10, 26-28. 31-33. Sobre todo del miedo a decir la verdad: yo no tengo ningún enemigo; es que no has dicho nunca la verdad… Los miedos del sacerdote; los miedos de la Iglesia actual. Exisía. Parresía. d). Una vida que ha puesto en segundo lugar todo con respecto a Cristo y el Evangelio. Una vida que llega hasta el despojo absoluto: Mt 10, 37-42. Una vida despojada y absolutamente libre. - La liberación del celibato (Cfr. Sacerdotes para evangelizar, 110). A cada uno corresponde hacer un examen, con toda honradez, de lo que esto significa en su vida concreta, tal como de hecho la está viviendo. 5. La consagración sacerdotal (religiosa), y lo que comporta de segregación se ha de poner en esta vinculación especialísima a la persona de Cristo; con tal intensidad que haga superar las situaciones más difíciles de la vida. Será una persona igual que las otras en el contexto de su vida; pero al mismo tiempo será una persona distinta. Esto exige un amor afectivo profundo a Jesús: cuando la oración y en general todo lo espiritual nos aburre; cuando el estar con el Señor no nos dice nada, es que en el fondo las fuerzas decisivas de la vida de una persona van por otro camino. No existe la liberación para el amor. “El pobre que busca sólo a Dios, tiene el alma libre” (Foucauld). Orar más; estudiar más; descansar más. Ser libres para amar. Pregunta Pedro: ¿Me amas?: apacienta mis ovejas. Para ser pastor hace falta amar mucho. + Antonio Dorado Soto, Obispo de Málaga