«Crispación social»

Publicado: 10/08/2012: 1371

•   Artículo sobre la situación actual (1984)

 Contra lo que muchos esperaban, tampoco el actual Gobierno ha resultado ser la varita mágica para solucionar los problemas sociales de España. Ni éste ni otros gobiernos que quieran ser democráticos podrán encontrar fáciles soluciones a las graves dificultades que pesan sobre el País.

A pesar de todo, sólo ayudados por gobiernos democráticos, po­dremos salir, aunque sea a trancas y barrancas, del atolladero donde nos encontramos.

Las alternativas

Problemas los habrá siempre. Porque, de hecho, el hombre es de por sí un inmenso interrogante de no fácil respuesta y un cúmulo de ambigüedades y contradicciones de difícil conjugación.

La cosa está en saber el grado de capacidad que tiene un gobierno para ir superando las dificultades sociales a favor de todos los ciudadanos sin violentar su libertad. Si los problemas persisten y aumentan en pro­porción y en número, sólo caben dos soluciones: la de los países socialis­tas del Este europeo, donde en aras de un pretendido bien común se aplasta la libertad; o la de aquellos gobiernos que, consecuentes con su sentido de servicio al pueblo y ante la imposibilidad de hacerlo, renun­cian a la encomienda que le hicieron los ciudadanos, para que otros gru­pos políticos (si los hay...?) ocupen su lugar, haciendo más y mejor a favor del colectivo nacional.

Diluvio de problemas

Sólo basta echar un somero vistazo sobre nuestra arrugada y lace­rada “piel de toro” para darse cuenta que estamos llegando a una crispa­ción nacional, pocas veces dada en los últimos decenios.

Junto a ciertos logros que todos debemos reconocer y agradecer al actual Gobierno, se acumulan un montón de dificultades que constitu­yen un alarmante alud que, si no sabemos o podemos esquivar, se nos viene encima y nos aplasta a todos.

El diluvio de problemas lo podríamos describir así:

El creciente y alarmante paro laboral; el terrorismo; el fraude fiscal; la reforma agraria; la distribución y uso de las ayudas a los parados; el miedo de las empresas a invertir; la debatida Ley de Educación; la espiral de huelgas,... Para descender luego a problemas que no por afectar a personas y familias concretas dejan de tener, a la larga, una gran repercu­sión social. Tales pueden ser el tráfico de drogas, la inseguridad ciudada­na, la violación de menores (en Málaga se ha dado últimamente un tristí­simo caso), el desatino de una educación sexual que fomenta los instintos pasionales, sin tener en cuenta ni estimular la capacidad de autodominio de los individuos; la avalancha bélica y pornográfica en la televisión y la radio; la manipulación de los Medios de Comunicación Social que, a otros niveles, nos hace recordar un régimen anterior que creíamos superado,...

A esta letanía de lamentaciones cabría añadir muchas otras más.

Erosión de valores morales

Ni al Gobierno socialista ni a otro cualquiera le será posible gober­nar a un país desprovisto y vaciado progresivamente y de manera inten­cionada de valores morales. ¿Nos encontraremos ante el laberinto sin sa­lida de una sociedad donde al consumo sigue la competitividad y a ésta la violencia, sin otros criterios que los de tener y abusar?

Lo que cabe preguntarse es qué grado de responsabilidad indivi­dual y social hay en cada uno de estos males y qué es lo que deben hacer ciudadanos y gobernantes para evitar una hecatombe social.

Empobrecernos

A mi manera de ver, ante todo, cabría tomar tanto a nivel indivi­dual como fami1iar una responsable actitud de aceptación de la pobreza por parte de los que más tienen, a favor de los pobres que menos tienen. Convencernos de la necesidad del ahorro a fin de aunar las pequeñas posibilidades económicas de cada español en favor de una mayor y atina­da inversión en los medios de productividad.

Pero, ¿quién será capaz de convencer a los ricos y menos ricos de la necesidad de poner “marcha atrás” en el consumo superfluo? Los po­bres, y no los sumidos en la miseria, tal vez estén más dispuestos a saber vivir sólo con lo que necesitan; pero, los demás ¿serán capaces de situarse a un nivel social inferior al que tienen?

La responsabilidad del Gobierno

A todo esto añadamos la gravísima responsabilidad de los que nos gobiernan y en cuyas manos están los grandes Medios de Comunicación Social para convertir a España en una gran aula de formación cívica per­manente. Hasta ahora parece ser que han hecho todo lo contrario: la vio­lencia física y moral; la pornografía y la soez están adquiriendo cotas im­pensables en la televisión, el cine, el teatro y la radio. Las películas de guerras ficticias o reales ya pasadas se nos sirven constantemente por el bajo precio de unas horas sentados cómodamente ante el televisor. Se incita los instintos agresivos de los ciudadanos. Se falta al respeto a los profundos sentimientos religiosos de un gran sector del pueblo español. Todo resulta ser la acumulación de un material que bien puede conver­tirse en una dinamita social que, de una manera consciente o inconscien­te, haga saltar hecha añicos a una España debilitada ya por otras muchas razones.

Si es cierto que ante los problemas de tipo económico quizás el Gobierno se sienta desbordado por un fenómeno mundial que afecta a una gran parte de las naciones libres, también es verdad que el Gobierno debe dar una solución rápida a los problemas que están creando los Me­dios de Comunicación Social. De no ser así, pensaremos que nos están ofreciendo “el pan y el circo” de un erotismo denigrante y de burlas sar­cásticas para que nos olvidemos de unos problemas sociales que no po­drán solucionarse si no es a partir de la honradez y el respeto mutuo entre los españoles.

Me parece una contradicción que, hace ya un tiempo, uno de los actuales líderes políticos nos recordara la necesidad de un “equipamiento ético”, cuando en realidad lo que están haciendo (pudiendo evitarlo) es todo lo contrario.

Cuaresma

Ante la próxima Cuaresma, precedida por un carnaval en muchos aspectos nada lúdico por ser sarcástico e inculto, los católicos tanto a ni­vel personal como familiar debemos revisar nuestra actitud frente a to­dos estos problemas.

Por nuestra adhesión a Jesucristo debemos ser los primeros en acep­tar empobrecernos, como El lo hizo, para que otros, y a la larga nosotros mismos, podamos vivir más dignamente.

Por otro lado, conviene salir de nuestra apatía y cobardía, para exi­gir de nuestros gobernantes una determinación en sanear los Medios de Comunicación Social, a fin de que no sigan deformándonos, sino más bien ayudándonos a ser simplemente ciudadanos.

Málaga, 3 de Marzo de 1984. 

Autor: Mons. Ramón Buxarrais

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