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Semblanza, por Ángel Márquez

Publicado: 01/08/2012: 2155

Mons. Ramón Buxarrais: un largo y fecundo Pontificado en Málaga

Cuando el Sr. Vicario General me encargó recopilar los documentos de Mons. Buxarrais Ventura correspondientes a su Pontificado en la diócesis de Málaga, para una posible publicación, no podía imaginarse que me estaba haciendo una encomienda muy grata pues he gozado reviviendo, a través de tantas Pastorales, aquellos años que, ciertamente, son inolvidables. Hablar o escribir del Sr. Obispo, siempre ha constituido para mi persona una inmensa alegría. Por eso cuando D. Alfonso Crespo me invitó, además, a que redactara unas líneas, a modo de semblanza, sobre el Prelado, fue, sin duda, una enorme satisfacción que venía a constituir el culmen de ese sentimiento interior.

Introducción

El Pontificado en Málaga de este Obispo ha sido, sin duda alguna, largo y fecundo. A la vez, fue una etapa muy especial al coincidir la aplicación del Vaticano II y la transformación política de España con el cambio de régimen de gobierno.

Mons. Buxarrais es un hombre de intensa piedad, entregado a la oración y a la caridad, humilde e inclinado a la vida contemplativa. Tiene un temperamento fuerte y noble, austero, libre y con un amor muy preferencial a los pobres. Por eso, prefirió seguir ejercitando calladamente la entrega a las almas y la caridad directa con los más necesitados y renunció a la mitra de Málaga. El Prelado es, sin duda, un hombre de Dios.

Catalán de origen, se identificó perfectamente con el pueblo andaluz y concretamente con el de Málaga y ello, según sus palabras “gracias a mi paso por Chile, muy afín al temperamento andaluz”.

Perteneció a las Comisiones Episcopales del Clero, de Misiones, de Medios de Comunicación y de Pastoral y fue Presidente del Comité Episcopal para el Diaconado Permanente en España.

Programó el “Mes de Convivencia Sacerdotal”, que tuvo lugar durante muchos años y en el que participó un gran número de sacerdotes de Andalucía para actualizar sus conocimientos teológicos y pastorales.

Fue uno de los más decididos y equilibrados defensores de la puesta al día de la Iglesia española, así como de su libertad e independencia. Su admiración por el pueblo andaluz le llevó a interesarse vivamente por nuestro regionalismo, por la promoción y derechos de Andalucía y por la presencia de la Iglesia en este campo.

El Sr. Obispo conocía por propia vivencia las necesidades espirituales de los países hispanoamericanos, y envió sacerdotes a algunas zonas de misión. La Diócesis de Málaga hizo suya la tarea evangelizadora y el compromiso formal de trabajar en el Distrito venezolano de Caicara del Orinoco, donde actualmente un grupo de presbíteros malagueños sigue allí evangelizando a los más necesitados.

Datos biográficos

Don Ramón Buxarrais Ventura, nace en Santa Perpetua de Mogoda, provincia y diócesis de Barcelona, el 12 de diciembre de 1929. Sus padres, Ramón y Lucía, tuvieron otros cuatro hijos; el Prelado era el menor de los cinco hermanos.

De pequeño ingresa en el Seminario Conciliar de Barcelona, muy ayudado por su párroco. Posteriormente estudia en la Facultad de Teología de San Cugat del Vallés, donde consigue el grado de licenciado en teología.

Recibe la ordenación sacerdotal el 17 de diciembre de 1955, y ejerce el ministerio pastoral durante cuatro años en Barcelona, primero como Coadjutor en las parroquias de San Pío X de la ciudad y más tarde en la de Lliçá de Munt, parroquia de la que fue nombrado Regente en 1957.

Dos años más tarde, y a través de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispano Americana (OCSHA), se traslada a Chile al servicio de la diócesis de Antofagasta. En ella desempeña los cargos de Vicerrector y Director Espiritual del Instituto «Obispo Silva Lezaeta», de la ciudad de Calama, situada en una zona minera y desértica, muy pobre, al norte del país, al tiempo que ejerce como Coadjutor de la parroquia de dicha ciudad, Consiliario de la JOC y Capellán de la prisión de la misma población. Calama era la capital del Departamento de El Loa, situado a 2.500 metros de altura, al pie de los Andes.

En 1962 es nombrado Ecónomo de la parroquia del Buen Pastor en la ciudad de Antofagasta. Al año siguiente es designado Vicario General de Pastoral de Antofagasta. Al crearse la «Prelatura Nullius» de Calama, sufragánea de Antofagasta, además de ser párroco de San Juan Bautista de Calama, es nombrado Administrador Apostólico de dicha Prelatura.

Sintiéndose llamado a la vida contemplativa ingresa en 1967 como postulante en el convento trapense de Azul, en la provincia de Buenos Aires en Argentina pero, debido a una imprevista enfermedad, tiene que regresar a su ciudad natal, Barcelona, siendo hospitalizado con el fin de recibir cuidados para su columna vertebral.

Muy a su pesar y por consejo de los médicos que le atendían, no puede regresar a la Trapa de Azul y ejerce su ministerio sacerdotal en la Archidiócesis catalana. Durante la convalecencia de su enfermedad, alterna los estudios de Teología en la Facultad de San Cugat de Vallés, con la vida pastoral en la parroquia de Llinars del Vallés.

En 1969 es nombrado Ecónomo de la parroquia de San Esteban de Granollers y, poco más tarde, fue elegido Arcipreste de dicha zona.

Consagración episcopal

A los cuarenta y dos años de edad, el 19 de agosto de 1971, es nombrado Obispo de Zamora y en dicha ciudad castellana recibe la consagración episcopal unos meses después, concretamente el 3 de octubre. En poco más de dos años realiza un excelente trabajo pastoral, se rodea de un buen equipo sacerdotal para llevar a cabo el programa que se había propuesto y su cercanía a los diocesanos es constante y fuera de lo común. Todavía se le recuerda con cariño en aquella Diócesis.

Obispo de Málaga

El 14 de abril de 1973 Su Santidad Pablo VI lo nombra Obispo de Málaga. Sustituye a Mons. Angel Suquía, que había sido promovido al Arzobispado de Santiago de Compostela.

Toma posesión de la Sede de Málaga el 22 de junio, por poderes, llegando a esta ciudad el 28.

Al día siguiente, fiesta de los Apóstoles Pedro y Pablo, preside la Eucaristía en la Catedral que concelebran muchísimos sacerdotes de Málaga y de Zamora. Estuvieron presentes las Autoridades de las dos Provincias y también una amplia representación de fieles de Zamora y, por supuesto, de Málaga. La Catedral malagueña presentaba un aspecto impresionante y la ceremonia resultó solemnísima.

Mons. Buxarrais fue prolijo en comunicarse con los diocesanos a través de los medios de comunicación social. Y lo hacía con un estilo directo, ameno y sencillo que gustaba y era seguido por muchos.

Dieciocho años para una persona que escribía con frecuencia, dan mucho de sí. Por tanto, ha habido que hacer no sólo una selección sino una verdadera criba en sus documentos para, ajustándose a los límites que nos marcaba el libro, ofrecer sólo una muestra de su abundante trabajo literario.

De todos es conocido que Mons. Buxarrais ha utilizado los medios de comunicación social para llevar a las almas de sus diocesanos el mensaje actualizado del Evangelio de Cristo. Cabe destacar las Cartas a Valerio, que se hicieron famosas y en las que fustigaba el vicio y hacía atractiva la virtud cristiana.

Durante su larga etapa en Málaga visitó todas las Parroquias de la Diócesis en diferentes ocasiones, fue artífice de muchos proyectos pastorales y llevó a cabo un gran número de iniciativas que se fueron consolidando y continúan aún vigentes.

Creó parroquias, arciprestazgos, vicarías, numerosas delegaciones y también otros organismos diocesanos.

Su preocupación por las vocaciones, tanto sacerdotales como para el diaconado permanente, así como la formación de seglares, le hizo crear el Centro Diocesano de Teología. En unas circunstancias de crisis vocacional, fue la respuesta personal, creativa y valiente con que llevó a cabo la recuperación progresiva de la vida en el Seminario. El Centro Diocesano de Teología se ha transformado hoy en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas.

Se preocupó también de restaurar el Patrimonio Artístico de la Diócesis, y se abrieron a la investigación pública los Archivos eclesiales, tanto Diocesano como Catedralicio

Organizó el Museo Diocesano de Arte Sacro, cediendo para ello la parte noble y monumental del Palacio Episcopal, recuperándose obras que estaban esparcidas por parroquias y algunos conventos, que fueron restauradas y expuestas al público. En reconocimiento a ello la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo le nombró miembro numerario.

Por otra parte, instauró en nuestra Diócesis el Diaconado Permanente; y sustituyó al Cardenal Jubany, como responsable de los Diáconos de toda España. Ordenó durante estos años a un grupo de militantes cristianos casados que colaboran pastoralmente en diversas parroquias.

Dio un nuevo y original enfoque al Seminario Menor para potenciarlo; puso los cimientos de diferentes Consejos Diocesanos, que más tarde se pondrían en marcha y que hoy son básicos en nuestra pastoral.

También dio un buen impulso a la devoción a Santa María de la Victoria implicándose personalmente en todas las celebraciones; propi-

ció una ayuda efectiva ante el grave problema del paro cediendo algunas propiedades de la Diócesis y alentó la donación de órganos; a este respecto hay que recordar que él mismo era donante de sangre.

Instituyó nuevas Jornadas como el Día de la Iglesia Diocesana y el Día de la Catequesis. Creó, también, la Escuela Diocesana de Catequesis, que hoy cuenta con varias filiales a nivel de Zonas, la Escuela de Catequistas a Distancia y la Escuela de Agentes de Pastoral. También hay que destacar la puesta en marcha de los Encuentros del Pueblo de Dios, en los que intervinieron miles de diocesanos durante varios años, y el Plan Trienal de una más intensa Evangelización, que tuvo, asimismo, excelentes resultados.

Trabajó mucho con los temas relacionados con la enseñanza y particularmente de las Escuelas Rurales, Patronato Diocesano, Colegio de Santa Rosa de Lima y Escuela Universitaria de la Iglesia. Se implicó de una manera especial en todo lo referente al Magisterio Rural y consiguió, entre otras cosas para sus Maestros, la equiparación con los Maestros Nacionales.

Hizo la Visita Pastoral varias veces a todas las Parroquias de la Diócesis dándole una nueva dinámica y cercanía a los fieles.

Vivió muy cerca de los sacerdotes, deseó ser amigo de todos, y tuvo un gran contacto con ellos en las reuniones, retiros, convivencias y en visitas particulares. Siempre que le era posible invitaba a comer con él a algún presbítero, sobre todo a aquellos con los que se veía menos. Para ello habilitó un pequeño comedor, junto a la Residencia Sacerdotal. Además, cada verano procuraba estar quince días en un pueblo sustituyendo al párroco para que éste gozara de unos días de vacaciones.

En 1975 viajó a Hispanoamérica visitando seis países en representación de la Comisión Episcopal de Misiones. Estableció entonces contacto con 450 sacerdotes españoles.

Ese mismo año pronunció una importante conferencia en Madrid con la que se inauguraba en nuestro País la Campaña contra el Hambre en el Mundo.

Gran admirador del Obispo Don Manuel González García, al que citaba frecuentemente, organizó un importante homenaje con motivo del cincuenta aniversario de la inauguración del Seminario.

A las Comunidades Contemplativas las tenía en un alto aprecio, las visitaba periódicamente y mantenía con ellas información de los asuntos más importantes de la Diócesis para que los encomendaran en sus oraciones.

Organizó numerosas peregrinaciones para facilitar a los diocesanos conocer Tierra Santa, Lourdes, Fátima y otros lugares de interés religioso.

Constituyó el Centro Ecuménico “Lux Mundi”, de Fuengirola, y le dio el carácter de Asociación Pública de Fieles, aprobando sus primeros Estatutos.

Mons. Buxarrais cedió bienes de la Diócesis para crear fuentes de trabajo. También facilitó una finca al “Proyecto Hombre” para la recuperación de drogadictos. Impulsó importantes proyectos de Cáritas Diocesana, creando o dejando a punto de iniciarse la Residencia para atender a los enfermos del Sida y la Residencia del Buen Samaritano, ambas en Churriana, y los Apartamentos de acogida en calle Tomás de Cózar de la ciudad de Málaga. Asimismo puso en marcha el Centro de Atención para los Norteafricanos, en el puerto y en la estación de la Renfe.

En diferentes ocasiones Mons. Buxarrais escribió sobre las Cofradías de Semana Santa, con las que mantenía contacto frecuente participando en los cultos de las mismas, celebrando reuniones con los cofrades y dirigiendo de vez en cuando retiros a los mismos.

Durante muchos años el Obispo vivió con un grupo de sacerdotes en el barrio de Carranque, concretamente en la Parroquia de San José. Después vivió también una serie de años en el Seminario para tener así ocasión de tratar más de cerca a los candidatos al presbiterado.

Los domingos que no celebraba la Misa en la Catedral lo hacía en las parroquias para tener oportunidad de conocer más y mejor a sus diocesanos.

Finalmente hay que destacar la incorporación de los laicos en las tareas eclesiales y el mayor relieve que dio a los movimientos de apostolado seglar.

Pequeñas anécdotas

Entre tantas celebraciones, viajes, encuentros, problemas y actividad pastoral, Mons. Buxarrais encontraba siempre un momento para comentar, con el buen sentido del humor que le caracteriza, alguna anécdota como el día que visitaba una Escuela-Capilla Rural y los niños y la maestra le esperaban a la puerta. Al verlo llegar vestido de negro, sonriente y saludando a unos y a otros, uno de los pequeños alzó la voz diciendo: “Viva el novio”.

En otra ocasión, cuando entraba en la sacristía de una pequeña iglesia, donde ya habían preparado el báculo, oyó a uno de los monaguillos que decía: “Qué alto será el obispo cuando tiene un bastón tan grande”.

Otro día, bajando desde el Seminario hacia el Obispado, se encontró por el camino a unos niños que estaban jugando. Al verlo de clerigman uno de ellos dijo en voz alta: “ese es un cura”, mientras que los otros decían que no. Entonces el Sr. Obispo acercándose los saludó con afecto y les dijo que, efectivamente, era un cura. “¿Y qué es un cura?” preguntó otro de los pequeños. Y sin apenas tiempo de responder el Prelado, el más mayor, dijo: “uno que sabe rezar”. Y dirigiéndose a Don Ramón, le espetó de pronto “¿tú sabes rezar?” Y entonces el Obispo con paciencia les habló y después les dijo que mirasen todos al Seminario, en cuya fachada está la imagen del Señor, y comenzó a rezar, muy despacio, el Padre Nuestro, acompañado con alguna dificultad por los pequeños porque todavía no conocían bien la oración.

Solía ir al Obispado caminando desde la Residencia Sacerdotal de Carranque, donde vivió unos años, como ya se ha dicho antes, dando un gran testimonio de austeridad y sencillez. Un día los empleados de la grúa municipal le ofrecieron llevarlo pues iban al centro de la ciudad, y el Prelado no tuvo inconveniente en compartir la cabina para charlar amigablemente con aquellos trabajadores. La noticia, por insólita, fue muy comentada favorablemente en la Ciudad.

Cuando no le quedaba más remedio que hablar en su lengua vernácula, el catalán, ante otras personas que no lo entendían, pedía siempre disculpas y añadía jocosamente “es que estábamos hablando en la lengua de los dioses”.

Gran aficionado al fútbol, era socio del Málaga y solía ir al estadio de “La Rosaleda”. Y contaba con gracia: “Mis peores momentos son cuando se enfrentan el Málaga y el Barcelona, pues no sé a qué carta quedar”.

Recordando aquellos años en el Obispado

Mons. Buxarrais es un trabajador incansable. Muchas veces, a las ocho de la mañana, ya estaba dictándome artículos, pastorales, homilías y se prolongaba durante un par de horas. Cuando ya el documento estaba a punto de finalizar en algunas ocasiones me pedía que se lo leyese pues, decía medio en broma, que así le “sonaba mejor y hasta le gustaba más”.

Uno de los artículos que elaboró con más detenimiento fue aquel en el que exponía su deseo que en el ministerio episcopal existiese la posibilidad de hacer un paréntesis, reincorporarse a un trabajo parroquial para volver más adelante a ejercer como obispo. El documento se publicó en la Revista “Sal Terrae” con el título “Presidir para servir. ¿Temporalidad en el ejercicio del ministerio episcopal diocesano?” y tuvo una gran acogida en los círculos eclesiales.

Recuerdo ahora con nostalgia el interés que tenía de que todos le tratasen sin protocolo alguno. Me insistía en que le llamase Don Ramón, pero eso no lo consiguió, a pesar de que haciendo gala de su buen sentido del humor, a veces cuando le decía “Sr. Obispo”, miraba para otro lado. Cuando dirigía tandas de ejercicios espirituales le veía feliz y transmitía esa felicidad a los demás; hasta me atrevería a decir que se le notaba en la cara. Dirigió ejercicios espirituales, abiertos o internos, a sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, así como a seglares, en Málaga y en otras diócesis. Por el contrario también supe de su tristeza cuando era conocedor

de problemas graves que surgían en nuestra provincia; a la hora de presentarle las solicitudes de secularización, que ciertamente le resultaban sumamente dolorosas; y el episodio, por llamarlo de alguna manera, de la campaña difamatoria que se desató cuando denunció el despilfarro de la jet set en la Costa del Sol y su disgusto no era precisamente porque iba contra su persona sino contra la figura del Obispo de Málaga. También en aquella época eran frecuentes los encierros de trabajadores en la Catedral, con todo lo que ello suponía.

Cada año se reunía con sus compañeros de ordenación. Algunos de estos encuentros los tuvieron en Málaga. El Prelado se encargaba de preparar un programa intenso en el que, además de la celebración religiosa propiamente dicha que era lo esencial, no faltaba un recorrido por parte de la Diócesis para conocer santuarios marianos y los rincones más interesantes de nuestra provincia, pues era su deseo –y lo conseguía sin dudaque aquel grupo de presbíteros se llevara una grata impresión de nuestra tierra. Cariñosamente se autoproclamaban los “Buxarrais boys”.

Por último tengo que confesar que siempre demostró un gran interés por mi persona en todos los aspectos y de manera especial por mi vida espiritual, y solía repetir que deseaba evitar se cumpliese en este caso el refrán que dice: “en casa del herrero, cuchillo de palo”.

Ministerio actual

Desde que el Santo Padre acepta su renuncia como Obispo de Málaga, el 11 de septiembre de 1991, Mons. Buxarrais Ventura vive en Melilla, perteneciente a la diócesis malagueña.

En dicha Ciudad desarrolla una meritoria y ejemplar labor pastoral y social.

Ejerce el cargo de Capellán del Centro Asistencial, conocido popularmente como la “Gota de Leche”, que dirigen las Hijas de la Caridad, y en el que son atendidos cien ancianos y ciento cincuenta niños pertenecientes a la Protección de Menores.

También es Capellán y Responsable de la Pastoral del Centro Penitenciario y Consiliario del Voluntariado de Prisiones, cuyo movimiento potenció de manera considerable.

Además, colabora con las parroquias de la ciudad y de una manera habitual en la del Sagrado Corazón.

Y visita con frecuencia varios pueblos de Marruecos para llevar ropa, calzado y toda clase de ayuda a las personas que viven muy pobremente. Desde que llegó a Melilla pidió que se le llamase el “Padre Ramón”, lo mismo que había sucedido en sus años de misionero en Chile. Y en esta ciudad española, situada al norte de Marruecos, es conocido, respetado y admirado por los melillenses y cuenta, asimismo, con el afecto de

muchos amigos que colaboran con él en sus correrías apostólicas. En el Centro Asistencial trata con cariño y personalmente a los ancianos y ancianas, a los que llama por su nombre. Y es correspondido por la mayoría, aunque hay algunos que no quieren saber nada del capellán, a pesar de sus intentos, lo que le hace sufrir. El Centro cuenta con una preciosa capilla que cuida con esmero el P. Ramón y en la que celebra los cultos a los que acuden aquellos residentes que lo desean y personas que viven en los alrededores. Con los miembros del Voluntariado de Prisiones lleva a cabo un trabajo de cercanía y atención a los que están privados de libertad. Muchos sólo “utilizan” los servicios que les puede ofrecer y no quieren saber nada más. Y algunos lo hacen hasta con exigencia pues manifiestan que como es un cura tiene obligación de hacerlo. Entre los encargos que le hacen, hubo uno que le pidió le llevase una revista. Y D. Ramón fue a adquirirla en un quiosco, pero al pedirla se dio cuenta que el vendedor puso una cara extraña y es que se trataba de una revista inmoral, que por supuesto no compró. También atienden a los que salen de la cárcel y ya tienen funcionando un piso de acogida para la atención de los mismos

Con motivo de la fiesta de la Virgen de la Merced, en septiembre de 2005, y en reconocimiento a la labor ejemplar que realiza Mons. Buxarrais en la cárcel melillense, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias del Ministerio del Interior le ha concedido la Medalla de Plata al Mérito Social.

Para los desplazamientos a las poblaciones que lleva periódicamente ayuda material hay una serie de matrimonios que colaboran de forma ejemplar en la recogida, selección y preparación de paquetes, que después llevan personalmente a su destino en una furgoneta.

En el artículo publicado en la revista “Sal Terrae”, al que me refiero anteriormente, manifestó que un obispo no debía permanecer en la diócesis más de quince años. Además de la enfermedad que padecía y que le obligó a presentar la dimisión al Papa, pensaba que tras su etapa en el ejercicio del episcopado, vivida intensamente, había llegado el momento de hacer realidad la llamada que sentía de tener una más intensa vida de oración y dedicarse al servicio ministerial como un sacerdote más y especialmente entre los más necesitados.

Por todo lo anterior, el que un día fuera Obispo de Zamora y después de Málaga, ha sido y es coherente con el planteamiento expuesto en la citada revista.

Y, además, ha continuado en Melilla sus dotes literarias, colaborando asiduamente en la prensa local, revistas eclesiales de tirada nacional y la publicación de los libros que se citan a continuación:

“Cartas a Valerio”, “Confesiones de un obispo que no quiso serlo”, “Elisenda, vocación de su raíz”, “Las siete palabras de Ramón Buxarrais”, “Leer la vida. Cosas de niños, ancianos y presos”, “Desde lo oscuro al alba. Sonetos para orar” y “La osadía de un hombre débil”.

Colaborar con Mons. Buxarrais, desde su entrada en Málaga hasta el día de su partida hacia Melilla, ha sido muy grato además de un honor y una experiencia muy enriquecedora y llena de vivencias inolvidables.

Gracias, Sr. Obispo, por el testimonio que nos ha dado a todos con una vida cristiana tan ejemplar.

Ángel Márquez Ruiz, Sec. Part. de Mons.Buxarrais

Autor: Ángel Márquez, secretario particular Mons. Buxarra

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