«No a la presencia política en los actos religiosos»

Publicado: 10/08/2012: 1606

•   Declaraciones al Diario “Ideal” (1979)

 Ayer, en Málaga, como en tantas otras ciudades españolas, ante la aprobación de unos y la extrañeza de otros, vimos en la procesión del Corpus Christi a ediles municipales militantes en partidos de ideología materialista.

Ante este hecho insólito, y con el fin de esclarecer ambigüedades, nos acercamos a Dn. Ramón Buxarrais para formularle las siguientes pre­guntas:

¿Qué opina, señor Obispo, sobre la participación de los nuevos ediles en la procesión del Corpus?

-Ante todo, quede claro que responderé a sus preguntas a título personal. Quiero también manifestar mi profundo respeto para con to­dos y cada uno de los alcaldes y concejales. A su vez conviene recordar que en España se da el caso de inscritos a partidos de ideologías materia­listas y que, a pesar de ello, dicen ser cristianos. Sólo constato el hecho.

-Me refiero a alcaldes y concejales ateos, agnósticos o simplemente no creyentes

-Espero que los obispos españoles, teniendo en cuenta el sentir del pueblo cristiano y razonando la actitud del Episcopado de otras naciones, estudie la nueva situación de la Iglesia en España y dé unos criterios nor­mativos sobre los que cada diócesis pueda apoyar sus determinaciones. Personalmente creo que ningún ateo, agnóstico o no creyente debe parti­cipar en celebraciones cristianas. Simplemente debe respetarlas. Esto es válido, a mi parecer, aun para los que ostentan cargos públicos.

-Quienes tienen cargos públicos dicen que representan al pueblo.

-El pueblo cristiano se representa a sí mismo con su presencia y participación en los actos de culto litúrgico o popular. Cuando los cristia­nos están presentes no es necesaria ninguna representación.

-Pero ¿usted no cree que la presencia de ediles no creyentes en actos religiosos es un signo democrático?

-Simplemente, no. La democracia de los ediles no creyentes se de­muestra en facilitar a los ciudadanos aquellos medios que necesitan para expresar y celebrar su creencia. Sobre todo cuando son un grupo nume­roso. Por ejemplo, si en Málaga hubiera un numeroso grupo de musul­manes residiendo entre nosotros, el Ayuntamiento debería facilitarles aquellos medios necesarios para expresar y celebrar sus fiestas religiosas y su fe. Y esto, aunque no haya concejales musulmanes. Alcalde y conce­jales deben actuar como administradores del bien común, por encima de sus intereses personales e ideologías.

-Sabemos que el Ayuntamiento de Málaga y de otras ciudades han colaborado en la celebración del Corpus Christi. Ha sido un gesto elegante y generoso. ¿No cree usted?

-Se trata de un gesto justo, hecho con elegancia y generosidad. La justicia es de exigir. La elegancia y generosidad es de agradecer.

-En el caso de que el alcalde y concejales sean cristianos, ¿deberían asistir a la procesión?

-Preferiría que asistieran a título personal. En cualquier celebración cristiana hay una sola presidencia: Cristo Jesús o las personas que, por elección eclesial, le representan. Me refiero al sacerdote. Recuerde usted cuántos cristianos años atrás criticaron la presencia de autoridades en los actos religiosos por creer que en ella había más peso político que religio­so. Llevaban razón. Debemos terminar de una vez por todas con presen­cias políticas, sean del color que sean, en actos religiosos.

 -¿Usted pensaba así años atrás?

-Sí. De hecho, y aunque no lo explicitara, las personas que ostenta­ron cargos públicos conocían mi parecer. Además, de común acuerdo, ya entonces, llegamos a reducir su presencia en actos religiosos.

¿Y la ausencia del Ejército en el Corpus malagueño?

 -Respeto y admiro al Ejército. De ahí que deseo que siempre ocupe el lugar que le corresponde. Y éste no creo que sea la procesión del Cor­pus. Sólo se justificaría su presencia en el caso de tener que velar por el orden. Ahora bien, si los cristianos no somos capaces de procesionar con orden y respeto solos, y si los no creyentes no son capaces de respetarnos en público, simplemente preferiría no salir. En el caso concreto de Mála­ga, hace unos años dialogué con las autoridades militares y llegamos a un acuerdo.

-Entonces, ¿qué piensa usted de la presencia de fuerzas armadas en las procesiones de Semana Santa?

-Estoy convencido que la agrupación de cofradías tarde o tempra­no estudiará este hecho. Yo, simplemente, no me imagino a soldados no cristianos obligados a participar en actos religiosos. Como tampoco pue­do imaginarme a una autoridad militar que no sea cristiana presidir una procesión.

-Su opinión puede parecer un poco drástica.

-Más que drástica es consecuente, es cristiana. La Iglesia en España debe liberarse de un pasado histórico que, si bien en su contexto quizá tuvo su explicación y sentido, en adelante podría hipotecar su libertad y ensombrecer su testimonio. Deseo y pido a Dios una Iglesia libre de todo y de todos para que pueda cumplir su misión.

-Por las mismas razones que usted pide la no interferencia de políti­cos en actos religiosos, la política debe rechazar la interferencia de clérigos en su quehacer.

-Tiene toda la razón. Ningún sacerdote con cargos pastorales debe tener cargos políticos, por nobles y puros que sean.

-Años atrás los hubo.

-A mi parecer, fue una equivocación.

-Y los hay ahora.

 -Los que yo conozco han dejado de ejercer como pastores. En mi opinión, hay una dificilísima compatibilidad entre el ministerio pastoral y un cargo político. El sacerdote debe ser el hombre libre de cualquier estructura ideológica, que siempre tiene su peligrosa estrategia; y esto aun en el caso de estructuras ideológicas que dicen defender a los necesi­tados. A éstos la Iglesia los defiende desde la libertad, la exigencia y la «debilidad» evangélica.

-Sin embargo, según parece, los clérigos con cargos político-adminis­trativos actuales se están desenvolviendo con gran acierto.

 -No lo dudo. Más aún: lo comprendo. Creo que los clérigos a los que usted se refiere no han renunciado a su fe ni a su pertenencia a la Iglesia. Es decir, en ellos, además de su preparación humanística y políti­ca, hay una disponibilidad y honradez, potenciadas y purificadas por la fe, que les convierte en unos verdaderos servidores del pueblo. Y quizá es esto lo que ahora deben hacer, en bien de España. Algunos pueden ser grandes políticos, como en el caso del sacerdote pacense Muñoz Torrero (1829), el dominico Pedro Gerard (1871), el jesuita Antonio Vicent (1902), el canónigo ovetense Maximiliano Arboleya y otros. Con todo, repito que si algún clérigo, por sus cualidades especificas, cree que debe dedicarse a la Política como servicio, es necesario que deje de ejercer su ministerio. Y, dado el caso, después de mucha oración, profunda reflexión y diálogo, debe siempre contar con el permiso de su obispo, asesorado de su conse­jo presbiteral. No hago más que repetir lo que ha dicho el Episcopado español.

-¿Algo más con relación a los sacerdotes?

 -Después de una etapa en la que hicieron trabajos de suplencia, conviene un retorno a lo estrictamente nuestro: la evangelización, la cate­quesis y los sacramentos. La decepción de muchos sacerdotes viene dada por el desencanto de haber perdido el rol de suplencias. Es necesario reencontrar nuestro lugar específico en el mundo de hoy; lugar o misión insustituible que sólo se puede comprender y vivir a partir de una fe, purificada y potenciada en y por la oración constante y ofrecida con hu­mildad a los hombres para que recuperen la ilusión de vivir que da el saberse hijos de un Dios que perdona y salva ya desde aquí y ahora y en el más allá para siempre.

Málaga, Junio de 1979. 

Autor: Diario

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