«Carta a un niño que no podrá nacer» (1983)

Publicado: 10/08/2012: 1520

 Querido Nonato:

Es noche de Reyes. Miles y miles de niños bullirán por las calles de nuestras ciudades y pueblos para ver pasar a los Magos con su atuendo multicolor. Ojos infantiles abiertos por la curiosidad, la ilusión y la sor­presa serán las estrellas más brillantes de esta noche. Después del desfile real, irán a sus casas para dormir un sueño apretado y encontrar a la mañana siguiente el juguete deseado, ante la mirada feliz de sus padres.

Tú, querido Nonato, jamás podrás disfrutar de la noche de Reyes. No te dejarán. Alguien, cuando todavía eres indefenso, apretará tu dimi­nuto corazón, arrancará tus minúsculos ojos y desgarrará tu futura sonri­sa. Mamá te habrá echado de su vientre.

Algunas naciones ya tienen programado minuciosamente tu asesi­nato. Dicen que son naciones libres, democráticas y cultas. Imagínate, Nonato, hasta qué punto hemos adulterado la verdad de las cosas.

Pero estamos ya pagando el precio de nuestro crimen. Somos una civilización atascada. Más aún, en retroceso. Porque entre nosotros conti­núan las guerras, el terrorismo, los secuestros,... cada vez más perfectos para el mal. ¡Si vieras cómo vivimos! Es cierto que tenemos muchos co­ches, electrodomésticos, casas bien amuebladas,... y, a pesar de todo, la vida parece hacérsenos cada día más incómoda. Son muchas las caras marcadas por un rictus de amargura y desilusión. Hay quien siente náu­seas de vivir.

En España, a pesar de todo, se van haciendo cosas buenas. Última­mente se están tomando decisiones eficaces para una mejor convivencia, a fin de compartir derechos y deberes, como se hace en una gran familia.

Pero, aun dentro del mismo grupo comprometido en mejorar nues­tra sociedad, hay quienes intentan hacernos la zancadilla, para que caiga­mos en la trampa del pseudo progreso. Ya lo ha dicho una persona muy importante. Que sí, que también nuestros senadores y diputados firma­rán tu sentencia de muerte, Nonato. Van a facilitar tu asesinato. Y serán impunes. A lo mejor hasta con premio.

Para justificar esa horrorosa ley nos dicen que hay no sé cuántos criminales de niños recién nacidos engendrados como tú. Las cifras son incomprobables. Pero impresionan y presionan. Por lo que se ve, se ha inventado una ley por la que cuando una acción mala es repetida muchas veces y por muchas personas,... entonces es buena.

¡Ah!, también dicen que si permiten matar a recién engendrados, es por aquello de velar por la salud física y síquica de la madre. Y eso lo deberéis pagar tú, Nonato, y tus compañeros de desdicha. Además, no tendréis ni el derecho, ni la posibilidad de recurrir a un abogado defen­sor.

Aquello de la paternidad responsable, no justifica un crimen más responsable todavía.

Yo pienso, querido Nonato, que a lo mejor, si tu madre te dejara nacer, serías un gran ciudadano, o un gran obrero, o un magnífico agri­cultor, o un extraordinario profesor, o un excelente médico, o un ingenie­ro,... quizás hasta un «Premio Nóbel». Pero, ¡no! Se te va a negar cual­quier posibilidad. No serás nunca nadie. Un simple proscrito de la vida humana desde las pocas horas, días o meses de haber entrado en el esce­nario de la historia.

Si la ley del aborto hubiera sido aprobada cincuenta o sesenta años atrás, a lo mejor algunos de nuestros políticos y hombres de ciencia ja­más hubieran visto la luz, como tampoco la vas a ver tú, Nonato.

Fíjate que contradicción más horripilante: al mismo tiempo que se da vida, se firmará también la sentencia de muerte. Condenados de ma­nera inapelable antes de nacer.

¿No estaremos en una sociedad regresiva? ¿Acaso nuestros progre­sos no se convertirán en losas sepulcrales?

Pero la cosa puede seguir adelante. Porque, mira Nonato, ¿quién sabe si los que ahora firmarán tu sentencia de muerte, no serán ellos mismos sentenciados por sus propios hijos y nietos como «trastos viejos y desgastados» que estorban y no producen, cuando lleguen a setenta o más años?

Además, muchos de los que ahora parecemos consternados ante vuestra ejecución, somos unos cobardes. Nos limitaremos a escribiros cartas de pésame por vuestra propia muerte o, a lo más, manifestarnos a vuestro favor con grandes pancartas.

Quizás no podemos hacer más.

Se me ocurre una idea imposible, Nonato: tú debes conocer a mu­chos que corren tu misma suerte. Convócalos y organiza una gran mani­festación (...dicen que sois muchos) frente a las Cámaras de Senadores y Diputados y hasta la misma Moncloa, pasando luego por las casas de las madres abortivas, gritando: ¡Dejadnos vivir! ¡Dejadnos vivir! Gritad fuer­te, porque algunos tienen un corazón insensible.

Querido Nonato: Nadie podrá conocerte; sólo tu madre, el médico y la enfermera que te verán hecho unos tiernos y destrozados tejidos, bañados en sangre.

Pide que Dios les perdone. Y que nos perdone a todos aquellos que no haremos lo posible para evitar vuestro asesinato.

Hasta que nos veamos ante el que te dio la vida y te la dará en plenitud.

Málaga, Febrero de 1983. 

Autor: Mons. Ramón Buxarrais

Más noticias de: