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El Adviento y la Iglesia española después de la visita de Juan Pablo II

Publicado: 25/06/2014: 656

El Adviento y la Iglesia española después de la visita de Juan Pablo II


La Visita Apostólica de Juan Pablo II ha sido un acontecimiento religioso de tal envergadura que merece una reflexión y un análisis detenido. Cabe hacerse esta pregunta: ¿Qué se la puesto de manifiesto en la reacción del pueblo y qué indicadores han aparecido para nuestra acción apostólica? Eso aparte de la lectura detenida del mensaje que nos ha dejado en sus discursos y homilías.

Ahora os invito a una reflexión en el marco del tiempo de Adviento.

ESPAÑA ESPERABA ESPERANZA:

El objetivo principal del viaje que se propuso la Conferencia Episcopal al organizarlo, quedaba reflejado en el slogan que figuraba en los carteles que anunciaban su visita: “Testigo de Esperanza”. Podemos decir que ESPAÑA ESPERABA ESPERANZA.

¿En qué medida se la conseguido este objetivo:

• en nuestra vida personal,

• en el ámbito colectivo?

¿Qué fundamentos ha puesto objetivamente para nuestra esperanza?


DOS HECHOS SIGNIFICATIVOS:

En un balance de urgencia me parece que se pueden destacar dos hechos muy significativos:

1º. La gran capacidad de convocatoria de lo religioso, cuando se presenta con fuerza y con convicción.

Aquí se ha cumplido, el pie  de la letra, lo que predecía el escrito de un grupo de teólogos del año 76 (nn. 11, 12, 13 y 14).

2º. La necesidad que siente nuestro pueblo de manifestar pública y comunitariamente su propia fe para recuperar la confianza en sí mismo y vivir una experiencia religiosa.

Frente a una pastoral:

• excesivamente intelectualista o racional,

• reducida al ámbito de lo privado o del pequeño grupo,

el pueblo español ha vibrado religiosamente con un mensaje poco novedoso, pero expuesto en un ambiente colectivo, sin timidez, sin ambigüedades, sin continuos interrogantes.


RAÍCES DE LA ESPERANZA:

En los mensajes y actitudes del Papa han aparecido como cuatro grandes raíces en que se puede apoyar nuestra esperanza personal y pastoral:

1º. Descubrir con alegría y con responsabilidad la gran historia de nuestra Iglesia española (Cf. Saludo en Barajas, pág. 4; Discurso a la Conferencia Episcopal, pág.12).

Es una historia de fe, una historia de vocación misionera, una historia de honradez y de fidelidad, una historia de amor al prójimo.

El conocimiento y la estima de nuestra propia historia espiritual, que nos ha redescubierto el Papa en toda su grandeza, debe ser:

• fuente de energía,

• fuente de optimismo,

• fuente de seguridad en nosotros mismos, y

• estímulo para la responsabilidad.

2º. Creer más en la vitalidad de nuestra fe.

Hay, con frecuencia, una duda más o menos confesada que corroe nuestras vidas y paraliza nuestro esfuerzo: ¿Aporta la fe y el mensaje que anunciamos algo válido a la sociedad en que vivimos?

Ante esta interpretación nos sentimos incómodos y acomplejados porque quisiéramos ser pragmáticos y eficaces como lo es la sociedad utilitarista en que vivimos.

Frente a esta duda, el Papa ha reafirmado el valor humanizador de lo religioso cuando es vivido auténticamente; y nos ha devuelto la confianza en la fuerza de la fe viva y en la fecundidad del Evangelio para salvar, es decir, para liberar y plenificar al hombre ofreciéndole: sentido, verdad y esperanza.

Me parece que nos ha ayudado a creer con más alegría, con más ilusión, con menos cobardía frente a los demás.

Nos ha ayudado a descubrir con admiración y con agradecimiento que en la fe cristiana tenemos un gran ideal de vida, un gran camino por delante de esfuerzo, de generosidad, de servicio a los demás, de salvación de nuestra propia persona, de nuestras familias, de la sociedad entera.

La voz del Papa ha sido escuchada con respeto y admiración por todos los hombres de buena voluntad, aunque no sean católicos.

3º. Avivar nuestra conciencia con gozo de lo mucho que vale ser miembro de la Iglesia de Jesucristo.

(Homilía en Ávila, pgs. 28-29; Homilía a los Religiosos, pg. 61; Homilía en el Nou Camp, pg. 149).

A veces no sentimos suficientemente el valor tan grande que tiene pertenecer a la Iglesia Católica, donde se conserva íntegra la memoria de Jesucristo, que es:

• la salvación de los hombres,

• la verdad de nuestra vida, y

• la esperanza de la humanidad.

En la Iglesia:

• poseemos el Evangelio de Jesús,

• poseemos la presencia de Jesús junto a nosotros, en sus Sacramentos, que deben llenarnos de alegría.

En la Iglesia:

• somos hermanos de los mejores hombres y las mejores mujeres de la tierra; los que ha habido y los que hay ahora mismo luchando por la fe, atendiendo a los más necesitados en todas las partes del mundo, haciendo todo el bien que pueden con la mejor voluntad de su corazón.

Tenemos que sentir la alegría de pertenecer a esta gran familia de hombres y mujeres que sirven a Dios en el mundo y hacen bien al prójimo en nombre de Dios.

4º. Ha avivado nuestra esperanza al poner delante de nuestros ojos el ancho mundo de personas que vuelven sus corazones confiadamente al mensaje de salvación que tiene la Iglesia.

En torno a él y a lo que él representa, se han agrupado masivamente todos los grupos sociales:

• los matrimonios y las familias,

• los jóvenes: dispuestos a no marcharse mientras no les diera esperanza,

• los maestros y educadores,

• los intelectuales y los científicos,

• los trabajadores y obreros,

• los enfermos,

• el pueblo sencillo y pobre,

• los ancianos,

• los hombres del mar,

• los sacerdotes y los religiosos y religiosas.

Esas expectativas del pueblo nos interrogan a nosotros:

¿Qué hacemos por todos estos grupos de personas?

¿Qué hacemos para difundir el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo a toda esa masa de gente que pone en Él su esperanza y su confianza?

Somos una Iglesia:

• un poco perezosa,

• un poco deprimida,

• un poco aturdida.

Yo espero que el viaje del Papa en este Adviento, nos dé:

• confianza en nosotros mismos,

• confianza en la validez del mensaje de Jesús para la sociedad en que vivimos,

• el dinamismo que necesitamos para poner en marcha todas las grandes posibilidades de Evangelización, de fraternidad, de servicio apostólico a nuestro pueblo.

Navidad: la evangelización.

Más allá de lo que hacemos debe estar lo que queremos conseguir con lo que hacemos: anunciar el Evangelio.

 

+ Antonio Dorado Soto,
Obispo de Málaga

Diócesis Málaga

@DiocesisMalaga
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