«Agotados por el trabajo»

Publicado: 14/08/2012: 1815

•   Carta de Verano (1976)

Queridos amigos:

Os escribo en pleno verano. No parece ser éste el tiempo más opor­tuno para recibir circulares. Ni la he escrito con esta intención. Quisiera que la recibiérais como se recibe la carta de un amigo que, en el calor del verano, produce el gozo de un vaso de agua fresca.

Agotados por el trabajo

Al acercarme a vosotros en el curso de mis visitas pastorales o por otros motivos, he quedado gratamente sorprendido al constatar vuestra entrega.

Entre nosotros, como es natural, hay diferencia de edad, de forma­ción, de estilo pastoral, de situaciones...; pero en casi todos he podido admirar la entrega constante, silenciosa, abnegada y, aun, expuesta en aras de la fidelidad a vuestra vocación.

A veces, sin embargo, esta admiración se convierte en preocupación. Muchos de vosotros estáis agotados, y temo que ni el pequeño descanso de verano podrá rehaceros totalmente.

Vuestra salud

Es un deber cuidar la salud física y síquica. Debemos saber medir nuestras fuerzas. Sería lamentable para vosotros y para la misma comu­nidad diocesana que, por una desacertada distribución o exceso de traba­jo, viéramos quebrantada vuestra salud.

A veces me siento culpable de esta situación; porque, o bien os he sobrecargado de responsabilidades o no hice los posibles para daros los colaboradores que necesitáis.

Sea como fuere, vosotros y yo debemos hacer posible un trabajo pastoral «humanamente» más llevadero, sin rechazar aquellos dones del Espíritu que, en ciertos casos y circunstancias, hacen posible la heroici­dad, que también la hay entre nosotros, gracias a Dios.

Escala de valores

Todos deberíamos ordenar nuestro trabajo y responsabilidades pastorales según una escala de valores que, a mi parecer, podría ser más o menos así:

-salud física y síquica (comida, descanso, distracciones, depor­

te...) - oración, estudio y reflexión

-programación de la pastoral tanto a nivel de zona, como de sec­tor, grupo sacerdotal y, aun, parroquial.

Programar

Desearía (como ya lo ha hecho la Zona de Alora-Coín), que  cada unidad pastoral programara (¡ojalá con la colaboración de seglares!) los objetivos y medios de trabajo.

Cuando, durante los meses de Octubre y Noviembre, visite las dis­tintas zonas o grupos pastorales de la Diócesis, desearía poder conocer detalladamente esta programación.

Y, en cuanto a esto se refiere, recordad que el año pasado nos pro­pusimos la catequesis de adultos. Debemos continuar insistiendo. Gra­cias a Dios, se están recogiendo buenos frutos de un trabajo pastoral, con objetivos y métodos preestablecidos, realizados por muchos de vosotros a través de movimientos apostólicos, comunidades u otros grupos.

El día de descanso

No podemos vivir en tensión continua de trabajo. Debemos encon­trar, como lo hace normalmente toda persona en nuestra sociedad, un día de descanso semanal. No podrá ser ni el sábado ni el domingo, cuan­do la mayoría de nosotros nos sentimos más comprometidos en reunio­nes, encuentros y ministerios. Debemos buscar este día de descanso en­tre otros días de la semana.

He consultado a varios grupos sacerdotales. A partir de su opinión, me atrevo a sugeriros que vuestro día de descanso fuera el jueves de cada semana. Esta coincidencia en todos los grupos facilitaría los encuentros, las jornadas de estudio, los retiros espirituales de varias zonas o grupos, y, también, mi participación periódica en ellos.

La reunión pastoral de zona o equipo

La reunión pastoral de Zona o Equipo se hace del todo im­prescindible. Por ella adquirimos conciencia y hacemos realidad el pres­biterio diocesano, al mismo tiempo que evitamos convertirnos en fran­cotiradores de trabajo apostólico.

De ahí que, aprovechando esta oportunidad, os pido que conside­réis un deber el participar en estas reuniones. Y esto aun a costa de sacri­ficar clases u otros compromisos.

Los que ejercéis vuestro apostolado en escuelas e institutos exigid desde ahora (como lo hacen los otros profesores por razones familiares u otros trabajos) que en los programas de clases os dejen un día libre, de descanso; día que, en lo posible, deberíais hacer coincidir con el jueves de cada semana.

El catecismo de preadolescentes

Este año tendréis a vuestra disposición el nuevo Catecismo de Preadolescentes. Es fruto de un gran esfuerzo por parte de alumnos, pa­dres, profesores, maestros, catequistas, sacerdotes y la colaboración y aprobación Episcopal.

Donde exista un grupo de preadolescentes, allí deberá tenerse en cuenta tanto el contenido como el método del nuevo Catecismo.

Su comprensión y manejo no es fácil. No basta con adquirirlo. Exi­ge una preparación aun por parte de los sacerdotes. Por esta razón os pido que participéis en los encuentros de presentación del Catecismo que la Delegación Diocesana os ofrecerá.

La Visita ad Limina

Sabéis que cada cinco años los pastores diocesanos debemos visitar al Obispo de Roma, el Papa, para darle cuenta de la marcha de nuestras comunidades diocesanas y afirmar nuestra comunión con él.

Es muy probable que los obispos del Sur de España hagamos con­juntamente esta Visita al Papa. Será aproximadamente a finales del próxi­mo mes de Noviembre.

El Secretariado Social Diocesano me ha ofrecido una inapreciable colaboración en la preparación del informe. Los miembros de dicho Se­cretariado están dispuestos a recibir cualquier sugerencia vuestra, para ampliar y objetivar, si cabe, el informe.

Desde ahora agradezco la colaboración de los que lo habéis hecho, y anticipo mi gratitud a todos los que queráis hacerlo.

No olvideis...

Finalmente quiero recordaros las tandas de días de oración, cuyas fechas y directores todos ya conocéis. Enviad cuanto antes al Sr. Canciller del Obispado la hoja de inscripción debidamente cumplimentada.

Y nada más.

Temo que la «carta de verano» me haya resultado demasiado ex­tensa y que en lugar de «refrigeraros», os haya «acalorado». Si hubiera sido así, disculpadme.

Hagámonos mutuamente presentes en nuestra oración, para que el Señor nos aumente el gozo de servirle en su Iglesia.

Vuestro amigo,

Málaga, Agosto de 1976. 

Autor: Mons. Ramón Buxarrais

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